Miércoles de la I semana de Pasión
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Juan 10, 22-30 Y se
celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación, y era invierno. Y Jesús se
paseaba en el Templo por el pórtico de Salomón, y los judíos le cercaron y le
dijeron: "¿Hasta cuándo nos acabas el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo
abiertamente". Jesús les respondió: "Os lo digo y no me creéis. Las
obras que yo hago en nombre de mi Padre, éstas dan testimonio de mí; mas
vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz, y yo
las conozco y me siguen. Y yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, y
ninguno las arrebatará de mi mano. Lo que me dio mi Padre es sobre todas las
cosas, y nadie lo puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos
una cosa". (vv. 22-30)
Alcuino
Hemos
presenciado la paciencia de Dios y su predicación de salvación en medio de los
oprobios de los judíos; pero éstos, endurecidos, más bien querían tentarlo que
obedecerlo. "Y se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación".
San Agustín, in Joanem tract 48
La palabra encaenia
1 está formada de la palabra griega kai n o n ,
nuevo, y se designa por ella toda dedicación de alguna cosa nueva.
Crisóstomo, in Joanem hom 60
Esta palabra
significa el día de la dedicación del Templo, o la vuelta de los judíos de la
cautividad de Babilonia.
Teófilacto
Celebraban
los judíos esta fiesta con esplendor, como recobrando la ciudad su propio
brillo después de tan largo cautiverio.
Alcuino
O esta
dedicación era en memoria de la celebración que hizo Judas Macabeo. La primera
dedicación fue celebrada por Salomón en el otoño; la segunda por Zorobabel y
por el sacerdote Jesús en la primavera, y ésta en invierno 2:
"Y era invierno".
Beda
Leemos que
Judas Macabeo estableció que esta dedicación se celebrase en recuerdo con
solemnes ceremonias.
Teofilacto
El
Evangelista expone que era la estación del invierno, para dar a entender que se
acercaba el tiempo de la pasión, porque en la primavera siguiente tuvo lugar la
pasión del Señor, y por eso se hallaba entonces en Jerusalén.
San Gregorio, Moralium 1, 2
O bien tiene
cuidado de expresar la estación del invierno para indicar los fríos
sentimientos que existían en el corazón de los judíos.
Crisóstomo, ut supra
Cristo
asistía a esta solemnidad con mucho empeño; por lo demás, iba a menudo a Judea,
porque estaba próxima la pasión. "Y Jesús se paseaba en el Templo por el
pórtico de Salomón".
Alcuino
Se llamaba
pórtico de Salomón el lugar en que este rey se ponía para orar. Los pórticos
que rodeaban el Templo solían tomar el nombre del Templo. Si, pues, el Hijo de
Dios quiso pasearse en el Templo en que se le hacían ofrendas de animales
irracionales, ¡con cuánta mayor razón se alegrará de venir a nuestra casa de
oración, en la cual se consagra su carne y su sangre!
Teófilacto
Mientras
dura el crudo invierno, es decir, la vida presente, azotada por las tormentas
de la iniquidad, esfuérzate en celebrar las encaenias espirituales de tu
templo, renovándote siempre a ti mismo, y preparando ascensiones en tu corazón.
Entonces Jesús estará propicio a ti en el pórtico de Salomón, concediéndote una
vida tranquila y pacífica bajo su propio techo, porque en la vida futura nadie
podrá celebrar la solemnidad de una renovación.
San Agustín, in Joanem tract 48
Como el
sentimiento de la caridad se había resfriado en el corazón de los judíos, y el
afán de hacer mal se había despertado en su alma, no se acercaban tocados de la
fe, sino que perseguían movidos por la rabia: "Y los judíos le cercaron y
le dijeron: ¿hasta cuándo nos acabas el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo
abiertamente". Hablaban así los judíos, no por el deseo de saber la
verdad, sino para preparar el camino a la calumnia.
