SÉPTIMO
COLOQUIO
DEBERES
PARA CON DIOS POR SUS DERECHOS SOBRE NOSOTROS
MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD
Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS
San Juan Eudes
Para
comenzar cada día:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios,
digamos la siguiente oración:
Profesión de Humildad
Señor Jesucristo,
nada somos,
nada podemos ni
valemos,
nada tenemos a no
ser nuestros pecados.
Somos siervos
inútiles, nacidos en la enemistad,
últimos de los
hombres,
primeros de los
pecadores.
Sea para nosotros
la vergüenza y la confusión,
y para ti, la
gloria y el honor por siempre jamás.
Señor Jesucristo,
compadécete de nosotros. Amén.
SÉPTIMO
COLOQUIO
DEBERES
PARA CON DIOS POR SUS DERECHOS SOBRE NOSOTROS
1
Ya hemos
considerado atentamente los atributos de Dios en relación con nosotros y los
derechos que tiene por habernos creado. Nos toca ahora pensar en las
obligaciones que de ello se desprenden. Porque:
1. Si Dios es nuestro principio debemos permanecer
en él, llevar una vida digna de nuestro origen, colocarlo como punto de
referencia de lo que somos y de lo que hacemos y damos e inmolamos
continuamente a él para que se adueñe plenamente de nosotros. Mirad la cantera
de donde os extrajeron.'
2. Si Dios es nuestro fin, nuestro centro
y nuestro supremo bien, debemos suspirar continuamente por él, desearlo,
buscarlo por doquiera y en todas las cosas y no hallar reposo ni contento fuera
de él.
3. Si Dios es nuestro prototipo, debemos
estudiar incesantemente su vida y sus perfecciones para imitarlas y hacer de
nosotros la imagen viviente de tan adorable ejemplar. Te ajustarás al modelo
que te fue mostrado en la montaña.
4. Si Dios es nuestro rey, nuestro
gobernador y protector, le debemos honor, obediencia y confianza
5. Si Dios es nuestro soberano, con un
poder infinitamente mayor que el del alfarero sobre su vasija de barro, por el
cual, como dice Job, puede herirme mil veces, aún sin motivo, debemos
abandonarnos totalmente a él.
6. Si Dios es nuestro supremo juez debemos
someternos al poder que tiene de juzgarnos. Debemos adorarlo, bendecirlo y
glorificarlo en todos sus juicios, conocidos o no, que cada día realiza sobre
todas las criaturas y especialmente sobre nosotros. Lo adoramos de manera
especial en el juicio que ejerce a cada instante sobre las almas que se
presentan ante su tribunal y en el juicio, sea cual fuere, que realizará sobre
nosotros a la hora de nuestra muerte y en el día del juicio final. Finalmente
debemos temerlo, porque es horrendo caer en las manos del Dios Vivo, y vivir
como quienes han de presentarse dentro de poco ante su trono para darle cuenta
hasta de una palabra ociosa.
Tales son nuestras
obligaciones. Humillémonos por haberlas desempeñado tan mal. Pidamos
misericordia. Roguemos a nuestro Señor Jesús, que vino a la tierra para ser
nuestra propiciación, que repare nuestras faltas. Deseemos ardientemente
ceñimos en adelante a estas obligaciones e invoquemos para ello la ayuda de la
divina gracia.
2
Quien peca
mortalmente no sólo priva a Dios del respeto que le debe. También lo despoja,
en cuanto del pecador depende, de los derechos que Dios tiene sobre él y le
desconoce y usurpa los atributos que fundamentan esos derechos. Y así, con sus
obras, reniega de Dios, a su manera lo destruye, y se tiene a sí mismo por
Dios.
Porque, ¿quién es
Dios? Es el supremo bien, que debemos estimar por encima de todo. Es aquél cuya
gloria, contento, interés y voluntad debemos preferir a toda otra gloria,
contento, interés y voluntad. Es el principio, el fin, el centro, el ejemplar,
el rey, el dueño, el que gobierna todas las cosas. Por consiguiente, a él deben
ellas referir, tender, a él preferir, sólo en él buscar la felicidad. Sólo a él
como a su norma deben seguir y obedecer.
Lo cual significa
arrebatar a Dios sus derechos, usurparlos, y despojarlo de sus títulos para
apropiárselos, Es renegar de Dios con sus obras. Escomo decir a Dios: Señor,
dicen que eres m i principio, mi fin, mi centro, mi supremo bien, mi modelo, mi
norma, mi rey y que, por lo mismo, tienes múltiples derechos sobre mí. Pero yo
quiero desconocer esos títulos y derechos. ¡Soy yo m i principio, ¡ni fin, mi
norma y mi conducta! ( ... )
Es esto lo que
hace quien comete un pecado mortal. ¡Oh pecado, cuán espantable eres! ¡Cuánto
odio siento por ti! Perdóname, Señor, perdona, te ruego, todas mis ofensas.
