NOVENA A SAN JOSÉ. DÍA NOVENO: Conformidad de san José con la voluntad de Dios.
Poniéndonos en la santa presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:
ORACIÓN A SAN JOSÉ
Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en esta novena, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
DÍA NOVENO
MEDITACIÓN
Conformidad de san José con la voluntad de Dios.
Composición de lugar. Contempla a san José, que repite en todos los trabajos de su vida: Hágase, Señor, tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.
Petición. Dios mío, haced de mí y de mis cosas lo que sea conforme con vuestra santísima voluntad.
Punto primero. Todos tenemos absoluta necesidad de esta santa virtud, pues con ella este destierro hácese un anticipado cielo, y sin ella se vuelve un infierno. Contempla a san José, modelo acabado de todas las virtudes, y en especial de esta preciosa virtud en vida y en muerte. Toda la vida del Santo sembrada de dolores y gozos tan intensos y tan continuos y variados, es el cumplimiento de la divina voluntad. Escogido por Dios Padre para que hiciese sus veces con la Sagrada Familia, asociado a la suerte de Jesús y de María, experimentó más que ningún otro santo la necesidad de esta virtud, y la practicó fielmente. Toda la vida de san José está resumida en estas palabras: “Dios mío, quise tu voluntad en medio de mi corazón. Hágase siempre en mí, de mí y de todas mis cosas vuestra santísima voluntad”. Era voluntad de Dios; pues bastaba esto para el Santo, que no buscaba en todas las cosas más que hacer la divina voluntad, fuese dulce o amargo, fácil o difícil, doloroso o gozoso lo que se le mandase… Su muerte no fue otra cosa más que un acto de conformidad con la voluntad de Dios. Porque Dios lo quiso vivió, padeció, trabajó; porque Dios lo quiso murió. Dolorosísimo fue para el Santo morir, aunque fuese en los brazos de Jesús y María, porque con la muerte dejaba de gozar de su presencia corporal, que formaba todas sus delicias y felicidad… No obstante: “Quiero morir, dijo el santo, porque vos, Dios mío, lo queréis. En vida y en muerte no he de tener yo jamás propia voluntad, pues solo quiero hacer lo que es de vuestro agrado”. ¡Qué vida y muerte tan tranquila, tan pacífica, tan feliz, tan santa la del excelso patriarca! Aun en medio de sus amarguras amarguísimas gozaba de paz inalterable, porque en ellas hacía la voluntad de su Dios. ¿Cómo imitas tú tan santo ejemplo, devoto josefino? Pues sábete que la causa de tus pecados e infelicidad es no estar conformado con la divina voluntad. Nadie resistió a Dios y tuvo paz. Enmiéndate y sé feliz haciendo en todas las cosas, como san José, la voluntad de Dios.
Punto segundo. Quieras que no, devoto josefino, tú y todos los del mundo y todas las criaturas hemos de hacer por fin la voluntad de Dios. “Mi consejo permanecerá, dice el Señor, y mi voluntad será hecha”. Solo hay la alternativa que está en tu mano, porque eres libre, o de hacer la voluntad de Dios glorificando su misericordia, o su justicia. Si cumples la voluntad de Dios, buena y perfecta, con tus buenas obras ajustando tu vida y tus acciones a su ley santa, experimentarás la misericordia de Dios en el tiempo y por toda la eternidad. Como siervo bueno y fiel entrarás en el gozo de tu Señor, después de haber vivido en abundancia de paz en este valle de quebrantos, morando bajo su providencia amorosa y paternal. Más ¡ay de ti, si te esfuerzas y te empeñas en resistir a su voluntad santísima! Andarás por senderos difíciles, y no conocerás el camino de la paz. Tendrás en verdad como dos infiernos: uno para siempre, siempre, siempre, y otro acá mientras dure tu vida; porque la tribulación, el remordimiento y la desesperación es la herencia de los pecadores que no quieren servir a Dios y conformarse con su voluntad santísima. Y no obstante caerás por fin en manos del Dios vivo, ¡oh cosa la más horrenda! y después de una vida infelicísima, morirás desesperado, lleno de rabia, despecho y furor, y serás despeñado a la sima de la condenación eterna: allí habrá llanto y crujir de dientes; allí habrá fuego y horrores sempiternos; allí habrá el lugar de todos los tormentos, sin mezcla alguna de lenitivo, de descanso, de consolación… Y el que no quiso glorificar a Dios conformando su vida, su voluntad con la voluntad santísima de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y le glorifiquen eternamente en la mansión de delicias del cielo, le glorificará a pesar suyo, experimentando los justos castigos de su maldad en los abismos de los infiernos. Porque la voluntad de Dios es justa, y así como premia al justo, ha de castigar al pecador.
Haz, devoto josefino, de la necesidad virtud; conforma en todas las cosas tu voluntad con la de Dios, y tu corazón morará en abundancia de paz, y reinará eternamente con Jesús, María y José en la gloria.
EJEMPLO
Refiere Boregio en el año 1581, que el siervo de Dios Fr. Alejo de Vejevano, capuchino lego, hallándose próximo a la muerte, instó a sus hermanos que encendiesen algunas hachas, y habiéndole preguntado a qué fin, respondió que debiendo bajar dentro de poco la soberana Reina del cielo con su esposo san José, era necesario recibirlos con toda la reverencia posible. Apenas dijo esto, cuando manifestó que había ya venido aquella visita gloriosa, exclamando lleno de júbilo: “He aquí la Reina del cielo, he aquí a san José: padres, postraos a su presencia y recibidles dignamente”. Pero él fue mejor recibido, pues que murió en el momento, en el día 19 de marzo, día de la fiesta de san José, su santo protector, quien en recompensa de su devoción, con la que se había mortificado en la vida, lo llevó consigo a la eterna gloria.
ORACIONES FINALES
PARA CADA DÍA DE LA NOVENA
Pídase con toda confianza la gracia que se desee alcanzar en esta Novena.
ORACIÓN FINAL
Acordaos, santísimo esposo de María, dulce abogado, padre y señor mío san José, que jamás se ha oído decir que ni uno solo de los que han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia en este día, y me encomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Oh padre adoptivo de mi redentor Jesús! No desatendáis mis súplicas; antes bien acogedlas propicio, despachadlas favorablemente y socorredme con piedad. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, José y María, yo os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, amparadme en vida y en mi última agonía.
Jesús, José y María, recibid, cuando yo muera, el alma mía.
Alabados sean los corazones de Jesús y de María, y san José y santa Teresa de Jesús. Amén.