NOVENA A SAN JOSÉ. DÍA SEXTO: Pobreza de san José
Poniéndonos en la santa presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:
ORACIÓN A SAN JOSÉ
Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en esta novena, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
DÍA SEXTO
MEDITACIÓN
Pobreza de san José
Composición de lugar. Contempla a san José en Egipto y Nazaret ganando el sustento para sí y para Jesús y María con su honrado trabajo de carpintero.
Petición. Dame, señor san José, espíritu de pobreza, que sepa abundar y carecer por Jesús.
Punto primero. La pobreza es carecer de lo preciso para comer y vestir, o como dice santa Teresa de Jesús, faltar las cosas en tiempo de mayor necesidad, por amor de Dios. La flor y el colmo de la pobreza evangélica es vivir ganándose el pan con el sudor del rostro, y sujetándose alegremente a los trabajos que esto trae por amor de Dios.
Bienaventurados son los pobres de Cristo, los cuales, contentos con tener qué comer y vestirse, dan aún a sus hermanos de lo preciso, y reciben en cambio aun acá el ciento por uno, según aquel pagaré divino extendido y rubricado por la mano de Cristo Jesús, Hijo de Dios. San José, mejor que su hija Teresa, no solo había de ser pobre, sino loco por la pobreza. Tenía delante de sí el ejemplo de María, reina de cielos, pobrísima como él; tenía el ejemplo de Jesús, Hijo de Dios, que habiéndonos de predicar desprendimiento de todo lo caduco y amor de la pobreza evangélica, se hizo sumamente pobre, teniendo por cuna un pesebre en su nacimiento, la desnudez y el árbol de la cruz por lecho en su muerte, y una mortaja y sepulcro prestados por sepultura. ¿Cómo no amar, pues, la pobreza el santo patriarca, viendo al Rey de la gloria abrazado constantemente con la pobreza, que escogió con la humillación y la mortificación por compañeras inseparables desde la cuna al sepulcro? Vivió pobre san José, y se hizo pobre dando todos los bienes que tenía, y murió pobre, pues solo las herramientas de su oficio pudo legar a Jesús y a María al morir… ¡Mira al Santo en Belén con tanta pobreza, que en noche frigidísima solo tuvo por albergue una destartalada cueva que ofrecer a María y al Hijo de Dios en su nacimiento; un pesebre y unos pobres pañales fueron todas las riquezas que pudo ofrecer al Hijo de Dios al venir al mundo! ¡Pobre Jesús!, ¡Pobre José! ¡Mira al santo huyendo de noche precipitadamente a Egipto, andando a pie más de setenta leguas por desiertos y arenales interminables y peligrosos, padeciendo con María sed y hambre, cansancio y dolor por Jesús sin quejarse!... Mírale en Egipto mendigando y trabajando para proporcionar el sustento a Jesús y María… Contémplale en Nazaret con Jesús y María trabajando. Pobre, voluntario y santísimo obrero es san José, que con el estipendio de su jornal atiende a los gastos moderados de la Sagrada Familia y aún le sobra algo para ser en verdad el padre de los pobres, el consuelo de los indigentes y el socorro de huérfanos y desvalidos. ¡Qué felices seríamos todos en este mundo si imitásemos tan divinos ejemplos! ¿Lo haces tú así, devoto josefino?
Punto segundo. Pondera, devoto josefino, que aunque no todos estamos obligados a seguir los consejos evangélicos siendo pobres en realidad, todos, no obstante, lo hemos de ser en el afecto, si queremos entrar en el reino de los cielos, que solo se da a los pobres de espíritu. Si abundan las riquezas, no apegues a ellas tu corazón; pues perdido está, dice la Doctora Josefina, quien tras ellas anda… Considera, además, que los ricos están obligados a socorrer a los pobres, pues representan la providencia de Dios sobre la Tierra, y son de los bienes que Dios les da como unos administradores que en el día del juicio han de dar cuenta muy estrecha al Señor del uso y del abuso que han hecho de ellos… Son espinas las riquezas, que punzan a quien con avaricia o desordenado amor las aprieta contra su corazón, son bonos con que se compra el reino del cielo para los que las emplean bien. Mira, pues, si te punzan como espinas, o consuelan esas riquezas tu conciencia, y contemplando a la Sagrada Familia tan voluntaria y extremadamente pobre pudiendo ser rica, confúndete de tu miseria. Se dadivoso o limosnero por amor de Jesús, María y José, devoto josefino, y no te pesará jamás. Si Dios te da poco, da poco; si te da mucho, da mucho, porque según lo que dieres por su amor, te dará centuplicado el Señor. Haz en vida el bien que pudieres a tu alma, y no guardes a disponer de tus cosas, cuando no te las podrás llevar, que más parece entonces virtud forzada y limosna sin mérito, que voluntario don. Lo que sembrares para la vida eterna, de limosnas y buenas obras, eso solamente recogerás. Redime, pues, tus pecados con tus limosnas mientras tienes tiempo.
EJEMPLO
La intercesión de san José es de mucho valor en las tentaciones de los sentidos, que suelen ser las más seductoras y peligrosas. Podría esto confirmarse con muchos ejemplos, pero bastará el siguiente, sacado de las historias de la orden carmelitana. Había en el convento de Perpiñán un religioso de singular virtud y pureza, el cual se vio atacado una noche por el espíritu maligno; duró toda la noche la batalla, siempre decidido a batir el orgullo de su enemigo, y por fin pudo cantar victoria auxiliado de la gracia divina. Al día siguiente habiendo ido el casto religioso a la ciudad con el prior del convento, se encontró con un hombre de venerable aspecto y le dijo: “Padre, ¿por qué en las molestias que sufristeis en la noche pasada no os acordasteis de san José, y no implorasteis su auxilio, rezando a lo menos su conmemoración, para que os ayudase en aquella necesidad?” Turbado el religioso porque le había declarado su interior, quiso responderle, pero desapareció al momento, por lo que se persuadió que aquel hombre venerable era san José, quien se complace en que le invoquemos y confiemos en su protección, mayormente en estos casos en que peligra tanto la virtud.
ORACIONES FINALES
PARA CADA DÍA DE LA NOVENA
Pídase con toda confianza la gracia que se desee alcanzar en esta Novena.
ORACIÓN FINAL
Acordaos, santísimo esposo de María, dulce abogado, padre y señor mío san José, que jamás se ha oído decir que ni uno solo de los que han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia en este día, y me encomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Oh padre adoptivo de mi redentor Jesús! No desatendáis mis súplicas; antes bien acogedlas propicio, despachadlas favorablemente y socorredme con piedad. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, José y María, yo os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, amparadme en vida y en mi última agonía.
Jesús, José y María, recibid, cuando yo muera, el alma mía.
Alabados sean los corazones de Jesús y de María, y san José y santa Teresa de Jesús. Amén.