OCTAVO
COLOQUIO
ESTAMOS
OBLIGADOS A SERVIR, HONRAR, AMAR E IMITAR A DIOS
MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD
Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS
San Juan Eudes
Para
comenzar cada día:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios,
digamos la siguiente oración:
Profesión de Humildad
Señor Jesucristo,
nada somos,
nada podemos ni
valemos,
nada tenemos a no
ser nuestros pecados.
Somos siervos
inútiles, nacidos en la enemistad,
últimos de los
hombres,
primeros de los
pecadores.
Sea para nosotros
la vergüenza y la confusión,
y para ti, la
gloria y el honor por siempre jamás.
Señor Jesucristo,
compadécete de nosotros. Amén.
OCTAVO
COLOQUIO
ESTAMOS
OBLIGADOS A SERVIR, HONRAR, AMAR E IMITAR A DIOS
1
Aunque, por imposible,
no hubiéramos recibido jamás favor alguno de Dios, ni estuviéramos obligados a
servirle por causa de nuestra creación y conservación, por la creación y
conservación del mundo y por sus títulos y derechos que por ello tiene sobre
nosotros, tenemos obligaciones infinitas y mucho más urgentes por lo que es
Dios en sí mismo. Abramos, pues, los ojos de la fe para contemplar y adorar,
con todo respeto y humildad, su ser infinito, su esencia incomprensible, su
divinidad inefable, su majestad suprema, de la siguiente manera:
¡Oh esencia
divina, océano de maravillas sin fondo y sin riveras! ¡Mar inmenso y mundo
incomprensible y prodigioso!
¡Oh unidad y
simplicidad de mi Dios, oh eternidad sin comienzo ni fin, en la que todas las
cosas están siempre presentes! ¡Oh inmensidad, oh infinitud que encierras todas
las perfecciones imaginables y las que escapan a la imaginación! ¡Oh
inmortalidad, oh inmutabilidad, oh invisibilidad, oh luz inaccesible, oh verdad incomprensible!
¡Oh abismo de
ciencia y de sabiduría! ¡Oh santidad de mi Dios que lo desprende de todas las
cosas y lo retira y concentra en sí mismo! Tan desprendido se halla de todas
sus obras que soporta sean destruidas en su presencia, que un día incendiará
este mundo y que ha entregado y abandonado a la cruz y a la muerte a la más
excelsa de todas ellas, al Hombre-Dios. ¡Oh fuerza divina que todo lo sostienes
y todo lo realizas! ¡Oh divina omnipotencia, oh providencia que todo lo
gobiernas! ¡Oh justicia, oh bondad, oh misericordia, oh hermosura, oh gloria,
oh felicidad! ¡Oh plenitud de bienes, de gozo, de paz y de honor! ¡Oh divina
voluntad que haces bien todo cuanto te place en el cielo y en la tierra! ¡Oh
amor, oh caridad!... ¡Oh divina vigilancia que eres los ojos del poder, de la
misericordia y de la justicia de mi Dios! ¡Oh designios, afectos y diversas
operaciones de Dios en sí mismo! ¡Oh vida infinitamente feliz y gloriosa de mi
Dios! ¡Oh divino señorío que puedes disponer como te place de todas las cosas
sin que nada pueda llamarte a cuentas!
¡Oh gran Dios, con
Cristo y por Cristo, tu Hijo, y en unión con las adoraciones, alabanzas y
bendiciones que él te tributa por sí mismo y por todos sus miembros, ¡adoro
tantas grandezas y perfecciones y las innumerables que no conozco! ¡Cuánta
alegría siento al verte tan grande y en posesión plena de toda clase de bienes
y excelencias! Ciertamente, Dios mío, si yo poseyera todas esas grandezas y tú
no las tuvieras, gustoso las abandonaría para revestirle de ellas.
2
Consideremos lo
que las tres Personas divinas son y realizan mutuamente las unas con las otras.
El Padre comunica
sin cesar a su Hijo su ser, su vida, sus perfecciones, su gloria, su felicidad,
sus bienes y tesoros.
El Hijo agradece
sin cesar a su Padre, como a su origen, todo cuanto recibe de él, y se
encuentra en estado perpetuo de relación, de gloria y de alabanza hacia él.
El Padre y el Hijo
comunican al Espíritu Santo lo que son, lo que tienen, lo que pueden y saben.
