jueves, 3 de junio de 2021

MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Día 4 junio

DÍA 4

MES DE JUNIO DEDICADO AL

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

D. FELIX SARDA Y SALVANY, Pbro.

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Por la señal, etc.

 

¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estáis vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tenéis en vuestra presencia, pidiéndoos perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa oh, buen Jesús, de haberos ofendido, por ser Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.

 

DÍA 4

EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE PACIENCIA

 

I

¿Deseas, corazón mío, conocer a fondo la inagotable paciencia del Corazón de Jesús? Mírale, como se dignó manifestarse a su devota Santa Margarita, herido por la lanza, coronado de espinas, clavado en el centro de la cruz. He aquí las insignias del Sagrado Corazón, he aquí su escudo de armas. Diríase que para eso sólo vino al mundo, para padecer.

¿Y qué padece? Dolores cruelísimos así en el cuerpo como en el alma. En el cuerpo pobreza, persecución, azotes, bofetadas, espinas, cruz. En el alma perfidias, ingratitud, tristezas, agonías, abandono de los suyos. Tal es la amarga historia de su vida pasible y mortal.

¿Y cómo padece? Callando, sin soltar la menor queja, sin mostrar iracundo el rostro, sin manifestarse cansado por tanto sufrir. Aun hoy en este Santísimo Sacramento, si padecer pudiera, no fuera el sagrario para El, trono de gloria, sino Calvario de nuevos e ignorados dolores.

Mira si no cómo le tratan los hombres. ¡Con qué odios le blasfeman unos! ¡Con qué desprecio le miran otros! ¡Con qué frialdad y negligencia los más! ¡Con qué tibieza los mismos que se dicen amigos suyos! ¡Cuán pocos con verdadero amor!

¡Pobre Jesús mío, tan sufrido y paciente! Enseñad a mi enfermo corazón el secreto de esta heroica paciencia.

Medítese unos minutos.

 

II

¡Cuánto me confunde oh, buen Jesús, esta consideración! Vos, inocente, no os cansáis de padecer por mí; yo criminal, ni un instante me avengo a padecer por Vos. Insoportable se me hace cualquier pequeña aflicción, la menor de vuestras espinas acaba con mi escasa paciencia.

Y, no obstante, Vos queréis que padezca, y hasta me lo aconseja mi propio interés. Me habéis colocado en este valle de lágrimas, donde desde la cuna hasta la sepultura, me acompaña la tribulación. Quiera o no quiera el hombre, es éste su patrimonio. La salud, la fortuna, las inclemencias del tiempo, la rareza de nuestro carácter, nos son fuentes perennes de desazones y desabrimientos. Es necesario sufrir, he aquí la sentencia que desde el nacer traemos escrita sobre la frente. Sufrir, pues, con paciencia, como Vos, es el único modo de hacer suave y llevadera esta necesidad.

¡Ah! Sufriré, Dios mío, sufriré con Vos y por Vos, y como Vos queráis y hasta donde Vos queráis. Contemplaré vuestro Corazón herido y coronado de espinas, para más alentarme a sufrir con paciencia las mías. Alzaré los ojos a ese cielo que ha de ser mi recompensa, para no desfallecer en los presentes combates. Vos lo habéis dicho, y escrito está. ¡Sólo se va a él por el camino de la cruz!

¡Feliz quien la abrace con Vos en esta vida, para recoger con Vos sus dulces frutos en la eternidad!

Medítese y pídase la gracia particular.

 

 

 

DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN DE CADA DÍA

ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN

 

Rendido a vuestros pies; oh, Jesús mío, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.

¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! ¡Mirad que soy muy rudo oh, soberano Maestro y necesito de vuestras divinas enseñanzas para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los flacos y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: Venid a Mí... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, ¡oh, Señor! firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

 

***Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave María y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.