MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Jn
21, 01-11 Después se mostró Jesús otra vez a sus discípulos en el mar
de Tiberíades. Y se mostró así: Estaban juntos Simón Pedro y Tomás, llamado
Dídimo, y Natanael, que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo y otros
dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: "Voy a pescar". Le dicen:
"Vamos también nosotros contigo". Salieron, pues, y subieron en un
barco; y aquella noche no cogieron nada. Mas cuando vino la mañana, se puso
Jesús a la ribera: pero no conocieron los discípulos que era Jesús. Y Jesús les
dijo: "¿Hijos, tenéis algo de comer?" Le respondieron:
"No". Les dice: "Echad la red a la derecha del barco, y
hallaréis". Echaron la red, y ya no la podían sacar por la muchedumbre de
los peces. Dijo entonces a Pedro aquel discípulo a quien amaba Jesús: "El
Señor es". Y Simón Pedro cuando oyó que era el Señor, se ciñó su túnica
(porque estaba desnudo), y se echó en el mar. Y los otros discípulos vinieron
con el barco (porque no estaban lejos de tierra, sino como doscientos codos),
tirando de la red con los peces. Y luego que saltaron a tierra, vieron brasas
puestas, y un pez sobre ellas y pan. Jesús les dice: "Traed acá los peces
que cogisteis ahora". Entonces subió Simón Pedro y trajo la red a tierra
llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se
rompió la red. (vv. 1-11)
San Agustín, in Ioannem, tract., 122
Por lo que
anteriormente dijo el Evangelista, parece que indica el fin de este libro. Pero
sigue contando cómo se manifestó el Señor en el mar de Tiberíades. Por esto
dice: "Después se manifestó otra vez junto al mar de Tiberíades".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 86
Dice
después, porque ya no iba de continuo con ellos como antes. Y dice se dejó ver,
porque no lo hubieran visto si El no lo hubiese permitido, y porque su cuerpo
era inmortal. Hace también mención del lugar, como demostrando que el Señor les
había quitado el temor y se atrevían ya a alejarse de casa; no se encerraban en
ella, y sin temor de los judíos habían ido a Galilea.
Beda
El
Evangelista refiere primero el hecho según acostumbra, y después cuenta cómo
sucedió, diciendo: "Se manifestó de este modo".
Crisóstomo, ut supra
Como el
Señor no estaba siempre con ellos, ni les había sido dado el Espíritu Santo, ni
tenían encargo que desempeñar, ni nada que hacer, se ocupaban en la pesca. Y
así dice: "Estaban juntos Simón Pedro y Tomás, conocido por Dídimo, y
Nathanael, que era de Caná de Galilea (que es el que fue llamado Felipe), y los
hijos de Zebedeo (Santiago y Juan), y otros dos discípulos. Díceles Simón
Pedro: Voy a pescar".
San Gregorio, In Evang. hom. 24
Puede
preguntarse por qué Pedro, que fue pescador antes de su conversión, volvió a su
oficio después de ella, siendo así que la Verdad dijo: "Ninguno que ha
puesto la mano en el arado y vuelve la vista atrás es apto para el reino de
Dios" ( Lc 9,62).
San Agustín, ut supra
Si esto lo
hubieran hecho los discípulos después de la muerte de Jesús y antes de su
resurrección de entre los muertos, creeríamos lo hacían dominados de
desesperanza. Pero ahora, después de recobrarle vivo del sepulcro, de
inspeccionar las cicatrices de sus heridas y de recibido el soplo del Espíritu
Santo, vuelven en seguida a ser lo que antes eran: pescadores, no de hombres,
sino de peces. Debe a esto responderse que no les había sido prohibido ganarse
el sustento en un arte lícito, salvada la integridad de su apostolado, siempre
que no tuvieran de qué vivir. Porque si el bienaventurado San Pablo,
renunciando al derecho que con razón le pertenecía como a los demás
predicadores del Evangelio, no quiso usar de él como los demás, sino que vivió
de su peculio, a fin de que las naciones que eran extrañas al nombre de Cristo,
no menospreciaran su doctrina como venal, se dedicó a aprender un arte que
antes ignoraba, para no gravar a sus oyentes y vivir del trabajo de sus manos,
¿con cuánta más razón el bienaventurado San Pedro, que ya había sido pescador,
podía volver a su oficio, si en aquella ocasión no tenía de qué vivir? Pero
responderá alguno: ¿Y por qué no encontró, habiéndoselo prometido el Señor
cuando dijo "Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo
demás os será ofrecido" ( Mt 6,33)? Sin duda que el Señor cumplió lo que
ofreció, pues ¿quién fue el que aprontó los peces para que fuesen cogidos? Y es
de creer que les puso en la necesidad de tomarse el trabajo de ir a pescar,
porque tenía dispuesto hacer un milagro.
