domingo, 20 de marzo de 2022

LA VIDA DE LOS SANTOS ES NORMA DE VIDA PARA LOS DEMÁS. San Ambrosio


III domingo de Cuaresma

Lecciones del II nocturno de Maitines

 

Del Libro de S. Ambrosio, Obispo, sobre el Patriarca José.

 

La vida de los Santos es norma de vida para los demás. Por lo que se nos dan de ellas noticias en las Sagradas Escrituras, a fin de que conociendo a Abrahán, Isaac, Jacob y los demás justos como modelos de inocencia, imitemos sus virtudes y sigamos sus huellas. Hoy me propongo ocuparme de la historia de José, la cual si bien resplandece en todo género de virtudes, no obstante brilla con todo esplendor por su castidad. Justo es por lo tanto que habiendo admirado en Abrahán la gran fe, en Isaac la pureza de intención, y en Jacob la fortaleza y paciencia en los trabajos, después de la consideración general de las virtudes, pase el alma a considerar atentamente sus caracteres especiales.

Consideremos al santo patriarca José como modelo de castidad. En sus costumbres, en sus actos resplandece la pureza y como compañera, la gracia. Por esto, sus padres le amaban más que a los otros hijos. Pero esta predilección fue incentivo de la envidia de sus hermanos, y de ahí arranca el argumento de su historia. El varón perfecto no debe moverse por la envidia y el deseo de vengar las injurias y devolver mal por mal. David dice: “Si devolví males a los que me los habían causado, caiga yo delante de mis enemigos”.

¿En qué habría sido José preferido a los demás, si hubiera causado daño a los que le maltrataron, o hubiera amado a los que le amaban? Esto es lo que muchos practican; lo verdaderamente admirable es amar a los enemigos. Y esto es lo que nos enseña nuestro Salvador. José es digno de admiración, ya que perdonando a los que le habían ofendido, y pagando el ultraje con beneficios, practicó antes del Evangelio un precepto que después del Evangelio aprendemos todos sin que podamos practicarlo. Sepamos que los santos tuvieron que sufrir por la envidia, e imitemos su paciencia; no fueron de una naturaleza superior a la nuestra, sino más cumplidores del deber: no estuvieron libres de malas inclinaciones, sino que corrigieron sus defectos. Si la envidia no respetó ni a los santos, ¿cuánto más deben precaverse los pecadores?