El Espíritu Santo
agradece sin cesar al Padre y al Hijo, como a su principio, cuanto recibe de
ellos. Y estas divinas comunicaciones, procesiones y relaciones (...) son
eternas, continuas e inmensas, porque llenan los cielos y la tierra.
Y por tales
comunicaciones y procesiones, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen la
misma esencia y divinidad, viven con una misma vida, tienen igual poder,
sabiduría, bondad y santidad, y se hallan en perfectísima unidad y sociedad.
Estas divinas
personas se contemplan mutuamente y sin cesar y se ocupan perpetuamente en
alabarse, amarse y glorificarse las unas a las otras.
Oh santa Trinidad:
te adoro, bendigo y glorifico en todas estas cosas. Me uno al amor y a las
alabanzas que tus divinas personas se tributan mutuamente. Te ofrezco la gloria
que tienes en ti misma y Le digo con la santa Iglesia: Te damos gracias por tu
grande gloria. Te doy gracias infinitas, Padre eterno, por la divina generación
de tu Hijo. Os doy gracias, Padre e Hijo, porque en unidad de principio
espiráis al Espíritu Santo. Os doy gracias, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por
el amor, la gloria y las alabanzas que os tributáis.
¡Oh divina
comunidad, oh unidad, oh sociedad, oh amor, oh vida de las tres divinas
Personas! ¡Qué alegría y felicidad la mía al saber que estás colmada de gloria
y felicidad inconcebibles y de infinidad de bienes; ¡que eres Dios, un solo
Dios, que vives y reinas por los siglos de los siglos! Aclamad al Señor, tierra
entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores, sabed
que el Señor es Dios.
3
Todas las
perfecciones de la esencia divina y las maravillas de las tres Personas
eternas, son otras tantas razones que nos obligan a servir, honrar y amar a un
Dios tan grande y admirable. ¡Cuánto honor exige de nosotros su suprema
grandeza y majestad! ¡Cuánto respeto merece su temible justicia! ¡Cuánta
obediencia debemos a su soberanía! ¡Qué pureza de corazón y de vida reclama su
santidad de aquellos que lo sirven!
Ciertamente la
obligación que tenemos con el Padre eterno por el ser y la vida que comunica a
su Hijo en su generación eterna, y con el Padre y el Hijo por lo que comunican
al Espíritu Santo es infinitamente mayor que por la creación de mundos
innumerables.
Cuántas
obligaciones tenemos hacia las tres divinas Personas por el amor, las alabanzas
y la gloria que se tributan mutuamente desde toda la eternidad y por toda la
eternidad. Ciertamente les debemos más servicio y obediencia por todas estas
cosas que por todas las gracias que hemos recibido y recibiremos de su
largueza. Porque los intereses de las tres eternas Personas deben sernos
infinitamente más caros que los nuestros. Entreguémonos, pues, a Dios para
servirlo y honrarlo como él lo desea.
Y si lo que Dios
más desea de nosotros es que lo imitemos como a nuestro modelo, y si Jesucristo
nos dice: Sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial, y su
apóstol: Sed imitadores de Dios, entreguémonos a él con el deseo ferviente de
imitarlo en su santidad, pureza, caridad, misericordia, paciencia, vigilancia,
mansedumbre y demás perfecciones y roguémosle que él mismo imprima en nosotros
la semejanza perfecta de su santidad, de su vida y de sus virtudes divinas.
Jaculatoria: Te
damos gracias por tu inmensa gloria.
Para
finalizar cada día:
LETANÍAS DE LA HUMILDAD
Venerable Cardenal Merry del Val
Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.
Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús
Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús
Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús
Del deseo de ser preferido a otros,
líbrame Jesús
Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús
Del temor de ser humillado, líbrame Jesús
Del temor de ser despreciado, líbrame
Jesús
Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús
Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús
Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús
Del temor de ser puesto en ridículo,
líbrame Jesús
Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús
Del temor de ser juzgado con malicia,
líbrame Jesús
Que otros sean más estimados que yo. Jesús
dame la gracia de desearlo
Que otros crezcan en la opinión del mundo
y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean alabados y de mí no se haga
caso. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean empleados en cargos y a mí
se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean preferidos a mí en todo.
Jesús dame la gracia de desearlo
Que los demás sean más santos que yo con
tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo
Oración:
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste
hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda
nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu
ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la
tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de
Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón
de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca
san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles
Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes,
ruega por nosotros.
Todos los santos y
santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano,
si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
***
Ave María
Purísima, sin pecado concebida.