Crisóstomo, ut supra
No pudiendo
recriminar en nada sus acciones, andaban en acecho para cogerlo en las
palabras. Y mira su perversidad. Cuando El les instruye con palabras, le dicen:
"¿Qué milagro nos muestras?" Y cuando El se lo manifiesta con las
obras, le dicen: "Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente",
estando siempre en continua contradicción. Llenas de odio estaban las palabras
que le dirigían: "Dínoslo abiertamente", y sin embargo, El lo decía
todo en público, hallándose presente siempre a las solemnidades, y jamás
hablaba nada en secreto. Mas con estas palabras intentan adularle, diciéndole
después: "Hasta cuándo nos acabas el alma", provocándolo de este modo
para ver si podían hacerle caer en algún lazo.
Alcuino
Alegan que
les tiene los ánimos en suspenso y en la incertidumbre el que había venido para
salvar las almas.
San Agustín, ut supra
Pretendían
oír de los labios del Salvador estas palabras: "Yo soy el Cristo", y
tal vez conocían a Cristo en cuanto hombre, pero no entendían su divinidad en
los Profetas. Por esto, si El decía: "Yo soy el Cristo", según lo que
ellos sabían de la descendencia de David, lo habrían calumniado de que se
apropiaba el poder real.
Alcuino
Y así
pensaban entregarlo a la potestad del gobernador para que lo castigara, como a
usurpador del trono de Augusto; por lo cual el Señor templa su respuesta de tal
modo que cierra los labios de los calumniadores, enseña a los fieles que El es
Cristo, y descubre los misterios de su divinidad a los que preguntaban sobre su
humanidad. Jesús les respondió: "Os lo digo y no me creéis", etc.
Crisóstomo, ut supra
Les echa en
cara su malicia, porque fingían bastarles una sola palabra para persuadirse,
los que no se habían persuadido con tantas obras; como si les dijera: ¿si no
creéis en las obras, cómo habéis de creer en las palabras? Y cuál sea el motivo
de su incredulidad lo dice al punto: "Mas vosotros no creéis, porque no
sois de mis ovejas".
San Agustín, ut supra
Esto les
dijo porque los veía predestinados a la muerte eterna, y no a la vida eterna
que El les había conquistado con su sangre. Lo que hacen las ovejas es creer al
pastor y seguirlo.
Teófilacto
Después de
haberles dicho: "No sois de mis ovejas", les exhorta al punto para
que se hagan sus ovejas, diciendo: "Mis ovejas oyen mi voz".
Alcuino
Esto es,
siguen de corazón mis preceptos. "Y yo las conozco", es decir, yo las
elijo. "Y ellas me siguen" aquí abajo, yendo delante de ellas por el
camino de la mansedumbre y de la inocencia, y después entrando en los goces de
la vida eterna: "Y yo les doy vida eterna".
San Agustín, ut supra
Estos son
los pastos de que poco antes había dicho ( Jn 10,9): "Y encontrará
pastos". Buen pasto se dice de la vida eterna, en donde ninguna yerba se
marchita; todo allí está verde. Mas vosotros echáis mano de la calumnia, porque
sólo pensáis en la vida presente. "Y no perecerán jamás". Puedes
sobreentender: Vosotros pereceréis para siempre, porque no sois de mis ovejas.
Teófilacto
Pero ¿cómo
vemos a Judas perecer? Porque no perseveró hasta el fin. Empero, Cristo sólo
había hablado de los que perseveraren, porque si alguno se separa del rebaño de
las ovejas y deja de seguir al pastor, al punto cae en peligro.
San Agustín, ut supra
El añade por
qué no han de perecer: "Y ninguno las arrebatará de mis manos". Habla
de las ovejas, de las que se dice: El Señor conoce a aquellos que le pertenecen
( 2Tim 2,19); ni el lobo los arrebata, ni el ladrón los roba, ni el salteador
los mata; seguro está del número de aquellos, el que sabe lo que ha dado por
ellos.
San Hilario, De Trin 1, 7
Esta palabra
es el testimonio de un poder, del cual tiene conciencia. Aunque estando en la
naturaleza de Dios, debe ser considerado como naciendo de Dios, y por eso
añade: "Lo que me dio mi Padre, es sobre todas las cosas". No oculta
que El ha nacido del Padre y lo que recibió del Padre lo recibió al nacer, no
después.
