viernes, 23 de abril de 2021

NOVENA A SAN JOSE. DÍA TERCERO: Prudencia de san José

 


NOVENA A SAN JOSE. DÍA TERCERO: Prudencia de san José

 

Poniéndonos en la santa presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:

 

ORACIÓN A SAN JOSÉ

Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en esta novena, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

DÍA TERCERO

MEDITACIÓN

Prudencia de san José

 

Composición de lugar. Represéntate al Santo siguiendo en todas sus acciones el impulso de la recta razón ilustrada por el Espíritu Santo.

 

Petición. Prudentísimo san José, alcanzadme prudencia en todos mis actos.

 

Punto primero. La prudencia es la virtud que dirige rectamente todas las cosas al buen fin de toda la vida. Ella reside en el entendimiento del hombre, y desde allí como reina en su trono, aconseja, juzga y manda los actos de todas las otras virtudes que la adoran y rodean, rindiéndole homenaje. Ninguna virtud se mueve, sin que la prudencia lo ordene, y prescriba el modo y tiempo en que debe obrar. Dotado san José de todas las virtudes en grado heroico, no podía faltarle la que es el ojo y reina de todas, como acabamos de decir. Como oveja en medio de los lobos, se guardó y guardó a su hijo Jesús y a su esposa María sin recibir ningún daño. San José llevó a cabo el encargo del eterno Padre de ser ayo, custodio y padre de su hijo Jesús y esposo de la Virgen María Madre del Hijo de Dios, felizmente según las disposiciones del Altísimo, a pesar de los gravísimos trabajos y contradicciones de todo género que halló a su paso. Pero donde sobre todo resplandece la prudencia celestial del Santo, es cuando vio a María preñada sin saber el misterio, como quieren algunos, o sabiéndolo, como quieren otros, y que por su humildad profunda se creía indigno de estar en compañía de una Virgen que por sus virtudes había merecido concebir en su seno al Mesías por obra del Espíritu Santo. De todos modos resplandece sobremanera su prudencia en este hecho. No queriendo difamar a su virginal esposa, que creía inocente y que por otra parte veía encinta, sin precipitación, sino meditando y pensando bien el caso, resuelve dejar a su esposa, ¿mas cómo? “Ocultamente, dice el Evangelio, con toda prudencia y miramiento posibles, guardando silencio y sin descubrir a nadie lo que pasa de extraordinario”. Por esto mereció el Santo ser consolado en esta lucha por un ángel, que le quitó toda duda y turbación, declarándole el misterio de la Encarnación del Verbo por obra del Espíritu Santo en el seno de su esposa María. Así premia el Señor la prudencia de su siervo. ¡Oh Santísimo patriarca! Enseñadnos a no ser precipitados en nuestros juicios ni en nuestras resoluciones, para que no hayamos después de llorar nuestros yerros.

 

Punto segundo. ¿Cuál es tu prudencia, devoto josefino? Sin esta virtud no puedes dar un paso con acierto en el camino difícil de la vida. Sin esta virtud, habrás de llorar tus engaños, y sin provecho. El bien, para serlo, necesita ser de íntegra causa: al mal bástale cualquier defecto. Una circunstancia de tiempo, de lugar, de persona que falte, basta para echar al traste las más ricas y buenas obras; una palabra sin considerar, una providencia o disposición mal dada estorba o trastorna los más santos proyectos. Nadie llora más, sin provecho, los desaciertos de su vida que aquel que con los años y desengaños no aprendió la prudencia. Todo se trastorna, todo padece, todo es violento, todo es desorden y angustia y perturbación donde no reina e impera la prudencia. Mas dirás, ¿cómo alcanzaré esta reina de las virtudes? Mira y admira y practica lo que te enseña san José… Acude a la oración y toma consejo del Señor y de los que están en su lugar en todas las cosas de tu alma, y no errarás jamás. No hagas cosa sin consejo de persona docta y temerosa de Dios, y no te arrepentirás jamás de lo que hagas. No seas fácil en prometer, ni precipitado en hablar y en obrar; busca en todas las cosas el reino de Dios y su justicia con verdad y sinceridad, y el Señor te ayudará y bendecirá tus proyectos. Ten pureza de intención, y ella te dará luz en todas tus empresas, y como a san José, aunque te halles en casos y circunstancias muy apurados, no te dejará el Señor en manos de tu consejo, que es la peor miseria. La prudencia según la carne es muerte del alma: la prudencia según el espíritu o según la fe, es vida y felicidad del corazón cristiano. Así nos lo enseña el glorioso y prudentísimo patriarca san José. Imítale.

 

EJEMPLO

El caso siguiente servirá para animar a las almas timoratas que, después de haber cometido una culpa grave, se avergüenzan de confesarla; y servirá igualmente para que acudan a san José para alcanzar la victoria de su temor.

Tal fue la intención que tuvo la persona a quien sucedió, como lo contó el Padre Barry, cuando escribía de san José. Después de haber faltado ella a un voto que hizo, no sabiendo vencer el rubor que experimentaba al acusarse de su falta al ministro de la Penitencia, perseveró con mil angustias de conciencia en desgracia de Dios. Por fin, no pudiendo resistir a los remordimientos de la conciencia, resolvió acudir a la intercesión de san José, para vencer aquel temor, y le rezó el himno y la oración. Apenas concluyó la novena, cuando animado su corazón, se postró a los pies de un confesor y sin la menor dificultad manifestó todas las culpas con indecible consuelo. Y en adelante, a fin de tener a san José por fiel custodio de su corazón, llevó consigo su imagen, confesando que san José había continuado dispensándole gracias singulares.

 

ORACIONES FINALES

PARA CADA DÍA DE LA NOVENA

 

Pídase con toda confianza la gracia que se desee alcanzar en esta Novena.

 

ORACIÓN FINAL

 Acordaos, santísimo esposo de María, dulce abogado, padre y señor mío san José, que jamás se ha oído decir que ni uno solo de los que han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia en este día, y me encomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Oh padre adoptivo de mi redentor Jesús! No desatendáis mis súplicas; antes bien acogedlas propicio, despachadlas favorablemente y socorredme con piedad. Amén.

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

Jesús, José y María, yo os doy el corazón y el alma mía. 

Jesús, José y María, amparadme en vida y en mi última agonía.

Jesús, José y María, recibid, cuando yo muera, el alma mía.

Alabados sean los corazones de Jesús y de María, y san José y santa Teresa de Jesús. Amén.