3
Todo aquel que,
con palabras, acciones o su mal ejemplo conduce a otros a obrar contra el
querer de Dios, o que usa indebidamente de las cosas que Dios puso en este
mundo para remediar nuestras necesidades; el que no busca la voluntad de Dios,
ni su gloria sino que se sirve de ellas con exceso y llevado por su ambición,
su placer o su avaricia, o por la pasión de otro, ese tal también despoja a
Dios, en cuanto de él depende, de los títulos y derechos que él tiene sobre las
cosas que ha creado, se las apropia y se constituye en su dios.
Porque al incitar
a los demás a obrar contra las leyes de Dios, quiere que ellos prefieran su
propia voluntad e interés al de Dios. Es como si quisiera que se colocaran en
el puesto que Dios tiene respecto a ellos. Y cuando por el mal uso de las cosas
creadas no toma como norma la voluntad y la gloria de Dios, sino su pasión y
sus inclinaciones depravadas, es evidente que se está apropiando los derechos
que Dios tiene sobre sus criaturas.
Porque si Dios es
principio y fin de todas las cosas, su voluntad y su gloria deben ser la medida
y la norma del uso que de ellas hacemos.
Para saber cuál es
el uso que Dios quiere que hagamos de las cosas del mundo, basta considerar
cómo actuó su Hijo, Jesús, a quien envió a la tierra para que fuera nuestra
norma en ésta corno en todas las cosas.
Pero, Dios mío,
¡qué mal he seguido esa norma divina! ¡Cuán culpable soy por el mal uso de los
bienes que me has dado!
¡Cuántas veces te
he despojado de tus derechos sobre tus criaturas y me los he apropiado!
¡Perdón, Dios mío, perdóname, ¡te lo ruego! Ya no quiero servirme de nada sino
para t u gloria y conforme a tu voluntad, es decir, a imitación de tu Hijo
Jesús.
Si en el pasado,
Dios mío, me aparté de ti que eres mi principio, mi fin y mi supremo bien, si
me he buscado a mí mismo, al mundo y a Satanás, al preferir sus voluntades y
las mías a las tuyas, declaro que ahora renuncio enteramente y para siempre a
Satanás, al mundo y a mí mismo, para entregarme a ti de manera absoluta y
definitiva.
Me doy a ti, Dios
mío, como a mi principio; toma plena posesión de mí, para que yo permanezca
siempre en ti; que nada haga que no sea digno de mi origen y que seas tú el
principio y fin de mis acciones.
Me doy a ti, Dios
mío, como a mi fin, mi centro y mi supremo bien. Atráeme a ti. Que a ti te
busque incesantemente y que tú seas mi único contento, mi gloria, mi tesoro y
mi todo.
Me entrego a ti,
Dios mío, como a mi prototipo para que imprimas en mí una semejanza perfecta de
t i mismo.
Me entrego a ti.
Dios mío, como a mi rey y soberano. Concédemela gracia de hacer lo que me
mandes y manda lo que quieras. Condúceme según tu voluntad y líbrame del
pecado,
Me entrego a ti
como a mi juez y acato de corazón los juicios que has pronunciado y habrás de
pronunciar sobre mí en tiempo y eternidad. Por eso te digo con todo respeto y
sumisión: Tú eres justo, Señor y recios tus mandamientos. Sí, Señor
todopoderoso, tus juicios son verdaderos justos.
Finalmente me
entrego y sacrifico totalmente a ti, como a mi Dios. Si reuniera en mi todo ser
creado, todas las vidas de los hombres y de los ángeles, y cien mil mundos en
mis manos, todo lo sacrificaría a tu alabanza y para cumplir tu voluntad.
Despliega tú
mismo, Dios mío, tu poder y tu bondad y toma posesión de mí, para consagrarme a
ti y sacrificarme totalmente y para siempre a tu purísima gloria.
Jaculatoria:
Renuncio a ti, Satanás y me entrego a ti, Dios mío, Dios de mi corazón. Y al
decir "Satanás" queremos significar el pecado, el espíritu maligno,
el mundo y nosotros mismos que, sin tu gracia, somos verdaderos hijos de Satán.
Para
finalizar cada día:
LETANÍAS DE LA HUMILDAD
Venerable Cardenal Merry del Val
Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.
Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús
Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús
Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús
Del deseo de ser preferido a otros,
líbrame Jesús
Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús
Del temor de ser humillado, líbrame Jesús
Del temor de ser despreciado, líbrame
Jesús
Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús
Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús
Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús
Del temor de ser puesto en ridículo,
líbrame Jesús
Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús
Del temor de ser juzgado con malicia,
líbrame Jesús
Que otros sean más estimados que yo. Jesús
dame la gracia de desearlo
Que otros crezcan en la opinión del mundo
y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean alabados y de mí no se haga
caso. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean empleados en cargos y a mí
se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean preferidos a mí en todo.
Jesús dame la gracia de desearlo
Que los demás sean más santos que yo con
tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo
Oración:
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste
hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda
nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu
ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la
tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de
Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón
de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca
san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles
Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes,
ruega por nosotros.
Todos los santos y
santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano,
si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
***
Ave María
Purísima, sin pecado concebida.