San Agustín, in Joanem tract 48
No por su
crecimiento y desarrollo, sino por su nacimiento, es igual al Padre el que
desde la eternidad nació Hijo del Padre, Dios de Dios. "Esto es lo que me
dio el Padre", lo que es sobre todas las cosas, a saber: que yo soy su
Verbo, que yo soy su Hijo único, que yo soy el brillo de su luz. "Y
ninguno puede arrebatar las ovejas de mi mano", porque tampoco nadie las
puede arrebatar de la mano de mi Padre: "Y nadie las puede arrebatar de la
mano de mi Padre". Si por mano entendemos el poder, uno es el poder del
Padre y del Hijo, porque es una la Divinidad. Si por mano entendemos al Hijo,
la mano del Padre es el Hijo mismo; lo que no decimos porque Dios tenga
miembros corporales, sino porque Dios ha hecho todas las cosas por su Hijo. Así
los hombres suelen decir también que sus manos son otros hombres por los cuales
hacen lo que quieren. Alguna vez también suele llamarse la mano del hombre a la
misma obra del hombre, porque se hace mediante la mano; a la manera que decimos
que un hombre reconoce su mano cuando reconoce lo que ha escrito. En este
lugar, por la mano del Padre y del Hijo, debemos entender su poder; no sea que
después de haber tomado al Hijo por la mano del Padre, nuestro pensamiento
carnal empiece a buscar al hijo del Hijo.
San Hilario, ut supra
A fin de que
puedas comprender por una comparación material un poder de la misma naturaleza,
se ha llamado a la mano del Hijo mano del Padre, porque la naturaleza y el
poder del Padre se encuentran también en el Hijo.
Crisóstomo, in Joanem hom 60
Después,
para que no pienses que El es débil, y que sólo por el poder del Padre es por
lo que las ovejas están seguras, añade: "Yo y el Padre somos una misma
cosa".
San Agustín, in Joanem tract 35
Escucha
estas dos palabras, somos y una cosa, y te librarás de Escila y de Caribdis 3. La palabra una cosa te libra de Arrio; la
palabra somos te libra de Sabelio. Si una cosa, luego no es diferente; si somos,
luego Padre e Hijo.
San Agustín, De Trin. 6, 2
Una cosa
somos, se ha dicho: lo que El es, yo lo soy por esencia, no por relación.
San Hilario, de Trin. 1, 8
Como los
herejes no pueden negar estas cosas, las tratan de corromper con las tremendas
mentiras de su impiedad. Pretenden referir esto a la unidad de consentimiento,
de manera que haya en ellos sólo la unidad de voluntad, mas no de naturaleza.
Esto es, que el Padre y el Hijo son uno, no porque ellos son, sino porque
quieren lo mismo. Pero son uno por unidad de generación, en la que Dios no
pierde nada de sí por efecto de esta generación. Son uno, en tanto que no se
quitan de la mano del Hijo las cosas que no se quitan de la mano del Padre.
Mientras el Padre es obrado en su obrante, mientras El está en el Padre y el
Padre permanece en El. Esto no es efecto de la creación, sino del nacimiento;
no lo hace la voluntad, sino el poder; no la unanimidad que habla, sino la
naturaleza. No negamos, pues, la unanimidad entre el Padre y el Hijo, como nos
atribuyen los herejes, afirmando que nosotros admitimos solamente la concordia
para la unanimidad. Pero oigan qué unanimidad es la que nosotros no negamos: El
Padre y el Hijo son uno por naturaleza en honor y en poder, y siendo la misma
la naturaleza, no pueden tener dos voluntades diversas.
Notas
1. Dedicación, en griego egkainia . Sustantivo derivado del verbo egkainizw : renovar. Los LXX se valen del sustantivo para designar la fiesta que recuerda la nueva dedicación del Templo en el año 165.
2. La fiesta de la dedicación del Templo, en hebreo hanukka, consagración, celebra la renovada dedicación del Templo por Judas Macabeo, después de la victoria sobre los sirios, en el año 165 a.C. La primera consagración fue durante el reinado de Salomón (970-930 a.C.). Durante el gobierno Zorobabel, que fue gobernador de Judá bajo soberanía persa, siendo sumo sacerdote Josué, en el año 516 a.C. se dedicó nuevamente el Templo reconstruido tras el destierro.
