MEDITACIÓN
SOBRE
LA ELECCIÓN DE ESTADO
MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD
Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS
San Juan Eudes
Para
comenzar cada día:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios,
digamos la siguiente oración:
Profesión de Humildad
Señor Jesucristo,
nada somos,
nada podemos ni
valemos,
nada tenemos a no
ser nuestros pecados.
Somos siervos
inútiles, nacidos en la enemistad,
últimos de los
hombres,
primeros de los
pecadores.
Sea para nosotros
la vergüenza y la confusión,
y para ti, la
gloria y el honor por siempre jamás.
Señor Jesucristo,
compadécete de nosotros. Amén.
MEDITACIÓN
SOBRE
LA ELECCIÓN DE ESTADO
1
Piensa que el
único estado que debes escoger es el que Dios te ha señalado desde toda
eternidad: porque no te perteneces a ti mismo sino a él, por infinitas razones.
Porque te ha creado, conservado, redimido y justificado: por la soberanía que
tiene sobre todas sus criaturas; por tantos títulos como pensamientos,
palabras, acciones, padecimientos y gotas de sangre Le ha dado el Hijo de Dios
para librarte de la esclavitud del diablo y del pecado.
Por eso tiene
derecho a disponer de ti, de tu vida y ocupaciones. Porque le perteneces a él
infinitamente más que un súbdito a su rey, que un esclavo a su amo, que una
casa a su dueño, que un hijo a su padre. Renuncia, por tanto, a ti mismo.
Entrégate a Dios, declárale que quieres pertenecerle y servirlo de la manera
que más le agrade y en el estado a que le plazca llamarte. Ruégale que te dé a
conocer su santa voluntad y haz el propósito de aportar las disposiciones
requeridas para descubrirla y seguirla.
2
Para disponerte a
conocer la divina voluntad tocante a tu vocación debes tener en cuenta siete cosas:
2.1. Humíllate profundamente y reconoce que
eres indigno de servir a Dios en cualquier estado y condición; que, por estar
lleno de tinieblas, no puedes discernir por ti mismo la voluntad de Dios.
2.2. Purifica tu alma de todo pecado y apego al
mal, mediante una verdadera conversión y una confesión extraordinaria para
alejar de ti cuanto pudiera obstaculizar las luces y gracias celestiales que
para ello se requieren.
2.3. Reafírmale a Dios que deseas pertenecerle
totalmente y servirlo de todo corazón y únicamente por su amor, en el género de
vida al que le plazca llamarte.
2.4. Colócate en total indiferencia frente a
cualquier profesión en la que puedas agradar a Dios y despójate de tus planes y
proyectos. Coloca a los pies de nuestro Señor tus sentimientos, deseos e
inclinaciones para que él te comunique los suyos. Abandónale tu libertad para
que disponga de u según su beneplácito. Coloca tu corazón entre sus manos como
cera blanda o como carta blanca que él grabe y escriba en él la expresión de su
adorable voluntad.
2.5. Suplícale confiadamente que, por su
infinita misericordia, a pesar de tu inmensa indignidad, te coloque en el
estado que te ha señalado desde toda eternidad y le dé las luces y gracias
necesarias para entrar en él y servirlo allí con toda fidelidad.
2.6. Acompaña tu oración con mortificaciones,
limosnas y buenas obras, corporales o espirituales.
2.7. Implora el auxilio de la santa Virgen, de
san José, tu ángel custodio y demás ángeles y santos para que te alcancen la
gracia de conocer y seguir lo que Dios pide de ti.
Ruega a Dios que
te dé la gracia de poner en práctica estos siete consejos y esmérate por
seguirlos.
3
Si después de
cumplir estas recomendaciones y de asumir las disposiciones en ellas señaladas,
sientes inclinación por algún género de vida, no te apures en seguirlo.
Examínalo bien para no tomar los instintos de tu voluntad o de tu amor propio,
o del espíritu malo, como si fueran del Espíritu de Dios. Para no engañarle,
examina atentamente:
3.1. Si la condición a la que te sientes
atraído es tal que puedes en ella servir fácilmente a Dios y realizar tu
salvación.
3.2. Si Dios te ha dado las cualidades físicas
y espirituales convenientes y las condiciones requeridas para entrar en ella.
3.3. Si el deseo que tienes es estable y
permanente.
3.4. Si el motivo que a ello Le lleva es puro y
desinteresado, con la única intención de honrar a Dios y cumplir su voluntad.
3.5. Si aprueban y confirman tu propósito
algunos servidores de Dios capaces de dirigirte en asunto
Si estas cinco
señales de la verdadera vocación de Dios coinciden con el deseo que tienes de
un estado o género de vida, sólo te queda tomar la firme resolución de llevarlo
a cabo, de buscar los medios conducentes y rogar a Dios que te dé las gracias
necesarias para llegar a él y para servirlo y honrarlo conforme a los designios
que tiene sobre u. Invoca con este fin la intercesión de la santa Virgen, de
los ángeles y de los santos.
Jaculatoria:
Indícame, Señor, el camino que he de seguir, pues a ti levanto mi alma (1).
Para
finalizar cada día:
LETANÍAS DE LA HUMILDAD
Venerable Cardenal Merry del Val
Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.
Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús
Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús
Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús
Del deseo de ser preferido a otros,
líbrame Jesús
Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús
Del temor de ser humillado, líbrame Jesús
Del temor de ser despreciado, líbrame
Jesús
Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús
Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús
Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús
Del temor de ser puesto en ridículo,
líbrame Jesús
Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús
Del temor de ser juzgado con malicia,
líbrame Jesús
Que otros sean más estimados que yo. Jesús
dame la gracia de desearlo
Que otros crezcan en la opinión del mundo
y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean alabados y de mí no se haga
caso. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean empleados en cargos y a mí
se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean preferidos a mí en todo.
Jesús dame la gracia de desearlo
Que los demás sean más santos que yo con
tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo
Oración:
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste
hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda
nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu
ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la
tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de
Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón
de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca
san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles
Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes,
ruega por nosotros.
Todos los santos y
santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano,
si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
***
Ave María
Purísima, sin pecado concebida.