San Gregorio, ut supra
No fue
pecado volver a tomar, después de su conversión, el oficio que sin pecado
habían tenido antes de convertirse. Esta es la razón por qué Pedro volvió a la
pesca después de su conversión. Y Mateo no volvió al negocio de la recaudación
de los impuestos, pues hay muchos cargos que difícilmente se desempeñan sin
pecado, y éstos deben renunciarse después de convertirse.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 86
Otros de los
discípulos seguían a Pedro. Y continúa: "Dijéronle: Vamos contigo", y
todos, reunidos como estaban querían ver el resultado de la pesca. Sigue:
"Y salieron y subieron al barco". Pescaban de noche, porque aún
temían.
San Gregorio, ut supra
Pero se les
hizo la pesca muy difícil, a fin de que, viniendo el Maestro, resultara
admirable y sublime. Por esto sigue: "Y en aquella noche no cogieron
nada".
Crisóstomo, ut supra
En medio de
los trabajos y aflicción de los discípulos, se presenta Jesús. Y sigue:
"Amanecido el día, se situó Jesús en la playa". No quiso
descubrírseles de repente, sino entablar con ellos conversación. Empieza por
hablarles a manera humana. Y sigue: "Jesús les dice: Muchachos, ¿tenéis
algo que comer?" Lo pregunta como quien desea comprar algo; pero en cuanto
ellos temieron, les hizo seña para que le conocieran. Sigue, pues:
"Díjoles: Echad la red a la derecha del barco y encontraréis". A esto
siguieron grandes cosas, siendo la primera la pesca de muchos peces. Y así,
sigue: "Echaron la red y no podían ya sacarla por la multitud de
peces". Pero en este movimiento de Cristo, Pedro y Juan demostraron su
diferente modo de ser. Juan era perspicaz y así conoció enseguida al Señor. Por
esto sigue: "Dice, pues, a Pedro aquel discípulo a quien amaba Jesús: El
Señor es".
Beda
Con esta
indicación demuestra en esta ocasión, como en muchas, su persona. Conoció,
pues, el primero al Señor, bien por esta milagrosa pesca, bien por el conocido
sonido de la voz, o bien por el recuerdo de la primera pesca.
Crisóstomo, ut supra
Como Pedro
era más impetuoso, llegó primero a Cristo. Sigue: "Al oír Simón Pedro que
era el Señor, se ciñó la túnica (porque estaba desnudo)".
Beda
Se dice que
Pedro estaba desnudo en comparación de la demás ropa que acostumbraba usar,
como cuando decimos a alguno que viste un traje sencillo ¿por qué vas desnudo?
O puede entenderse que iba al estilo de los
pescadores.
Teofilacto
El haberse
ceñido Pedro es señal de recato. Se vistió, pues, del lienzo con que los
pescadores de Tiro y de Fenicia solían envolverse para conservar los demás
vestidos, ya estuvieran o no desnudos.
Beda
Con el mismo
ardor con que hacía otras muchas cosas, fue a Jesús. Y sigue: "Y se entró
en el mar", los demás discípulos llegaron en el barco. Pero no se ha de
entender que Pedro fue andando sobre las aguas, sino nadando o por su propio
pie, porque estaban cerca de tierra, pues sigue: "No estaban lejos de
tierra".
