Quienes
se han consagrado a Dios deben amar la mortificación y la pobreza
"
Más de cuatro mil personas siguieron a Jesús en el desierto " (1),
cautivadas por el ejemplo de su vida santa y por el celo que en convertir las
almas ponía de manifiesto en sus fervorosas predicaciones.
Aquellas gentes no se cansaban de acompañar al Señor, aun debiendo caminar por lugares solitarios, sin tener ni poder encontrar de qué alimentarse; " le siguieron, dice el eangelio, durante tres días consecutivos sin mostrar inquietud por el sustento corporal ".
Si procedieron así, fue por estar seguras de que yendo en pos de Jesucristo, no tenían motivo para preocuparse del cuerpo, sino únicamente del alma; y que, para perfeccionar el alma, débese, según san Pablo, mortificar la carne y reducirla a servidumbre (2); pues, cuanto más humillado y mortificado esté el cuerpo, tanto más se purifica el alma, más agrada a Dios y mejor se capacita para conseguir la perfección que le corresponde.
Vosotros dejasteis el mundo para seguir a Jesucristo en la soledad; poned, pues, todo vuestro conato en e tregaros a Él sin reserva.
Al ver que el pueblo se desentendía de lo relativo al alimento corporal, Jesucristo mismo lo toma por su cuenta proveyendo a la manutención de quienes enteramente se le han consagrado.
Y está muy puesto en razón confiarse a su beneplácito en tales ocasiones; pues, cuanto con más descuido se entrega uno a los cuidados de la Providencia, tanto más cuida Ella de no consentir que falte cosa alguna.
¡Caso sorprendente! ¡Aquel pueblo, durante tres días no tiene una sola palabra de queja o que denote inquietud! ¡Le basta que Jesucristo conozca su apuro! Por ventura, ¿desamparó Él en alguna ocasión a quienes se han esmerado en agradarle y no piensan sino en seguirle?
¿Procedéis así vosotros? ¿Vivís hasta tal punto prendados de Jesucristo que no penséis ya en vosotros? Despreocupados de todo aquello que no sea alimentar vuestra alma con las máximas del santo Evangelio y ponerlas en práctica. Y aplicaos con tanto interés a lo que mira a vuestro progreso espiritual, que os olvidéis de las reclamaciones del cuerpo.
Admirad la misericordia de Jesucristo con la multitud que le seguía: Me da compasión este pueblo (3), dice: y, para darles de comer a todos, obra el milagro multiplicando de tal forma siete panes que, después de alimentar a tan subido número de personas hasta dejarlas a todas satisfechas, quedan aún restos en abundancia.
" Así sustentó Dios en el desierto durante cuarenta años al pueblo judío, sin que tuviera nadie que importunarse lo más mínimo por allegar lo necesario, durante tan largo tiempo " (4).
Así satisfará Dios también todas vuestras necesidades, si pensáis sólo en santificaros y en desempeñar a conciencia vuestros deberes de estado. Por eso dijo Dios a santa Catalina de Sena que pensara en Él, y Él pensaría en ella.
Dios, que creó a todos los hombres, desea que no carezcan de lo indispensable, y El mismo se cuida de ello, cuando otros medios les faltan.
Vosotros que, en el ejercicio del empleo, laboráis el campo de Dios, vivid seguros de que Él cuidará de vosotros, siempre que le sirváis fielmente y nada le neguéis de cuanto os pida.
Aquellas gentes no se cansaban de acompañar al Señor, aun debiendo caminar por lugares solitarios, sin tener ni poder encontrar de qué alimentarse; " le siguieron, dice el eangelio, durante tres días consecutivos sin mostrar inquietud por el sustento corporal ".
Si procedieron así, fue por estar seguras de que yendo en pos de Jesucristo, no tenían motivo para preocuparse del cuerpo, sino únicamente del alma; y que, para perfeccionar el alma, débese, según san Pablo, mortificar la carne y reducirla a servidumbre (2); pues, cuanto más humillado y mortificado esté el cuerpo, tanto más se purifica el alma, más agrada a Dios y mejor se capacita para conseguir la perfección que le corresponde.
Vosotros dejasteis el mundo para seguir a Jesucristo en la soledad; poned, pues, todo vuestro conato en e tregaros a Él sin reserva.
Al ver que el pueblo se desentendía de lo relativo al alimento corporal, Jesucristo mismo lo toma por su cuenta proveyendo a la manutención de quienes enteramente se le han consagrado.
Y está muy puesto en razón confiarse a su beneplácito en tales ocasiones; pues, cuanto con más descuido se entrega uno a los cuidados de la Providencia, tanto más cuida Ella de no consentir que falte cosa alguna.
¡Caso sorprendente! ¡Aquel pueblo, durante tres días no tiene una sola palabra de queja o que denote inquietud! ¡Le basta que Jesucristo conozca su apuro! Por ventura, ¿desamparó Él en alguna ocasión a quienes se han esmerado en agradarle y no piensan sino en seguirle?
¿Procedéis así vosotros? ¿Vivís hasta tal punto prendados de Jesucristo que no penséis ya en vosotros? Despreocupados de todo aquello que no sea alimentar vuestra alma con las máximas del santo Evangelio y ponerlas en práctica. Y aplicaos con tanto interés a lo que mira a vuestro progreso espiritual, que os olvidéis de las reclamaciones del cuerpo.
Admirad la misericordia de Jesucristo con la multitud que le seguía: Me da compasión este pueblo (3), dice: y, para darles de comer a todos, obra el milagro multiplicando de tal forma siete panes que, después de alimentar a tan subido número de personas hasta dejarlas a todas satisfechas, quedan aún restos en abundancia.
" Así sustentó Dios en el desierto durante cuarenta años al pueblo judío, sin que tuviera nadie que importunarse lo más mínimo por allegar lo necesario, durante tan largo tiempo " (4).
Así satisfará Dios también todas vuestras necesidades, si pensáis sólo en santificaros y en desempeñar a conciencia vuestros deberes de estado. Por eso dijo Dios a santa Catalina de Sena que pensara en Él, y Él pensaría en ella.
Dios, que creó a todos los hombres, desea que no carezcan de lo indispensable, y El mismo se cuida de ello, cuando otros medios les faltan.
Vosotros que, en el ejercicio del empleo, laboráis el campo de Dios, vivid seguros de que Él cuidará de vosotros, siempre que le sirváis fielmente y nada le neguéis de cuanto os pida.