miércoles, 11 de agosto de 2021

DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA. San Alfonso María de Ligorio (III)

 

EJEMPLO

Viviendo este santo joven enteramente dedicado al amor de María, sucedió que el primer día de agosto oyó un sermón del padre Pedro Canisio, en el cual predicando a los novicios de la Compañía, lleno de fervor dio a todos el gran consejo de vivir cada día como si fuese el último de su vida, después del cual debiésemos presentarnos al tribunal de Dios. Concluido el sermón, San Estanislao dijo a los compañeros que aquel consejo había sido especialmente para él una voz divina, pues debía morir en aquel mismo mes.

Habló así, o porque Dios expresamente se lo reveló, o a lo menos porque tuvo de ello cierto presentimiento secreto, como se ve por lo que aconteció después. Al cabo de cuatro días, yendo el santo joven con el padre Manuel a Santa María la Mayor, y conversando con él sobre la próxima fiesta de la Asunción, dijo: "Padre mío, yo creo que aquel día se vio en el cielo un nuevo cielo, pues se vio la gloria de la Madre de Dios coronada por Reina del cielo, y colocada muy cerca del Señor, sobre todos los coros de los Angeles. Y si es verdad, como yo lo tengo por cierto, que cada año se renueva la fiesta en el cielo, espero que veré la primera." Luego, habiendo tocado por suerte a San Estanislao para protector del mes, según la costumbre de su religión, el glorioso mártir San Lorenzo, se dice que él escribió a su Madre María una carta, en la cual le rogaba que le alcanzase que pudiera hallarse en el paraíso para ver aquella fiesta. En el día de San Lorenzo comulgó, y suplicó después al Santo que presentase aquella carta a la divina Madre, interponiendo con Ella su intercesión para que María santísima le oyese. Y he aquí que al anochecer de aquel mismo día le acometió la calentura, y aunque muy ligera, sin embargo desde entonces obtuvo por cierta la gracia que había pedido de su cercana muerte. En efecto, al acostarse dijo transportado de júbilo y sonriéndose: "No me levantaré ya más de este lecho"; y añadió al padre Claudio Aquaviva: "Padre mío, creo que San Lorenzo me ha alcanzado ya de María la gracia de encontrarme en el cielo por la fiesta de su Asunción"; pero nadie hizo caso de tales palabras. Llegada la vigilia de la fiesta, el mal continuaba presentándose leve, pero el Santo dijo a un hermano que a la noche siguiente moriría; a lo que éste contestó: "¡Oh hermano!, mayor milagro sería morir de un mal tan leve que el curar de él". Mas he aquí que después de mediodía cayó en un abatimiento moral, un sudor frío bañaba su cuerpo, y perdió enteramente las fuerzas. Acudió el Superior, al cual Estanislao suplicó que le mandara poner sobre la tierra desnuda a fin de morir como penitente, lo que se le concedió para complacerle, y fue puesto en tierra sobre un colchoncito. Luego se confesó, recibió el Viático, no sin arrancar lágrimas a todos los que le asistían, porque al entrar en su celda el santísimo Sacramento vieron brillar en sus ojos una celestial alegría, y su rostro inflamado de santo amor, que parecía un Serafín. Recibió también la Extremaunción, y entre tanto no hacía más que levantar los ojos al cielo, o mirar, besar y estrechar amorosamente contra su corazón una imagen de María. Un padre le preguntó: "¿De qué os sirve este rosario en la mano si no podéis rezarlo?" "Me sirve, contestó, para consolarme, porque es cosa de mi Madre." "¿Cuánto más, —replicó el padre —, os consolaréis viéndola y besándole la mano en el cielo?" Entonces el Santo, con el rostro inflamado, levantó las manos, manifestando así el deseo de hallarse luego en su presencia. En aquel momento se le apareció su amada Madre, como él mismo indicó a los circunstantes, y poco después del amanecer del día 15 de agosto expiró con un semblante de predestinado, con los ojos fijos en el cielo sin hacer el menor movimiento, de manera que presentándole después la imagen de la santísima Virgen, y viendo que ya no hacía ningún acto de amor hacia Ella, advirtieron que había pasado ya al cielo a besar los pies de su amada Reina.