Aquí estamos, Dios mío, postradas ante ti. Venimos a implorar la gracia
de trabajar por tu gloria. Las blasfemias de los pecadores resuenan
dolorosamente en nuestros oídos. Y para consolarte y reparar las
injurias que te hacen sufrir las almas redimidas por ti, ¡oh adorable
Trinidad!, queremos formar un concierto con todos los pequeños
sacrificios que vamos a hacer por tu amor. Durante quince días, te
ofreceremos el canto de los pajarillos <1> del cielo, que no cesan
de alabarte y de reprochar a los hombres su ingratitud. Te ofrecemos
también, Dios mío, la melodía de los instrumentos musicales, y esperamos
que nuestra alma merezca ser una lira armoniosa que tú hagas vibrar
para consolarte de la indiferencia de tantas almas que no piensan en ti.
Queremos también, durante ocho días, atesorar diamantes y piedras
preciosas que reparen el ansia de los pobres mortales por correr tras
las riquezas pasajeras sin pensar en las eternas. ¡Dios mío!, concédenos
la gracia de ser nosotras más diligentes en la búsqueda de los
sacrificios, que las almas que no te aman en correr tras los bienes de
la tierra <2>. Por último, durante ocho días, tus hijas recogerán
el perfume de las flores, deseando reparar así las indelicadezas que te
hacen sufrir las almas sacerdotales y religiosas <3>. ¡Oh,
bienaventurada Trinidad!, concédenos la gracia de ser fieles y la de
poseerte cuando termine el destierro de esta vida… Amén.