24 de septiembre
NUESTRA SEÑORA DE
LAS MERCEDES
Lleguémonos confiadamente al trono de la
gracia:
a fin de alcanzar misericordia, y hallar gracia
para ser socorridos en tiempo oportuno.
(Hebreos, 4, 16).
En el tiempo en que los sarracenos oprimían a España y
llevaban en esclavitud a gran número de cristianos, la Madre de Dios,
compadecida de sus males y peligros, apareció durante la misma noche a San
Pedro Nolasco, a San Raimundo de Peñafort, y a Jaime, rey de Aragón, conjurándolos
a establecer una Orden religiosa para la redención de los cautivos. Ésta fue la
Orden de la Merced, o de la Redención, fundada en Barcelona en
1223, y que prestó inmensos servicios a la Iglesia y a la sociedad. Para
agradecer a la Santísima Virgen, la Iglesia estableció esta fiesta.
MEDITACIÓN SOBRE NUESTRA SEÑORA DE LAS
MERCEDES
I. Desde que María, consintiendo en el sacrificio del
Redentor en la cruz, llegó a ser la cooperadora de la Redención, nada desea más
que ayudar a los pobres pecadores. Por cargados de crímenes que estemos, apenas
recurramos a Ella con el deseo de corregirnos, nos acogerá bondadosamente y nos
obtendrá el perdón. Cuanto más desgraciados somos, con tanto mayor razón es
nuestra reina. Vos sois la Reina de la misericordia, y ¿quién
tiene necesidad de misericordia sino los miserables? (San Bernardo).
II .La Santísima Virgen no se contenta con retirarnos
del abismo del pecado, sino que nos impide recaer en él. Recurrir a María es un
medio infalible para vencer los asaltos del infierno, porque Ella es temible
como un ejército en orden de batalla. ¿Te cuidas de recurrir a Ella en las
tentaciones? Acuérdate de las circunstancias en las que has sucumbido y verás
que, precisamente, son aquéllas en que descuidaste invocar su socorro. En
tus peligros, en tus angustias, en tus dudas, piensa en María, invoca a María:
que su nombre no se aleje de tus labios ni de tu corazón. (San
Bernardo).
III. Pero sobre todo es en la hora
de la muerte cuando María cuida de sus servidores. Si el demonio, en esa hora
tremenda, redobla sus esfuerzos para perdernos, María redobla su solicitud para
asegurar nuestra salvación. Es entonces sobre todo cuando para nosotros es
reina de misericordia. Una madre de la tierra tiene para con su hijo moribundo
menos ternura que María para con sus servidores. Invócala, pues, durante tu
vida a fin de que tengas la dicha de morir uniendo en tus labios el nombre de
María al de Jesús. ¡Oh Soberana, salid al encuentro de mi alma a su
salida de este mundo, y recibidla en vuestros maternales brazos! (San
Buenaventura).
La frecuente invocación del nombre
de María
Orad por los pecadores endurecidos.
ORACIÓN
Oh Dios, que por intermedio de la gloriosa Madre de
vuestro Hijo, habéis enriquecido a vuestra Iglesia con una familia religiosa
consagrada a la redención de los cristianos caídos en poder de los infieles,
dignaos, en vista de sus méritos y de su intercesión, conceder a los que la
honran piadosamente como la fundadora de esta gran obra, la gracia de quedar
libres de las cadenas del pecado y de la cautividad del demonio. Por J. C. N.
S. Amén.