Glosa
Aquí hay
trasposición porque sigue: "tirando de la red con los peces", porque
para que haya coordinación debería decir: "Y los otros discípulos vinieron
en el barco tirando de la red con los peces".
Crisóstomo, ut supra
En seguida
cita otro milagro, diciendo: "Cuando bajaron a tierra vieron ascuas
colocadas", etc. No obra aun los milagros en materia preexistente, sino de
una manera más admirable, demostrando que antes de su muerte hacía los milagros
de una manera misteriosa sobre materia que ya existía.
San Agustín, in Ioannem, tract., 122
No se ha de
entender que el pan estuviese colocado sobre las brasas, sino como si dijera:
Vieron colocadas las brasas y el pez puesto sobre ellas, y también vieron el
pan.
Crisóstomo, ut supra
Para
demostrarles que no era ilusión lo que veían, les manda traer de los peces que
habían cogido. Sigue, pues: "Les dice Jesús: Traed de los peces que habéis
cogido ahora". A continuación se vio otro milagro, como el que la red no
se había roto, a pesar de la multitud de los peces. Sigue, pues: "Subió
Simón Pedro y trajo a tierra la red llena de grandes peces, ciento cincuenta y
tres, y siendo tantos, la red no se había roto".
San Agustín, ut supra
En sentido
espiritual, esta captura de los peces es una figura de que la Iglesia deberá
existir en la última resurrección de los muertos. Esto lo da a entender la
interposición del capítulo que, como adicionado al libro que deja concluido,
sirve de introducción a una narración nueva. Los siete discípulos presentes a
esta pesca significan el fin del tiempo, porque éste está comprendido en los
siete días.
Teofilacto
Esta noche
antes de la presencia de Cristo, significa los profetas que no pudieron coger
nada antes de la salida del sol, Jesucristo. Porque aunque se esforzaron en
convertir a Israel, esta nación reincidía frecuentemente en la idolatría.
San Gregorio, In Evang. hom. 24
Se puede
preguntar por qué razón, mientras los discípulos luchaban en medio del mar, se
presentó en la playa, después de su resurrección, el que antes de ella había andado
sobre las olas en presencia de sus discípulos. Pero la mar significa el siglo
presente, que se combate a sí mismo por el choque de las tumultuosas olas de
esta vida corruptible, al paso que la tierra firme de la playa significa la
estabilidad del eterno descanso. Y como los discípulos luchaban todavía con las
olas de esta vida mortal, se fatigaban en el mar, mientras nuestro Redentor,
después de su resurrección, habiendo sacudido la corrupción de la carne,
permanecía firme en la playa.
San Agustín, ut supra
La playa es
el límite del mar, y significa el fin del mundo, pues así como en este pasaje
se figura a la Iglesia tal como se encontrará en el fin del mundo, del mismo
modo el Señor significó en otra pesca a la Iglesia tal cual es ahora; por lo que
en la primera pesca no estaba en la playa, sino que, subiendo a la nave de
Pedro, le rogó que se alejara un poco de tierra. En aquella pesca no se echaron
las redes a la derecha para significar sólo a los buenos, ni a la izquierda
para designar sólo a los malos, sino indiferentemente dijo: "Echad
vuestras redes para pescar" ( Lc 5,4), a fin de que entendamos mezclados
los buenos con los malos. Pero aquí dice "Echadla a la derecha de la
nave", para señalar sólo aquellos buenos que estaban a la derecha. Aquello
lo hizo al principio de su predicación; esto, después de su resurrección. Allí,
manifestando en la pesca de buenos y malos a los que hoy están en la Iglesia; y
en ésta, tan sólo a los buenos, que conservará eternamente en el fin del mundo,
después de la resurrección de los muertos. Aquellos, pues, que pertenecen a la
resurrección de la vida (esto es, a la derecha), y que están prendidos en las
redes del nombre cristiano, éstos aparecerán en la playa cuando resucitaren al
fin del mundo. Esta es la razón por qué no pudieron sacar las redes para
descargar en la nave los peces que habían cogido, como en otras ocasiones lo
hicieron. La Iglesia guarda estos peces de la derecha (como en profundo sueño
de paz) ocultos para después del fin de esta vida, hasta que de la red
descansen en la playa. En cuanto a la pesca primera en dos barcos distantes de
ésta doscientos codos, creo que representan las dos clases de elegidos y la
circuncisión y el prepucio.
