lunes, 21 de abril de 2025

22. MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE. SAN PEDRO DE ALCÁNTARA

22

LA MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE

 

MEDITACIONES

SOBRE LAS VERDADES ETERNAS

Y LA PASIÓN DEL SEÑOR

PARA PEDIR EL AMOR DE DIOS 

San Pedro de Alcántara

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

  

 “Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorosísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos.

    Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”

 

Se meditan los puntos dispuestos para cada día.

22

LA MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE

Del tratado de la oración y meditación

de san Pedro de Alcántara

 

Este día pensarás en el paso de la muerte, que es una de las más provechosas consideraciones que hay, así para alcanzar la verdadera sabiduría como para huir del pecado, como también para comenzar con tiempo a aparejarse para la hora de la cuenta.

Piensa, pues, primeramente, cuán incierta es aquella hora en que te ha de saltear la muerte, porque no sabes en qué día, ni en qué lugar, ni en qué estado te tomará. Solamente sabes que has de morir, todo lo demás está incierto; sino que ordinariamente suele sobrevenir esta hora al tiempo que el hombre está más descuidado y olvidado de ella.

Lo segundo piensa en el apartamiento que allí habrá, no sólo entre todas las cosas que se aman en esta vida, sino también entre el ánima y el cuerpo, compañía tan antigua y tan amada. Si se tiene por grande mal el destierro de la patria y de los aires en que el hombre se crió, pudiendo el desterrado llevar consigo todo lo que ama, ¿cuánto mayor será el destierro universal de todas las cosas de la casa, y de la hacienda, y de los hijos, y de esta luz y aire común, y, finalmente, de todas las cosas? Si un buey da bramidos cuando lo apartan de otro buey con quien araba, qué bramido será el de tu corazón cuando te aparten de todos aquellos con cuya compañía trajiste a cuestas el yugo de las cargas de esta vida?

Considera también la pena que el hombre allí recibe cuando se le representa en lo que han de parar el cuerpo y el ánima después de la muerte, porque del cuerpo ya sabe que no le puede caber otra suerte mejor que un hoyo de siete pies de largo en compañía de los otros muertos; mas del ánima no sabe cierto lo que será, ni qué suerte le ha de caber. Ésta es una de las mayores congojas que allí se padecen: saber que hay gloria y pena para siempre, y estar tan cerca de lo uno y de lo otro, y no saber cuál de estas dos suertes tan desiguales nos ha de caber.

Tras ésta congoja se sigue otra no menor, que es la cuenta que allí se tiene de dar, la cual es tal que hace temblar aún a los más esforzados. De Arsenio se escribe que estando ya para morir empezó a temer. Y como sus discípulos le dijesen: Padre, y tú ahora temes. Respondió: Hijos, no es nuevo en mí este temor, porque siempre viví con él. Allí, pues, se le representan al hombre todos los pecados de la vida pasada como un escuadrón de enemigos que vienen a dar sobre él, y los más grandes y en qué mayor deleite recibió, ésos se representan más vivamente y son causa de mayor temor. ¡Oh, cuán amarga es allí la memoria del deleite pasado, que en otro tiempo parecía más dulce! Por cierto, con mucha razón, dijo el Sabio (Prov.23,31-32): No mires al vino cuando está rubio y cuando resplandece en el vidrio su color, porque aunque el tiempo del beber parece blando, mas a la postre muerde como culebra y derrama su- ponzoña como basilisco. Éstas son las heces de aquel brebaje ponzoñoso del enemigo; éste es el dejo que tiene aquel cáliz de Babilonia por de fuera dorado. Pues entonces el hombre miserable, viéndose cercado de tantos acusadores, comienza a temer la tela de este juicio y a decir entre sí: Miserable de mí, que tan engañado he venido y por tales caminos he andado, ¿qué será de mi obra en este juicio? Si San Pablo dice (Gal.6,8) que lo que el hombre hubiere sembrado, eso cogerá, yo que ninguna otra cosa he sembrado, sino obras de carne, ¿qué espero coger de aquí sino corrupción?

Si San Juan dices (Apoc.21,27) que en aquella soberana ciudad, que es todo oro limpio, no ha de entrar cosa sucia, ¿qué espera quien tan sucia y tan torpemente ha vivido?

 

ORACIÓN PARA FINALIZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

PETICIÓN ESPECIAL DEL AMOR DE DIOS. San Pedro de Alcántara