3. Escila y Caribdis, respectivamente escollo y remolino del estrecho de Mesina, Italia. Eran temidos por los navegantes antiguos. En Homero aparecen como habitados por sendos monstruos.
31-38 Entonces
los judíos tomaron piedras para apedrearle. Jesús les respondió: "Muchas
buenas obras os he mostrado de mi Padre, ¿por cuál obra de ellas me
apedreáis?" Los judíos le respondieron: "No te apedreamos por la
buena obra, sino por la blasfemia, y porque tú, siendo hombre, te haces Dios a
ti mismo". Jesús les respondió: "No está escrito en vuestra Ley: Yo
dije, dioses sois. ¿Pues si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra
de Dios, y la Escritura no puede faltar; a mí, que el Padre santificó y envió
al mundo, vosotros decís: Que blasfemas, porque he dicho, soy Hijo de Dios? Si
no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque a mí no me
queráis creer, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está
en mí y yo en el Padre". (vv. 31-38)
San Agustín, in Joanem tract 48
Los judíos
oyeron estas palabras: "Yo y el Padre somos una cosa" y no lo
pudieron soportar. Y según su costumbre, endurecidos, acudieron a las piedras:
"Entonces los judíos tomaron piedras para apedrearle".
San Hilario, De Trin. 1, 7
Ahora los
herejes, con la misma impiedad, bramando de furor y rehusando obedecer a sus
palabras, emplean contra el Señor, que está sentado en los cielos, su furor
sacrílego; lanzan sus palabras, que son como piedras, y, si pudieran, lo
volverían a traer de su trono a la Cruz.
Teófilacto
El Señor,
para mostrarles que no tenían razón alguna para enfurecerse contra El, les
recuerda los milagros que ha hecho. Jesús les respondió: "Muchas buenas
obras os he mostrado", etc.
Alcuino
A saber,
sanando enfermos, en la manifestación de mi doctrina y de mis milagros, que
mostré eran del Padre, porque siempre busqué su gloria: "¿Por cuál obra de
ellas me apedreáis?" Aunque contra su voluntad, se ven obligados a
confesar que muchos beneficios les venían de Cristo; pero llaman blasfemia a lo
que había dicho de su igualdad y de la de su Padre. "Los judíos le
respondieron: No te apedreamos por la buena obra, sino por la blasfemia",
etc.
San Agustín, ut supra
Es su
respuesta a esta palabra: "Yo y el Padre somos una cosa". He aquí que
los judíos entendieron lo que los arrianos no entienden, y se enfurecieron
porque conocieron que no podía decirse "Yo y el Padre somos una
cosa", a no ser que haya igualdad del Padre y del Hijo.
San Hilario, ut supra
El judío
dice, siendo hombre; el arriano, siendo criatura. Uno y otro añaden: "Te
haces Dios". El arriano habla de un dios, de una sustancia nueva y
extraña, de tal suerte, que resulta un dios de otro género, o ni aun dios
siquiera, puesto que dice: "No es dios por nacimiento, no es dios en
verdad; es una criatura superior a todas".
Crisóstomo, in Joanem hom 60
El Señor no
destruyó la opinión de los judíos que creían que El se hacía igual a Dios;
antes bien hace todo lo contrario. Jesús les respondió: "No está escrito
en vuestra Ley".
San Agustín, in Joanem tract 48
Es decir, en
la Ley que se os ha dado, "Yo dije: ¿dioses sois?". Dios dijo esto a
los hombres por el Profeta en un Salmo, y el Señor llama generalmente Ley a
todas aquellas Escrituras, aun cuando alguna vez la llame Ley, distinguiéndola
de los Profetas, como se ve en aquel pasaje de San Mateo (22,40): "De
estos dos mandamientos depende toda la Ley y los Profetas". Alguna vez
divide en tres las mismas Escrituras, cuando dice ( Lc 24,26-27):
"Convenía que se cumpliesen toda las cosas que de mí estaban escritas en
la Ley, en los Profetas y en los Salmos". Aquí llama también a los Salmos
con el nombre de Ley. He aquí su argumento: si El llamó dioses a aquellos a
quienes se dirige la palabra de Dios, y la Escritura no puede faltar, ¿cómo
podéis decir que blasfema Aquel a quien Dios santificó y envió al mundo, porque
dijo: soy Hijo de Dios?