Beda
O los
doscientos codos representan los dos preceptos de la caridad, pues por el amor
a Dios y al prójimo nos acercamos a Cristo. El pez asado, es Cristo
crucificado. Este se dignó ocultarse en las aguas del humano linaje; quiso ser
prendido en el lazo de nuestra muerte; y el que se hizo por nosotros pez por la
humanidad, ha sido nuestro pan restaurador por su divinidad.
San Gregorio, ut supra
A Pedro,
pues, le ha sido confiada la Santa Iglesia, y por esto se dice al mismo de una
manera especial: "Apacienta mis ovejas". Lo que después se demuestra
en palabras, ahora se significa por las obras. Este, pues, lleva los peces a la
playa firme, porque enseña a los fieles la estabilidad de la vida eterna. Esto
hizo siempre con la predicación y las epístolas, y ahora lo hace todos los días
por signos y milagros. Pero al decir que la red estaba llena de grandes peces,
expresa cuántos, y dice así: "Llena de grandes peces: ciento cincuenta y
tres".
San Agustín, ut supra
En la otra
pesca no se expresa el número de peces, como si sucediera en aquella lo que
dijo el profeta: "Anuncié, y hablé, y se multiplicaron sin número" ( Sal
39,6). Pero aquí el número es cierto, y debe darse la razón. El número, pues,
significa la Ley, cuyo nombre es diez por el Decálogo. Pero cuando se añade a
la Ley de gracia, esto es, la letra a su espíritu, se añade en cierto modo el
número siete al diez; porque el Espíritu Santo, autor de la santificación, es
designado con el número siete, pues ésta es, en verdad, la primera vez que en
el día séptimo brilló la santificación en la Ley ( Gén 2). El profeta Isaías
nos muestra al Espíritu Santo autor de siete dones de operaciones. Uniéndose,
pues, a la decena de la Ley el septenario del Espíritu Santo, resultan diez y
siete, cuyo número, computado desde el uno hasta el mismo (poniendo en orden de
suma desde el uno hasta el diez y siete inclusive) asciende a ciento cincuenta
y tres.
San Gregorio, ut supra
Multipliquemos
el siete y diez y siete por tres, y resultarán cincuenta y uno, en cuyo año
todo el pueblo descansaba de todo trabajo; pero el verdadero descanso consiste
en la unidad, porque donde hay división no hay verdadero descanso.
San Agustín, ut supra
No sólo resucitarán a vida eterna los ciento cincuenta y tres santos figurados en los ciento cincuenta y tres peces, sino que en este número están comprendidos todos los que recibieron la gracia del Espíritu Santo. Este número contiene tres veces el número cincuenta, y además sobre éste el tres, por el misterio de la Trinidad. Complétase, pues, el número cincuenta por la multiplicación del siete por sí mismo, añadiéndole uno en significación de que los tres son uno. No en vano había dicho que los peces eran grandes, pues habiendo dicho el Señor ( Mt 5,17) "No he venido a destruir la Ley, sino a cumplirla" (dándoles el Espíritu con el cual pudiese la Ley ser cumplida), añade poco después: "El que hiciere y enseñare, será llamado grande en el reino de los cielos" ( Mt 5,19). En la primera pesca se rompió la red, significando los cismas. Pero en ésta, como denota la suprema paz de los santos en la que no se conocerá el cisma, tuvo derecho el Evangelista para decir y como fuesen tantos, esto es tan grandes, no se rompió la red, como si en vista de aquel mal recomendara este bien.
12-14 Jesús
les dice: "Venid, comed". Y ninguno de los que comían con El osaba
preguntarle: "¿Tú quién eres?", sabiendo que era el Señor. Llega,
pues, Jesús, y tomando el pan se lo da, y asimismo el pez. Esta fue ya la
tercera vez que se manifestó Jesús a sus discípulos después que resucitó de
entre los muertos. (vv. 12-14)
San Agustín, in Ioannem, tract., 123
Hecha la
pesca, el Señor los llama a comer. Y sigue: "Jesús les dice: Acercaos a
comer".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 86
Este
Evangelista no dice que comió con ellos. Esto lo dice San Lucas. Comía, no por
necesidad de la naturaleza, sino por condescendencia, para probar su
resurrección.
