MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO QUINTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
San Juan Bautista de la Salle
Que
los religiosos han de tener mucha más virtud que los seglares.
Dice
Jesucristo a sus santos Apóstoles en el evangelio de este día que, si su
virtud no es mayor que la de los fariseos, no entrarán en el reino de los
cielos (1).
Aplicaos
estas palabras, y persuadíos de que Jesucristo os las dirige a vosotros
diciéndoos: si vuestra virtud no aventaja a la que tienen las personas del
siglo, seréis más reprensibles que ellas en el día del juicio.
Los
mundanos, como los fariseos, se limitan a cumplir lo externo y aparente de la
religión: asisten a la santa misa, escuchan a los predicadores, se hallan
presentes de cuando en cuando en el oficio divino; pero realizan todos esos
actos y otros semejantes sin espíritu interior.
Vosotros,
que os habéis dado a Dios y, por consiguiente, debéis consagrarle todo el
tiempo de vuestra vida; tenéis además que hacerlo todo por espíritu de
religión, y no contentaros con cumplir tan sólo exteriormente los deberes de
vuestro estado; pues, si los hombres se dan por contentos con lo aparente de las
obras, Dios, que escudriña los corazones (2), para nada se lo tendrá en
cuenta.
Los
que en el mundo tienen cierta piedad, juzgan haber satisfecho sus obligaciones
con no aparentar vicios notables, y con observar exteriormente conducta que no
sea de todo punto reprensible.
Pero
Jesucristo condena ese modo de sentir en quienes se aplican a servirle con
fidelidad, y no gusta que se acerquen a Él en la oración ni participen en la
Eucaristía, si tienen el menor resentimiento contra su hermano (3). Desea que,
muy al contrario de odiar a los enemigos, se los ame, se les haga bien y se rece
por ellos (4).
Lo
que exige Dios de vosotros, y en lo que desea supere vuestra justicia a la de
los mundanos, es en el cumplimiento diligente, no sólo de sus mandamientos,
sino también en la fidelidad a la práctica de los consejos evangélicos y, por
consiguiente, a la observancia de las Reglas. ¿No tenéis nada que reprocharos
acerca de todo eso?
Las
personas que viven en el siglo piensan poquísimo en Dios, y apenas les inquieta
cuanto con cierne a la salvación. De modo que su tarea única consiste, de
ordinario, en atender los negocios temporales, o lo concerniente al cuerpo; como
si la mayor parte de los hombres no tuvieran otra cosa que esperar ni que temer
más allá de la vida presente
¿
Se les habla de Dios, de lo que a Él conduce, de los deberes esenciales del
cristiano, de la práctica del bien, de la huída de las ocasiones de pecar o de
las compañías peligrosas? Para todo eso tienen orejas y no oyen (5), pues no
caen en la cuenta sino de lo que impresiona a los sentidos.
En
cuanto a vosotros, que dejasteis el mundo para llevar vida que se eleve por
encima de la naturaleza y de las inclinaciones humanas, y para trabajar en la
salvación del prójimo; no debéis aficionaros ni aplicaros más que a Dios y
al ministerio con que Él os ha honrado; de suerte que toda vuestra diligencia
la pongáis en vacar a las cosas puramente espirituales.