San Hilario, ut supra
Antes de
demostrar que El y el Padre eran una misma cosa por naturaleza, comienza a
refutar el ridículo y estúpido ultraje de acusarlo porque se llamaba Dios, no
siendo sino hombre. Aplicando la palabra de Dios, este nombre a los hombres
santos, y apoyando así en esta autoridad irrefragable la atribución hecha de
este nombre a los mortales, ya no es un crimen que El se haga Dios siendo
hombre, cuando la Ley llama dioses a aquellos que son hombres. Y si la
usurpación de este nombre no es sacrílega entre los demás hombres, ¿por qué ha
de parecer que la usurpa imprudentemente, al haberse llamado Hijo de Dios,
Aquel a quien Dios santificó, pues aventaja a todos los demás que de manera
impía se permiten llamarse dioses, porque El ha sido santificado para ser Hijo,
como lo dice el Apóstol San Pablo por estas palabras ( Rom 1,4): "Porque
ha sido predestinado Hijo de Dios con poder según el espíritu de
santificación". Toda esta respuesta concierne al Hijo del hombre en cuanto
el Hijo de Dios es también Hijo del hombre.
San Agustín, ut supra
O de otra
manera: Lo santificó, esto es, al engendrarlo le dio el ser santo, porque lo
engendró santo. Ahora bien, si la palabra de Dios se ha hecho para los hombres
a fin de que puedan llamarse dioses, el Verbo mismo de Dios ¿cómo no es Dios?
Si los hombres, participando del Verbo de Dios se hacen dioses, ¿no ha de ser
Dios el Verbo de donde toman la participación?
Teófilacto
O lo
santificó, esto es, lo consagró para que se sacrificara por el mundo; en lo
cual mostró que El no era Dios como los demás, porque salvar al mundo es una
obra divina, pero no de un hombre deificado por la gracia.
Crisóstomo, in Joanem hom 60
O esperando
que sus palabras fuesen recibidas, habló con más humildad. Pero después los
lleva a cosas más elevadas, diciendo: "Si no hago las obras de mi Padre,
no me creáis", manifestando así que en nada era menor que el Padre. Como a
ellos les era imposible ver su substancia, les da una prueba de la igualdad de
su poder, produciendo la igualdad de las obras.
San Hilario, ut supra
¿Qué lugar
hay aquí para la adopción, para conceder un nombre, de manera que no sea Hijo
de Dios por naturaleza cuando la prueba de que es Hijo de Dios son las obras
del poder de su Padre? Porque la creatura no se equipara a Dios, puesto que a
El no se le puede comparar naturaleza alguna que le sea ajena. Da testimonio de
que El cumple no lo que es suyo sino lo que es de su Padre, a fin de no
destruir el hecho de su generación por la grandeza de sus actos. Y como bajo el
misterio del cuerpo, tomado y nacido de María, no se veía la naturaleza del
Hijo del hombre y de Dios, la fe nos lo avisa por los hechos, diciendo:
"Mas si las hago, aunque a mí no me queráis creer, creed a las
obras". ¿Por qué, pues, el misterio del nacimiento humano ha de impedir el
conocimiento del nacimiento divino, cuando Aquel que ha recibido este
nacimiento divino cumple todas sus obras, rodeado de esta humanidad que lo
sigue? Haciendo, pues, las obras de su Padre, ha querido demostrar lo que debía
creerse en las obras, porque añade: "Para que conozcáis y creáis que El
está en mí, y yo en el Padre". Esto significan aquellas palabras:
"Soy Hijo de Dios", y esto ( Jn 10,30): "Yo y el Padre somos una
cosa".
San Agustín, in Joanem tract 48
Porque el Hijo no dice: Mi Padre está en mí y yo en El, a la manera que lo pueden decir los hombres; pues por los buenos pensamientos estamos en Dios, y por medio de una vida santa vive en nosotros. Participando de su gracia e iluminados por su luz, estamos en El y El está en nosotros. Mas el Hijo Unigénito de Dios está en el Padre y el Padre en El, de la misma manera que un igual en aquel que es su igual.