UNDÉCIMO
COLOQUIO
POR
EL BAUTISMO SOMOS CRISTIANOS.
MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD
Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS
San Juan Eudes
Para
comenzar cada día:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios,
digamos la siguiente oración:
Profesión de Humildad
Señor Jesucristo,
nada somos,
nada podemos ni
valemos,
nada tenemos a no
ser nuestros pecados.
Somos siervos
inútiles, nacidos en la enemistad,
últimos de los
hombres,
primeros de los
pecadores.
Sea para nosotros
la vergüenza y la confusión,
y para ti, la
gloria y el honor por siempre jamás.
Señor Jesucristo,
compadécete de nosotros. Amén.
UNDÉCIMO
COLOQUIO
POR
EL BAUTISMO SOMOS CRISTIANOS.
1
El Bautismo es una
nueva creación. Por eso la santa Escritura llama al cristiano nueva criatura.
De esta segunda creación la primera es solo sombra y figura.
En la primera
creación Dios nos sacó de la nada. En la segunda nos sacó de una nada mucho más
extrema: de la nada del pecado. Porque la primera nada no se opone al poder de
Dios: en cambio, la segunda le resiste con su infinita malicia. Cuando Dios nos
creó en Jesucristo, como dice san Pablo, cuando nos dio un ser y una vida
nuevos en él por el bautismo, nos encontró en la nada del pecado, en estado de
enemistad y de oposición a él. Pero Dios venció nuestra malicia con su bondad y
su poder infinitos.
En la primera
creación Dios nos dio un ser humano, débil y frágil; en la segunda un ser
celestial y divino.
En la primera nos
hizo a su imagen y semejanza: en la segunda restauró su imagen que el pecado
había borrado en nosotros, nos la imprimió de manera mucho más noble y
excelente, pues nos hizo partícipes de su divina naturaleza.
En la primera
creación Dios colocó al hombre en este mundo visible, creado por él en el
comienzo de los siglos: en la segunda colocó al cristiano en un mundo nuevo,
que es Dios mismo con todas sus perfecciones. Ese mundo nuevo es el regazo de
Dios. Es Jesucristo, Hombre-Dios, con su vida, sus misterios, su cuerpo, que es
su Iglesia triunfante, militante y sufriente.
El mundo de la
primera criatura es un mundo de tinieblas, pecado y maldición. El mundo entero
está en poder del maligno. En cambio, el mundo de la nueva criatura a es un
mundo de gracia, de santidad y bendición, con bellezas y delicias infinitas. En
efecto, ¡cuántas maravillas y encantos hay en Dios, en su santidad, eternidad,
inmensidad, en su gloria y felicidad, en sus tesoros, en la vida temporal de
Jesucristo, con sus misterios, acciones, padecimientos y virtudes; en su vida
gloriosa e inmortal, ¡en su Iglesia y en la vida de todos sus santos!
En el mundo de
Adán, hay cielos, astros, elementos. En el mundo del cristiano el ciclo es Dios
y el seno de Dios; el sol es Jesús, la luna es María; los astros y estrellas
los santos; La tierra es la humanidad sagrada de Jesús; el agua es la gracia ¡a
cristiana: el aire es el Espíritu Santo; el fuego, el amor y la caridad; el pan
es el cuerpo de Jesucristo; el vino es su sangre; los vestidos son Jesucristo:
porque cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo.
En el mundo
cristiano no hay pobres ni plebeyos. Todos los verdaderos cristianos son
infinitamente ricos: Todo es vuestro. Todos son nobles, príncipes y reyes.
Nada me importa ya
el mundo de Adán, podrido y pestilente por causa del pecado. Dejémoslo a los
hijos de este siglo y coloquemos nuestro corazón en nuestro mundo. Salgamos del
mundo de Adán para entrar En nuestro mundo encontramos las riquezas, honores y
deleites verdaderos. Los hijos del siglo colocan su placer en las cosas del
mundo: en hablar y oír hablar de ellas. Ellos pertenecen al mundo, por eso
hablan el lenguaje del mundo. En cambio, nosotros debemos colocar nuestro gozo
en ponderar y oír ponderar las maravillas y noticias de nuestro mundo, mucho
más deleitosas que las del mundo del pecador.
Finalmente,
debemos estar muertos para el mundo de Adán y no vivir sino en nuestro mundo y
de la vida de nuestro mundo que es Dios y Jesucristo nuestro Señor. Porque
estamos en él como una parte de él mismo, que debe estar animada por su
Espíritu para vivir de su vida. Esa muerte y esa vida las expresa san Pablo con
estas palabras: Estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en
Dios. Entreguémonos a Dios para entrar en sus sentimientos y roguémosle que
imprima en nosotros desprecio y aversión por el mundo de Adán y gran aprecio y
amor por el mundo nuestro.
2
La Escritura llama
al bautismo baño de regeneración y nuevo nacimiento por el agua y el Espíritu
Santo. De esa generación y nacimiento es ejemplar y prototipo la generación y
el nacimiento eterno del Hijo de Dios en el seno de su Padre y su generación y nacimiento
temporal en el seno virginal de María.
