10 PENSAMIENTOS PARA TENER Y AUMENTAR LA DEVOCIÓN A SAN MIGUEL
San Enrique de Ossó
1. Debemos tener gran devoción al arcángel san Miguel todos los cristianos, por ser el príncipe de toda la milicia celestial, y el que más nos puede socorrer en vida y en la hora de la muerte.
2. El arcángel san Miguel es la cosa más grande que hay en el cielo después de María.
3. San Miguel es el que más conoce, ama y glorifica a Dios, y el más amado de Dios entre todos los ángeles.
4. San Miguel es el único que ciñe espada, y que con María se presenta coronado y hollando a sus enemigos bajo su planta.
5. San Miguel, en la antigua ley, representó y tomó el mismo nombre de Dios como embajador, primer ministro y lugarteniente del Altísimo.
6. San Miguel como jefe, adalid y primer cabeza de todos los soberanos espíritus, destina al nacer a cada uno de los hombres el ángel que le ha de guardar.
7. San Miguel, al morir cada uno de los hombres, pesa las buenas o malas obras en la balanza de la eterna justicia, y presenta el alma a Dios para ser premiada o castigada.
8. San Miguel es desposorio de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes, doméstico en la real morada, nuestra guía admirable después de Cristo, y de excelencia y de virtudes sobrehumanas.
9. El gloriosísimo arcángel san Miguel es príncipe de la Iglesia católica por su fidelidad a Dios, pues derrocó a los infiernos a los ángeles rebeldes con su grito: “¿Quién como Dios?”.
10. San Miguel es el primer defensor, celador y reparador de la honra de Dios, ultrajada por la soberbia de Lucifer, y especial protector de todas las obras de celo, y de los que celan la honra de Dios.
4 CONSEJOS PRÁCTICOS PARA TENER Y AUMENTAR LA DEVOCIÓN A SAN MIGUEL
1. Celebra su fiesta (29 de septiembre) con gran aparejo y devoción: ayuna su víspera, y confiesa y comulga en su día u octava.
2. Elige a san Miguel por patrono de tu casa y familia con María y José.
3. Hazte un deber de extender la devoción utilísima de san Miguel arcángel.
4. Rézale todos los días un Padrenuestro y la siguiente:
Oración. Invicto general de los ejércitos del cielo, protector insigne de la Iglesia militante, y conductor de los justos a la presencia de la Trinidad Beatísima: vos que por defender la gloria del Señor hicisteis frente a Luzbel y sus secuaces hasta precipitarlos al abismo, dadme aliento para que, sin atención a respetos humanos, cele el honor de Dios, evitando, cuanto en mí estuviere, sus ofensas. También os ruego seáis conmigo contra las pasiones que más me impiden la perfección a que debo aspirar según mi estado, y en la postrera batalla contra todos mis enemigos, para cantar victoria ante el Cordero inmaculado, a quien sea eterna gloria y alabanza por todos los siglos. Amén.