Triduo
de la Divina Misericordia 2018
Tercer
día, sábado 7 de abril
El corazón misericordioso de la Virgen María
Coincide nuestra preparación para la fiesta
de la Divina Misericordia con el primer sábado de mes en el que queremos de
modo particular honrar y reparar el Inmaculado Corazón de la Virgen María.
Su Corazón inmaculado es obra de la misericordia
de Dios y fuente al mismo tiempo de misericordia.
Todo lo que hay en María, como todo lo bueno
que existe, tiene su origen en Dios y es obra suya. Al contemplar la belleza,
bondad y santidad de la Virgen María vemos la obra de la gracia de Dios que
realiza en sus criaturas maravillas.
En este día, contemplemos su misericordia,
crezcamos en agradecimiento, entonemos nuestro cántico de acción de gracias por
la Virgen María y con ella digamos: el Poderoso ha hecho obras grande en ti,
porque es eterna su misericordia.
El corazón de María obra de la misericordia de Dios
Sí. Demos gracias a Dios de todo bien por la
Virgen Santísima.
El Señor la predestinó en el decreto mismo
de la encarnación del Hijo de Dios, para estar estrechamente unida a su Hijo Jesucristo
en la obra de la Salvación, porque es eterna su misericordia.
Dios la eligió desde la eternidad para Madre
de Jesucristo, y como Madre suya, la ama con amor único, y adornada y
enriquecida con privilegios y dones del todo singulares, porque es eterna su
misericordia.
Dios la llenó de toda gracia, la hizo
bendita sobre todas las mujeres, libre de pecado, redimida por Cristo con redención
eminente y singularísima, porque es eterna su misericordia.
Dios la hizo Inmaculada desde el primer
instante de su Concepción; libre de toda culpa personal hasta la más leve, y
sin el más pequeño desorden que la inclinase al pecado, porque es eterna su
misericordia.
El Hijo de Dios, por obra del Espíritu
Santo, se encarnó en su seno, tomando de ella nuestra naturaleza humana, como
hijo suyo verdadero, siendo con toda verdad, la Madre de Dios, porque es eterna
su misericordia.
Dios quiso preservar su virginidad antes,
durante y después del parto, permaneciendo siempre Virgen, siendo toda de Dios y para él,
porque es eterna su misericordia.
Jesucristo, Hijo de Dios e hijo de la Virgen
María, quiso asociarla a su obra redentora,
constituyéndola en Madre y Corredentora de los hombres, porque es eterna
su misericordia.
Dios quiso que aquella que dio al mundo al
vencedor de la Muerte y del Pecado no experimentase la corrupción del sepulcro,
y acabado el término de su vida mortal, resucitada, fue en su Asunción elevada
en cuerpo y alma al Cielo, asemejada en todo a su Hijo Jesucristo, coronada como Reina del
Universo, exaltada sobre los ángeles y los santos, y hecha Medianera y
Dispensadora de todas las gracias, porque es eterna su misericordia.
Dios concedió a la Virgen un corazón
misericordioso lo más semejante al suyo para que tuviera misericordia de
nosotros, porque su amor es eterno.
El Corazón de María misericordioso para nosotros.
Queridos hermanos: quisiera que nos
fijásemos hoy en la Maternidad de la Virgen María porque esta es fruto también
de su misericordia para con nosotros. En la Hora de la Misericordia, unos
instantes antes de expirar en el madero de la cruz y que su costado fuese
traspasado brotando de él sangre y agua, que son la gracia y la misericordia,
Nuestro Señor Jesucristo quiso hacerla Madre de todos los hombres en la persona
del discípulo amado.
Mujer, ahí tienes a tu Hijo.
¿A quién se le habría ocurrido, qué mente
podría imaginar, quién habría podido pedir tal cosa? ¡Qué la Madre de Dios fuese nuestra madre!
¡Qué aquella que no conoció el pecado se hiciese madre de pecadores! ¡Qué aquella
cuyo corazón inmaculado era todo de Dios se tuviese que dar por entero a los
hombres!
Solamente Dios puede hacer una cosa así,
solamente Aquel que es Amor puede darse de esa manera.
María es Madre nuestra y como verdadera
madre misericordiosa.
Si el atributo más grande de Dios es su
misericordia, y el amor de una madre es lo más parecido en la tierra al amor
divino, el amor de la Virgen María por nosotros es siempre misericordioso.
Así la invoca la iglesia en la Salve: como
Reina y Madre de Misericordia.
Así también hemos de invocarla nosotros,
consagrándonos a ella como hijo y esclavos de amor, sabiendo que es la forma
más perfecta de devoción, porque el mismo Dios se hijo su hijo y esclavo en su
seno.
San Luis María Grignon de Monfort nos dice
como es la forma de actuar del Corazón Inmaculado de María. Dice el Santo:
“La Santísima
Virgen es Madre de dulzura y misericordia, y jamás se deja vencer en amor y
generosidad… ella se entrega también a ti plenamente en forma inefable. Hace
que te abismes en el piélago de sus gracias, te adorna con sus méritos, te
apoya con su poder, te ilumina con su luz, te inflama con su amor, te comunica
sus virtudes: su humildad, su fe, su pureza, etc.; se constituye tu fiadora, tu
suplemento y tu todo ante Jesús.”
Si esta es la forma en que la Virgen actúa
con nosotros, confiemos en su fidelidad, apoyémonos en su poder y tengamos
nuestro fundamento en su misericordia y caridad, para que Ella conserve y aumente
nuestras virtudes y méritos a pesar de nuestros enemigos: mundo, demonio y
carne, que no cesan en su lucha contra
nosotros.
Digámosle con san Luis María:
“Recibe, por favor, Virgen Santísima, Reina
y Madre de Misericordia, cuanto poseo y consérvamelo con tu fidelidad y tu
poder.
Si tú me guardas, no perderé nada;
Si me sostienes, no caeré;
si me proteges, estaré seguro ante mis
enemigos.”
Jesús confío en ti, Virgen María confío en
tu.
Sagrados Corazones de Jesús y de María,
misericordiosos para con nosotros, en vosotros confiamos.