29 de septiembre
San Miguel Arcángel
Se trabó un gran combate en el cielo:
Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón.
(Apocalipsis 12,7)
San Miguel, el príncipe de los ángeles y el
protector de la Iglesia, siempre ha defendido el honor y la gloria de Dios
tanto en la tierra como en el cielo. Fue él quien echó del paraíso a Lucifer y
sus cómplices. La Iglesia celebra esta fiesta en su honor, y Francia, que lo ha
elegido por protector, a menudo ha experimentado los venturosos efectos de su
protección. Luis IX creó en su honor la célebre Orden de San Miguel; Rusia
también lo tuvo en gran veneración.
Meditación sobre San Miguel
I.Lucifer se había
rebelado contra Dios: tal vez se negaba a adorar el misterio de la Encarnación,
que Dios había revelado de antemano a sus ángeles. Imita el celo de este
arcángel cuando se trata de los intereses de Dios: declárate abiertamente en
contra de los impíos. Cuando el mundo con sus placeres o el demonio con su
orgullo te ataquen, diles con San Miguel: “¿Quién como Dios?” Mundo,
placeres, honores, riquezas: ¿pueden acaso tus recompensas compararse a las que
Dios me reserva? ¿Quién como Dios?
II.La humildad y
la sumisión procuraron a San Miguel una gloria eterna, y el orgullo precipitó a
Lucifer en los abismos infernales. ¡Temblad, soberbios! La vanidad es la que ha
perdido a la más hermosa de todas las creaturas. Humillémonos y temamos
comparecer ante Dios que hasta en los ángeles ha encontrado corrupción.
¡Cayeron los astros del cielo y yo, lombriz, no tiemblo!
III.Debes honrar a
San Miguel, porque es el príncipe de la Iglesia que debe un día asistir al
examen de toda tu vida. ¿Qué dirás? ¿Qué harás en ese tremendo día? No podrás
esperar ayuda alguna ni de tu riqueza ni de tu ciencia. Sólo tus buenas obras
abogarán a tu favor ante el Juez supremo. ¿Bastarán para asegurarte una gloria
eterna? Llegará ese día en el que un corazón puro valdrá más que
palabras hábiles, una buena conciencia más que una bolsa llena de oro (San
Bernardo).
La devoción a San
Miguel.
Orad
por Francia.
ORACION
Oh Dios, que
reguláis con infinita sabiduría los diversos ministerios de los ángeles y de
los hombres, dignaos concedernos como protectores en la tierra a esos espíritus
bienaventurados que no cesan en el cielo de ofreceros sus servicios y
homenajes. Por J. C. N. S. Amen