sábado, 20 de diciembre de 2025

LA DOCTRINA DEL EVANGELIO #adviento #meditation #evangelio

 

IV domingo de Adviento.

De la doctrina del Evangelio. (Lc. 3.)

 

MEDITACIONES DIARIAS

DE LOS MISTERIOS

DE NUESTRA SANTA FE,

por el P. Alonso de Andrade,

DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS.

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Señor mío y Dios mío: creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda: interceded por mí.

 

MEDITACIÓN

IV domingo de Adviento.

De la doctrina del Evangelio. (Lc. 3.)

 

Imperando Tiberio César, etc., envió Dios su palabra sobre San Juan, habitador del desierto, y vino por las riberas del Jordán predicando bautismo de penitencia, conforme a lo que profetizó Isaías, voz del que clama en el desierto, apercibid los caminos al Señor, etc.

PUNTO PRIMERO. Considera que, como dice San Pedro Crisólogo, esperó Dios a venir en el tiempo más necesitado del mundo, cuando estaba más perdido y el gobierno en los hombres más perversos y tiranos, y más desesperado de remedio, para enseñarnos que el día de la mayor necesidad es la víspera de la venida de Dios, y cuando estamos más destituidos del favor humano, está más cerca el divino. Alaba a Dios por su piedad y providencia y por el cuidado que tiene de los suyos, y confía en su bondad cuanto más solo y desamparado te hallares de los hombres, porque entonces tienes más cerca la visitación y favor de Dios, que siempre vela para tu bien.

PUNTO II. Considera a quien escogió Dios para precursor suyo y predicador de su palabra, ni a los muy doctos que cursaban las escuelas, ni a los doctores que tenían tan grande fama entre los hombres, ni a los poderosos y regalados del siglo ,sino a un San Juan, criado en el desierto en soledad y penitencia, pobre de todo lo temporal, pero muy rico de los bienes espirituales; desconocido de los hombres, pero muy conocido y familiar de Dios y de sus ángeles: a los tales es a quien Dios aprecia y a quien estima y escoge para sus mayores empresas; de lo cual has de sacar grande aprecio de la virtud, y del retiro y la oración, y de la penitencia y pobreza, y desprecio del regalo y valimiento de los hombres, y de todo lo que el mundo adora, pues todo es nada en el acatamiento de Dios; y si eres ministro suyo, aprende las cualidades que debes tener para que te fie sus empresas, y las que han de tener aquellos a quienes has de elegir para las que tuvieres a tu cargo, no cegándote con el resplandor del aplauso humano, ni con el lustre de la nobleza, letras o valimiento, sino atendiendo a la santidad y virtud, y si la tuvieres, te sacará el Señor de un desierto para el mayor empleo, si fuere de su gloria y servicio.

PUNTO III. Mira a San Juan, que bajó del desierto por las riberas del Jordán, descalzo de pie y pierna, vestido de pieles, crecido y desgreñado el cabello, curtido de las inclemencias del tiempo, pobre y desinteresado, predicando bautismo de penitencia, estimado y seguido de la gente, y a innumerables hombres que le oían, y venían a recibir su bautismo, abrasado en deseos de su salvación con el fuego de sus palabras: porque estas llamas son las que hacen la obra, más que toda la retórica y artificio humano: júntate con ellos , oye sus palabras, y resuélvete a hacer penitencia de tus pecados: considera la llama bautismo, porque lava el alma de sus manchas, y por la suavidad y felicidad con que la purifica: levanta el corazón a Dios, y pídele esta agua y lágrimas de verdadera penitencia, y juntamente que envié predicadores a su Iglesia de santidad, celo y espíritu, como San Juan, que la enciendan en vivas llamas.

PUNTO IV. Ten por dichas a ti aquellas palabras que predicaba San Juan, como si las oyeras de su boca: Apercibid el camino del Señor: mira que está cerca, y quiere venir a tu alma: apercíbele el camino, allanando los montes de la soberbia y arrancando las espinas de los vicios y de los afectos desordenados de las riquezas y regalos sensuales, y disponiendo tu alma con la mortificación y penitencia: vuelve los ojos a la vida pasada, y contempla con atención y despacio los caminos que has traído hasta aquí, y procura enderezarlos en lo porvenir para que venga el Señor a aposentarse en tu alma: pídele que te disponga y dé la mano para levantarte con fervor, y empezarle a servir desde este día.

 

ORACIÓN PARA TERMINAR TODOS LOS DÍAS

Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e ins­pi­ra­ciones que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda: interceded por mí.

 

Ofrecimiento diario de obras

Ven Espíritu Santo

inflama nuestros corazones

en las ansias redentoras del Corazón de Cristo

para que ofrezcamos de veras

nuestras personas y obras

en unión con Él

por la redención del mundo

 

Señor mío y Dios mío Jesucristo

Por el Corazón Inmaculado de María

me consagro a tu Corazón

y me ofrezco contigo al Padre

en tu Santo Sacrificio del altar

con mi oración y mi trabajo

sufrimientos y alegrías de hoy

en reparación de nuestros pecados

y para que venga a nosotros tu Reino.

Te pido en especial

Por el Papa y sus intenciones,

Por nuestro Obispo y sus intenciones,

Por nuestro Párroco y sus intenciones.