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JUCIO FINAL:
ESTRECHA CUENTA Y SENTENCIA
MEDITACIONES
SOBRE LAS VERDADES ETERNAS
Y LA PASIÓN DEL SEÑOR
PARA PEDIR EL AMOR DE DIOS
San Pedro de Alcántara
ORACIÓN PARA COMENZAR
TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
“Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorosísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos.
Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”
Se meditan los puntos dispuestos para cada día.
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JUCIO FINAL:
ESTRECHA CUENTA Y SENTENCIA
Del tratado de la oración y meditación
de san Pedro de Alcántara
Después de esto considera cuán estrecha será la cuenta que allí a cada uno se pedirá. Verdaderamente, dice Job (Job.3,3) no podrá ser el hombre justificado si se compara con Dios. Y si se quiere poner con Él en juicio, de mil cargos que le haga no le podrá responder a solo uno. Pues ¿qué sentirá entonces cada uno de los malos, cuando entre Dios con él en este examen, y allá dentro de su conciencia diga así?: Ven acá, hombre malo, ¿qué viste en mí, porque así me despreciaste y te pasaste al bando de mi enemigo? Yo te crié a mi imagen y semejanza. Yo te di la lumbre de la fe, y te hice cristiano, y te redimí con mi propia sangre. Por ti ayuné, caminé, velé, trabajé y sudé gotas de sangre. Por ti sufrí persecuciones, azotes, blasfemias, escarnios, bofetadas, deshonras, tormentos y cruz. Testigos son esta cruz y clavos que aquí parecen; testigos estas llagas de pies y manos, que en mi cuerpo quedaron; testigos el cielo y la tierra, delante de quien padecí. ¿Pues qué hiciste de esa ánima tuya, que yo con mi sangre hice mía; en cuyo servicio empleaste lo que yo compré tan caramente? ¡Oh, generación loca, adúltera! ¿por qué quisiste más servir a ese enemigo tuyo con trabajo, que a mí, tu Redentor y Criador, con alegría? Llaméos tantas veces, y no me respondisteis; toqué a vuestras puertas, y no despertasteis; extendí mis manos en la cruz, y no lo mirasteis; menospreciasteis mis consejos y todas mis promesas y amenazas; pues decid ahora vosotros, ángeles; juzgad vosotros, jueces, entre mí, y mi viña, ¿qué más debí yo hacer por ella de lo que hice? (Is.5) ¿Pues qué responderán aquí los malos, los burladores de las cosas divinas, los mofadores de la virtud, los menospreciadores de la simplicidad, los que tuvieron más cuenta con las leyes del mundo que con la de Dios, los que a todas sus voces estuvieron sordos, a todas sus inspiraciones insensibles, a todos sus mandamientos rebeldes y a todos sus azotes y beneficios, ingratos y duros? ¿Qué responderán los que vivieron como si creyeran que no había Dios, y los que con ninguna ley tuvieron cuenta, sino con sólo su interés? Qué haréis los tales, dice Isaías (Is.10,3) en el día de la visitación y calamidad que os vendrá de lejos? ¿A quién pediréis socorro, y qué os aprovechará la abundancia de vuestras riquezas?
Considera, además, después de todo esto, la terrible sentencia que el juez fulminará contra los malos, y aquella temerosa palabra que hará reteñir las orejas de quien le oyere: Sus labios, dice Isaías (Is.30,27) están llenos de indignación, y su lengua es como fuego que traga. ¿Qué fuego abrasará tanto como aquellas palabras (Mt.25,45): Apartaos de mí, malditos, al fuego perdurable que está aparejado para Satanás y para sus ángeles? En cada una de las cuales palabras tienes mucho que sentir y que pensar, en el apartamiento, en la maldición, en el fuego, en la compañía y, sobre todo, en la eternidad.
ORACIÓN PARA FINALIZAR
TODOS LOS DÍAS: