Comentario al Evangelio
XIV DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
FORMA
EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
SE COMPRA CON LA LIMOSNA. Los elegidos, colocados a la
derecha del Juez, lo son por haber dado limosna a Cristo hambriento ¿Hay algo
más fácil y terreno que dar al que tiene hambre? Pues ese es el precio del
reino celestial. Parte tu pan con el
hambriento, alberga al pobre sin abrigo, viste al desnudo (Is. 58.7). Si no
puedes darle pan, ni tienes casa para albergarle, ni vestidos con que cubrirle,
dale un vaso de agua, coloca dos monedas en el cepo de las ofrendas, porque con
solo dos piezas, la viuda compro lo mismo que Pedro dejando sus redes y que
Zaqueo entregando la mitad de sus bienes. El reino de los cielos no vale más
que lo que tú tengas.
¡Oh
compra excelente! El cielo se da por unas monedas, porque pertenece a los
pobres, que son quienes pueden recibirnos en los eternos tabernáculos (Lc.
16,10). El Crisóstomo (cf. Hom. 34 sobre el Génesis) dice que Dios ha
destinado aquello en que nosotros abundamos para que el pobre satisfaga sus
necesidades y así tener Él un motivo para coronarnos.
No
nos privemos de este premio. El labrador se despoja de sus provisiones, confía
la semilla a la tierra, esparce todos los bienes que ha ido recogiendo, y lo
hace alegre, con la esperanza de la siega, porque, aunque sabe que la
intemperie del tiempo, la esterilidad de la tierra, la langosta y las plagas
pueden hacer fallidas sus esperanzas, sin embargo, el deseo de una ganancia
mayor le nueve al riesgo. Con mayor motivo, por lo tanto, debemos nosotros
desparramar todo cuanto hemos recogido para que los pobres lo usen como
alimento. Nuestra esperanza no puede engañarse; no tenemos que temer
esterilidad alguna. Por lo tanto, repartamos con generosidad los bienes que,
precisamente para eso, Dios ha puesto en nuestras manos; demos lo que se nos ha
dado, para que se nos devuelva con usura, porque es tal la liberalidad de Dios
que, no recibiendo otra cosa sino lo que Él mismo nos entregara, no quiere
aceptar lo que es suyo y nos lo devuelve con gran provecho.
SE ROBA POR LAS BUENAS OBRAS
SECRETAS. El
que debajo de trajes ricos lleva el cilicio, el que se adorna por fuera de oro
y de piedras preciosas, pero entiende que la verdadera nobleza está en los
adornos interiores; el que sabe que la dignidad humana se manifiesta por signos
exteriores, mientras que la espiritual solo se conoce por las señales del alma,
ese roba el cielo.
SE ADQUIERE VIOLENTAMENTE. Violencia es el martirio, y
violencia la penitencia y la paciencia. ¡Oh, que intolerables eran los
suplicios de los mártires!, exclama San Agustín (cf. Enarrat. In Ps. 63,1). Pero todo lo sufrieron porque entendían la
relación de sus padecimientos con la felicidad eterna. Desde los días de Juan
el Bautista, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos son
quienes lo arrebatan, los que saben violentarse sufriendo con paciencia, los
violentos de la humildad de la castidad, de la misericordia; los que con la
penitencia lo arrebatan por la fuerza.
Teniendo, pues, tal nube de
testigos que nos envuelve, arrojemos todo el peso del pecado que nos asedia y
por la paciencia corramos al combate que se nos ofrece, puestos los ojos en el
autor y conservador de la fe. Jesús, el cual, en vista del gozo que se le
ofrecía, soporto la cruz sin hacer caso de la Ignominia y está a la diestra del
trono de Dios. Traed, pues, a vuestra consideración al que soporto tal contradicción
de los pecadores contra sí mismo, para que no decaigáis del ánimo, rindiéndoos
por la fatiga, Aun no habéis resistido hasta la sangra (Hebr. 12,1-4).
Santo Tomas de Villanueva
Por gentileza de dña. Ana María Galvez