miércoles, 1 de octubre de 2014

CÁNTICO A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA. Beato Juan de Palafox


Mirando el Arquitecto
Divino, allá en su Idea,
Sacó alegre la fábrica del mundo,
Do su bondad campea,
Y donde su conceto
Fue tan raro, admirable y tan fecundo.
Que con una palabra
hizo los cielos, estrellas y elementos,
influencias, beldad y movimientos,
y con sus manos labra
al hombre solo, por decir con esto,
que en él echó en la obra todo el resto.
Hizo en él abreviado
Un mundo todo entero
Tomando lo mejor de las criaturas
Y del Angel (Lucero
Entre las que ha criado)
Puso en el alma grandes hermosuras,
Y porque a tal nobleza
Respondiese el poder y el ministerio.
De todo el Orbe se le dio el Imperio,
Si bien, de tanta alteza,
Vino a para en triste servidumbre,
Por pretender soberbio inmensa cumbre.
María Sacrosanta,
aunque de aquella tierra
de Adán procedes, pero el cielo quiso
que el autor de la guerra
debajo de tu plan
tuviese la cabeza, por aviso
de que suya no fuiste,
ni participas tú de la eficacia
de la común y original desgracia:
por ello el Dragón triste
huye, y en ira, y rabia ardiendo, jura,
que ha de afear tu Angélica hermosura.
¿No sabe que al infante?
Que el alma pura y bella
Dio ser al cuerpo, tú, Señora mía,
Fuiste admirable Estrella
Del cielo militante
En las mas consumada Teología?
¿Qué escondiste y amaste
En ese punto, Niña Soberana,
Tanto, que si en el ser eres humana,
En la ciencia volaste,
Adonde no podrá con su veneno
Quitarte la beldad del Ángel bueno?
Las armas que te dieron,
O celestial Belona,
Del oro fino son, del amor santo,
Y a toda su persona
Así la defendieron;
Que si la culpa, y reino del espanto,
Herirte han presumido,
Ejecutar el golpe fue imposible,
Que eres como un ejército terrible.
¡Qué fácil has podido
Vencer con humildad, y tu limpieza,
Nuestra mancha y trillar una cabeza!
No bien, Reina, te miran
Mas limpia que los cielos
Y de humildad profunda un raro abismo
Y que tras de esos velos
Tus altezas aspiran
Hasta las cumbres raras de Dios mismo
Cuando tus dos contrarios
Huyen confusos, y enojados gritan,
Que la adquirida profesión les quitan;
Pues siendo tributarios
De Adán los hijos en el cuerpo, y alma,
tu sola tienes de exención la palma.
Pero, ¿qué maravilla
Si eres un Mar, Señora,
En donde el agua del inmenso río
Su virtud atesora?
Mar, que luego a la orilla
Tiene su abismo poderoso brío;
Mar en donde contemplo
Que entran las aguas de las gracias todas,
Con que en el cielo se celebran bodas;
Mar que sales del templo,
Y a Ezequiel, que navega a lo divino,
Retiras, porque teme, y pierde el tino. (…)
Eres un mar que tiene
La hermosura que alaba
En la discreta Virgen, y su empleo
El Esposo Divino,
Con que pide en el vidro, luz y aceite
Tan precioso, tan raro y rico afeite,
Que ha de ser cristalino
Todo, desde la obra al pensamiento,
Y aquí, o Sagrado Mar, fuiste portento.
(…)
El Ángel es criado,
Al fin , del Rey del Cielo:
Tu eres Reina y Señora, por ser Madre
Del mismo Rey y el vuelo
Que a tanta alteza has dado,
Te igual, oh Virgen, al Eterno Padre,
Pues los dos considero,
Que por Hijo tenéis un solo Hijo;
De aquí concluyo, oh Mar, de aquí colijo,
que aquel favor primero,
que preservando al Ángel le convino,
a ti por ley justísima te vino.
Porque si en la decencia,
Mar Divino, se funda
Del ministerio, ¿no es patente y claro,
Que ere ti sin segunda
Y que en esta excelencia
No puede Dios hacer Ángel tan raro?
Y si puede como ellos
Hacer otros millares más graciosos,
Más sabios, excelentes y preciosos,
Más altos y más bellos,
Pero Madre mejor, es imposible,
Y que no hará segunda, es infalible.
De aquí, oh Mar, te resulta
Que (como el mar recibe
 Arroyos, fuentes, ríos y él no crece)
Aunque cuanto se escribe
De la merced oculta
Que Dios te hizo, el día que amanece
En tu Angélica lama,
Al concebirte, y cuanto se predica,
Y el amor genera Reina te aplica,
Y aunque te den la palma,
Sobre cuanto Dios hizo, no la suman

Sino fueren de Dios la lengua y pluma.