DECIMOCUARTA
MEDITACIÓN
Sobre
estas palabras: «Somos los últimos de los hombres».
MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD
Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS
San Juan Eudes
Para
comenzar cada día:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios,
digamos la siguiente oración:
Profesión de Humildad
Señor Jesucristo,
nada somos,
nada podemos ni
valemos,
nada tenemos a no
ser nuestros pecados.
Somos siervos
inútiles, nacidos en la enemistad,
últimos de los
hombres,
primeros de los
pecadores.
Sea para nosotros
la vergüenza y la confusión,
y para ti, la
gloria y el honor por siempre jamás.
Señor Jesucristo,
compadécete de nosotros. Amén.
DECIMOCUARTA
MEDITACIÓN
Sobre
estas palabras: «Somos los últimos de los hombres».
PUNTO PRIMERO: Nuestro Señor nos recomienda tomar
siempre el último puesto.
Por estas
palabras, protestamos querer estimarnos y tratarnos como a los últimos de los
hombres, y sentirnos felices de ser juzgados y tratados de la misma manera por
los demás.
Para ayudarnos a
entrar en tales disposiciones e ideas contemplemos y adoremos primeramente a
Nuestro Señor Jesucristo en el momento en que pronunciaba, refiriéndose a todos
nosotros, estas palabras: «Ocupa el último lugar». Lc 14,10. Adoremos los
pensamientos y designios que tenía sobre cada uno de nosotros al hablar así;
humillémonos, pidiendo perdón por los obstáculos que en el cumplimiento de esa
orden hubiéramos puesto nosotros, y roguémosle de hoy en adelante no se
presente jamás. Entreguémonos al espíritu que le sugirió estas palabras a fin
de que las hagamos realidad en nuestra vida; de nuestro lado, penetrémonos de
un vivo deseo de obedecerle.
PUNTO SEGUNDO: Nuestro Señor se ha puesto en último
lugar, según sus propias palabras.
Consideremos que
Nuestro Señor no ha enseñado nada en absoluto sin haberle practicado primero, y
que de hecho y en mil maneras ocupó siempre el último Puesto en todo, por sus
palabras, por sus pensamientos y disposiciones interiores y por sus actos. Por sus
palabras: porque refiriéndose a si mismo dijo: «No soy un hombre sino un
gusano». Salmo 21,7. Adorémosle con tal motivo, y consideremos que de todas las
criaturas, el gusano es la más insignificante, porque vive en lo más bajo de
este mundo que es la tierra y se arrastra sobre ella a los pies de todas las
demás criaturas.
Con muchísima
frecuencia se llamó a sí mismo: «El Hijo del Hombre», Lc 12,8, para confundir
nuestro orgullo que nos lleva a querer ser considerados y señalados de acuerdo
con lo que de más excelente hay en nuestro ser; y Jesús, Dios y Hombre, Hijo de
Dios e Hijo dé¡ hombre, toma su nombre de lo que menos brillo le da y se llama
llanamente. «El Hijo de] hombre», esto es el Hijo del pecador, que como tal no
es sino nada, pecado y perdición; llevando con tal nombre la marca y el
carácter de pecador que es la mayor de las humillaciones.
Además, después de
referirse a San Juan Bautista con estas palabras: «Entre los nacidos de mujer
nadie ha surgido mayor a Juan Bautista», dijo luego, con relación a sí
mismo: «El más pequeño en el reino de
los cielos es mayor que él», Mt 11, 11. Mas, ¿cómo poner de acuerdo esos dos
términos: «El más pequeño es el más grande?» Si Él es más grande que San Juan
Bautista ¿cómo hace para ser el más pequeño en el reino de los cielos, es decir
en la Iglesia? Y si Él es el más pequeño en el reino de los cielos, es decir en
la Iglesia, ¿cómo hace para ser más grande que San Juan? En realidad, es
efectivamente más grande; pero se denomina a si mismo más pequeño, porque se
trató, y quiso ser tratado, como el último de todos los hombres.
Por último, quiso
ser designado en las Escrituras, «El último de los hombres». Este es uno de sus
títulos honoríficos; he aquí de lo que se glorifica, y quiere dejar de ello
constancia en las Escrituras, como de una de sus cualidades. Adorémosle en su
humildad que verbalmente lo impulsa a ocupar el último puesto.
Confundámonos de
que con tanta frecuencia nos hayamos nosotros alabado en nuestras palabras y
tomemos el firme propósito de borrar en nuestra conducta cuanto sea contrario a
la humildad, pidiéndole a Dios nos ayude con su gracia a lograrlo.
PUNTO TERCERO: Nuestro Señor ocupó el último puesto en
sus ideas y sentimientos.
El Hijo de Dios se
colocó siempre en el último lugar por sus pensamientos, disposiciones
interiores y sentimientos íntimos. Porque realmente siempre se conformaron a
sus palabras y su corazón nunca traicionó su lenguaje: todo en Jesucristo fue
sinceridad Y veracidad. He aquí por qué se consideró y reputó como el último de
los hombres y supo mantenerse siempre en tales disposiciones ante Dios, y en lo
íntimo de su alma guardó siempre el último lugar, por considerarse revestido
con todos los pecados de la humanidad, como representante voluntario de todos
los criminales, sujeto por tanto a cargar con el oprobio y la humillación de
todos sus delitos, obligándose así a abatirse y a anonadarse hasta extremos
inconcebibles. Adorémosle en estos sentimientos y disposiciones y démonos a Él
pidiéndole que nos haga participes de su sublime humildad.
ORACIÓN JACULATORIA: «¡Oh Señor Jesús!, ocuparé el
último puesto».
Para
finalizar cada día:
LETANÍAS DE LA HUMILDAD
Venerable Cardenal Merry del Val
Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.
Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús
Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús
Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús
Del deseo de ser preferido a otros,
líbrame Jesús
Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús
Del temor de ser humillado, líbrame Jesús
Del temor de ser despreciado, líbrame
Jesús
Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús
Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús
Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús
Del temor de ser puesto en ridículo,
líbrame Jesús
Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús
Del temor de ser juzgado con malicia,
líbrame Jesús
Que otros sean más estimados que yo. Jesús
dame la gracia de desearlo
Que otros crezcan en la opinión del mundo
y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean alabados y de mí no se haga
caso. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean empleados en cargos y a mí
se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean preferidos a mí en todo.
Jesús dame la gracia de desearlo
Que los demás sean más santos que yo con
tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo
Oración:
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste
hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda
nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu
ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la
tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de
Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón
de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca
san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles
Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes,
ruega por nosotros.
Todos los santos y
santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano,
si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
***
Ave María
Purísima, sin pecado concebida.