domingo, 10 de septiembre de 2017

MODOS DE ADQUIRIR EL CIELO. Santo Tomas de Villanueva



Comentario al Evangelio
XIV DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
SE COMPRA CON LA LIMOSNA. Los elegidos, colocados a la derecha del Juez, lo son por haber dado limosna a Cristo hambriento ¿Hay algo más fácil y terreno que dar al que tiene hambre? Pues ese es el precio del reino celestial. Parte tu pan con el hambriento, alberga al pobre sin abrigo, viste al desnudo (Is. 58.7). Si no puedes darle pan, ni tienes casa para albergarle, ni vestidos con que cubrirle, dale un vaso de agua, coloca dos monedas en el cepo de las ofrendas, porque con solo dos piezas, la viuda compro lo mismo que Pedro dejando sus redes y que Zaqueo entregando la mitad de sus bienes. El reino de los cielos no vale más que lo que tú tengas.
¡Oh compra excelente! El cielo se da por unas monedas, porque pertenece a los pobres, que son quienes pueden recibirnos en los eternos tabernáculos (Lc. 16,10). El Crisóstomo (cf. Hom. 34 sobre el Génesis) dice que Dios ha destinado aquello en que nosotros abundamos para que el pobre satisfaga sus necesidades y así tener Él un motivo para coronarnos.
No nos privemos de este premio. El labrador se despoja de sus provisiones, confía la semilla a la tierra, esparce todos los bienes que ha ido recogiendo, y lo hace alegre, con la esperanza de la siega, porque, aunque sabe que la intemperie del tiempo, la esterilidad de la tierra, la langosta y las plagas pueden hacer fallidas sus esperanzas, sin embargo, el deseo de una ganancia mayor le nueve al riesgo. Con mayor motivo, por lo tanto, debemos nosotros desparramar todo cuanto hemos recogido para que los pobres lo usen como alimento. Nuestra esperanza no puede engañarse; no tenemos que temer esterilidad alguna. Por lo tanto, repartamos con generosidad los bienes que, precisamente para eso, Dios ha puesto en nuestras manos; demos lo que se nos ha dado, para que se nos devuelva con usura, porque es tal la liberalidad de Dios que, no recibiendo otra cosa sino lo que Él mismo nos entregara, no quiere aceptar lo que es suyo y nos lo devuelve con gran provecho.
SE ROBA POR LAS BUENAS OBRAS SECRETAS. El que debajo de trajes ricos lleva el cilicio, el que se adorna por fuera de oro y de piedras preciosas, pero entiende que la verdadera nobleza está en los adornos interiores; el que sabe que la dignidad humana se manifiesta por signos exteriores, mientras que la espiritual solo se conoce por las señales del alma, ese roba el cielo.
SE ADQUIERE VIOLENTAMENTE. Violencia es el martirio, y violencia la penitencia y la paciencia. ¡Oh, que intolerables eran los suplicios de los mártires!, exclama San Agustín (cf. Enarrat. In Ps. 63,1). Pero todo lo sufrieron porque entendían la relación de sus padecimientos con la felicidad eterna. Desde los días de Juan el Bautista, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos son quienes lo arrebatan, los que saben violentarse sufriendo con paciencia, los violentos de la humildad de la castidad, de la misericordia; los que con la penitencia lo arrebatan por la fuerza.
Teniendo, pues, tal nube de testigos que nos envuelve, arrojemos todo el peso del pecado que nos asedia y por la paciencia corramos al combate que se nos ofrece, puestos los ojos en el autor y conservador de la fe. Jesús, el cual, en vista del gozo que se le ofrecía, soporto la cruz sin hacer caso de la Ignominia y está a la diestra del trono de Dios. Traed, pues, a vuestra consideración al que soporto tal contradicción de los pecadores contra sí mismo, para que no decaigáis del ánimo, rindiéndoos por la fatiga, Aun no habéis resistido hasta la sangra (Hebr. 12,1-4).
Santo Tomas de Villanueva
Por gentileza de dña. Ana María Galvez