Porque, así como
en su generación eterna el Padre le comunica su ser y su vida y todas sus
perfecciones, también en nuestro bautismo ese mismo Padre nos da por su Hijo y
en su Hijo, un ser y una vida santos y divinos.
Y así como en la
generación temporal del Hijo de Dios, su Padre le da un ser nuevo y una vida
nueva, la cual, aunque santa y divina se halla revestida de mortalidad, de
pasibilidad y de las miserias de la vida humana, así la vida nueva que Dios nos
da en el bautismo está rodeada de fragilidad y debilidades de la vida humana
con la que está unido.
Además, así como
el Espíritu Santo fue enviado para formar al Hijo de Dios en las entrañas de la
santa Virgen, también se le envía para formarlo y hacerlo vivir, mediante el
bautismo, en nuestra alma, para incorporamos y unirnos a él y hacemos nacer y
vivir en él: A menos que uno nazca del aguay del Espíritu (1).
Y así como las
tres divinas Personas han cooperado conjuntamente con el mismo poder y bondad,
en la obra de la encarnación, también esas Personas se hallan presentes en
nuestro bautismo para damos el nuevo ser y la nueva vida en Jesucristo.
De esa manera
nuestro Bautismo es una inefable generación. Por propia iniciativa nos
engendró, y un nacimiento admirable, imagen viva del nacimiento eterno y
temporal del Hijo de Dios. Por eso nuestra vida ha de ser imagen perfecta de la
suya. Hemos nacido de Dios en Jesucristo por la acción del Humillémonos al
vernos tan alejados de esa vida. Entreguémonos a Dios con el ferviente deseo de
empezar a vivirla. Roguémosle que destruya en nosotros la vida del mundo y del
pecado y establezca la suya, para no ser de aquellos a quienes san Pablo llama
ajenos a la vida de Dios.
3
El bautismo es una
muerte y una resurrección. Es una muerte porque si uno murió por todos, luego
todos han muertos. Es decir, todos los que, por el bautismo están incorporados
a él como sus miembros. Porque si tenemos una Cabeza crucificada y muerta, también
debemos estar sus miembros crucificados y muertos para el mundo, el pecado y
nosotros mismos.
El bautismo es una
resurrección: salimos de la muerte del pecado a la vida de la gracia.
Es una muerte y
una resurrección cuyo ejemplar es la muerte y resurrección de Jesucristo.
Su muerte: porque
dice san Pablo: Hemos sido bautizados en su muerte; hemos sido sepultados en la
muerte con Jesucristo por el bautismo. Su resurrección: porque como Jesucristo
fue resucitado de la muerte, así nosotros empezáramos una vida nueva.
Por consiguiente,
por el bautismo estamos obligados a morir a todo para vivir con Jesucristo de
una vida celestial, como quienes ya no pertenecen a la tierra sino al cielo y
que tienen allí su espíritu y su corazón, como decían los primeros cristianos
por boca de san Pablo: Nosotros somos ciudadanos del cielo, y también: Si
habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, no las de la tierra.
Finalmente, por el
bautismo debernos hacer verídicas aquellas palabras: Estáis muertos y vuestra
vida escondida con Cristo en Dios. Muertos a lo que no es Dios para vivir
únicamente en Dios y con Jesucristo. Como muertos que han vuelto a la vida.
Deben llevar en la tierra la vida del cielo, es decir una vida santa que sea
ejercicio constante de amor, de adoración y alabanza a Dios y de caridad con el
prójimo.
Esa debe ser la
vida de todo bautizado. Los que, en cambio, viven de la vida del mundo, de la
vida de los paganos y de los demonios, renuncian a su bautismo y se hacen más
réprobos que ellos.
Qué temible es el
pecado: destruye en nosotros una vida tan noble y preciosa, la vida de Dios y
de Jesucristo en nuestras almas y la cambia por una vida pecadora y diabólica.
Detestemos, pues,
nuestros pecados, renunciemos de corazón a la vida del mundo y del hombre
viejo. Entreguémonos a Jesús y roguémosle que la destruya en nosotros y
establezca la suya.
Para
finalizar cada día:
LETANÍAS DE LA HUMILDAD
Venerable Cardenal Merry del Val
Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.
Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús
Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús
Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús
Del deseo de ser preferido a otros,
líbrame Jesús
Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús
Del temor de ser humillado, líbrame Jesús
Del temor de ser despreciado, líbrame
Jesús
Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús
Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús
Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús
Del temor de ser puesto en ridículo,
líbrame Jesús
Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús
Del temor de ser juzgado con malicia,
líbrame Jesús
Que otros sean más estimados que yo. Jesús
dame la gracia de desearlo
Que otros crezcan en la opinión del mundo
y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean alabados y de mí no se haga
caso. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean empleados en cargos y a mí
se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean preferidos a mí en todo.
Jesús dame la gracia de desearlo
Que los demás sean más santos que yo con
tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo
Oración:
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste
hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda
nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu
ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la
tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de
Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón
de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca
san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles
Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes,
ruega por nosotros.
Todos los santos y
santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano,
si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
***
Ave María
Purísima, sin pecado concebida.