EJEMPLO
Viviendo
este santo joven enteramente dedicado al amor de María, sucedió que el
primer día de agosto oyó un sermón del padre Pedro Canisio, en el cual
predicando a los novicios de la Compañía, lleno de fervor dio a todos el
gran consejo de vivir cada día como si fuese el último de su vida,
después del cual debiésemos presentarnos al tribunal de Dios. Concluido
el sermón, San Estanislao dijo a los compañeros que aquel consejo había
sido especialmente para él una voz divina, pues debía morir en aquel
mismo mes.
Habló
así, o porque Dios expresamente se lo reveló, o a lo menos porque tuvo
de ello cierto presentimiento secreto, como se ve por lo que aconteció
después. Al cabo de cuatro días, yendo el santo joven con el padre
Manuel a Santa María la Mayor, y conversando con él sobre la próxima
fiesta de la Asunción, dijo: "Padre mío, yo creo que aquel día se vio en
el cielo un nuevo cielo, pues se vio la gloria de la Madre de Dios
coronada por Reina del cielo, y colocada muy cerca del Señor, sobre
todos los coros de los Angeles. Y si es verdad, como yo lo tengo por
cierto, que cada año se renueva la fiesta en el cielo, espero que veré
la primera." Luego, habiendo tocado por suerte a San Estanislao para
protector del mes, según la costumbre de su religión, el glorioso mártir
San Lorenzo, se dice que él escribió a su Madre María una carta, en la
cual le rogaba que le alcanzase que pudiera hallarse en el paraíso para
ver aquella fiesta. En el día de San Lorenzo comulgó, y suplicó después
al Santo que presentase aquella carta a la divina Madre, interponiendo
con Ella su intercesión para que María santísima le oyese. Y he aquí que
al anochecer de aquel mismo día le acometió la calentura, y aunque muy
ligera, sin embargo desde entonces obtuvo por cierta la gracia que había
pedido de su cercana muerte. En efecto, al acostarse dijo transportado
de júbilo y sonriéndose: "No me levantaré ya más de este lecho"; y
añadió al padre Claudio Aquaviva: "Padre mío, creo que San Lorenzo me ha
alcanzado ya de María la gracia de encontrarme en el cielo por la
fiesta de su Asunción"; pero nadie hizo caso de tales palabras. Llegada
la vigilia de la fiesta, el mal continuaba presentándose leve, pero el
Santo dijo a un hermano que a la noche siguiente moriría; a lo que éste
contestó: "¡Oh hermano!, mayor milagro sería morir de un mal tan leve
que el curar de él". Mas he aquí que después de mediodía cayó en un
abatimiento moral, un sudor frío bañaba su cuerpo, y perdió enteramente
las fuerzas. Acudió el Superior, al cual Estanislao suplicó que le
mandara poner sobre la tierra desnuda a fin de morir como penitente, lo
que se le concedió para complacerle, y fue puesto en tierra sobre un
colchoncito. Luego se confesó, recibió el Viático, no sin arrancar
lágrimas a todos los que le asistían, porque al entrar en su celda el
santísimo Sacramento vieron brillar en sus ojos una celestial alegría, y
su rostro inflamado de santo amor, que parecía un Serafín. Recibió
también la Extremaunción, y entre tanto no hacía más que levantar los
ojos al cielo, o mirar, besar y estrechar amorosamente contra su corazón
una imagen de María. Un padre le preguntó: "¿De qué os sirve este
rosario en la mano si no podéis rezarlo?" "Me sirve, contestó, para
consolarme, porque es cosa de mi Madre." "¿Cuánto más, —replicó el padre
—, os consolaréis viéndola y besándole la mano en el cielo?" Entonces
el Santo, con el rostro inflamado, levantó las manos, manifestando así
el deseo de hallarse luego en su presencia. En aquel momento se le
apareció su amada Madre, como él mismo indicó a los circunstantes, y
poco después del amanecer del día 15 de agosto expiró con un semblante
de predestinado, con los ojos fijos en el cielo sin hacer el menor
movimiento, de manera que presentándole después la imagen de la
santísima Virgen, y viendo que ya no hacía ningún acto de amor hacia
Ella, advirtieron que había pasado ya al cielo a besar los pies de su
amada Reina.