San Agustín, De civ. Dei 13, 22
En la futura resurrección, los cuerpos de los justos no necesitarán del árbol de la vida que les preserve de la muerte por enfermedad ni decrepitud, ni tampoco de ningunos otros alimentos que los libren de las molestias del hambre y de la sed, porque se hallarán revestidos de una verdadera e inviolable inmortalidad, y no tendrán, si no quieren, necesidad de comer, pues aunque no estarán privados de la facultad, estarán exentos de esta necesidad, así como nuestro Salvador, después de resucitado en verdadera carne, aunque espiritual, comió y bebió con sus discípulos, no por necesidad, sino por potestad.
Sigue:
"Y ninguno de los comensales se atrevía a preguntarle".
San Agustín, in Ioannem, tract., 123
Nadie osaba
dudar quién fuese, pues tanta era la evidencia de la verdad, que nadie se
atreviera, no sólo a negar, pero ni aun a dudar, porque de haber dudado
hubieran preguntado.
Crisóstomo, ut supra
O quiere
decir con esto que los discípulos no tenían ya la misma confianza que antes
para hablarle, sino que estaban sentados con gran respeto y reverencia, fijos
los ojos en El, viéndole transformado admirablemente y queriendo preguntarle
estupefactos. Pero por cuanto sabían que era el Señor, el temor les contenía de
preguntar, y sólo comían lo que les daba con supremo dominio. Ahora no mira al
cielo, ni hace nada que no demuestre que obra por pura condescendencia. Sigue:
"Y vino Jesús", etc.
San Agustín, ut supra
Místicamente,
es el pez asado figura de Cristo crucificado; El mismo es el pan que bajó del
cielo. A éste está incorporada la Iglesia para participar de la bienaventuranza
eterna. Por esto les dijo: "Traed de los peces que cogisteis ahora",
a fin de que todos los que participamos de la misma esperanza sepamos que en el
número de los siete discípulos (en el que está figurada la universalidad de los
fieles) estamos llamados a la comunión de tan grande sacramento y a la sociedad
de la misma bienaventuranza.
San Gregorio, ut supra
El convite
último de los siete discípulos revela que en el banquete de la gloria sólo
estarán con Jesús aquellos que están llenos de los siete dones del Espíritu
Santo. También los siete días comprenden todo el tiempo de este mundo, y con
frecuencia se designa la perfección con este número. Aquellos, pues, que
animados del deseo de perfección se sobreponen a las cosas terrenas, son los
que gozarán del eterno convite de la verdad.
Crisóstomo, ut supra
Como no
estaba continuamente con ellos como antes, dice el Evangelista: "Esta fue
la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después que resucitó de
entre los muertos".
San Agustín, ut supra
Este número
no se refiere a las entrevistas, sino a los días, esto es, el primer día, el de
la resurrección, y después de ocho días, cuando Tomás oyó y creyó, y éste en el
que hizo el milagro de los peces, y después cuantas veces quiso hasta el día
cuadragésimo, en que subió a los cielos.
San Agustín, De cons. evang. 3, 26
Nosotros encontramos acordes a los cuatro evangelistas en que el Señor fue visto diez veces después de su resurrección: una vez en el sepulcro por las mujeres; otra por las mismas en el camino, cuando regresaban del sepulcro; la tercera vez por Pedro; la cuarta por los dos discípulos que iban a la aldea; la quinta por muchos en Jerusalén, en donde no estaba Tomás; la sexta cuando le vio Tomás; la séptima en el mar de Tiberíades; la octava por todos los once en el monte de Galilea, como afirma Mateo; la nona en la última comida, después de la cual ya no volverían a comer con El, según refiere Marcos, y la décima en el día de la ascensión, no ya en tierra, sino elevado en una nube.