jueves, 24 de marzo de 2022

Confianza y Santo Abandono (II) Hora Santa con san Pedro Julián Eymard

 

Confianza y Santo Abandono ... by IGLESIA DEL SALVADOR DE TOL...

 

CONFIANZA Y SANTO ABANDONO (2)

CONSEJOS DE VIDA ESPIRITUAL

 

Paz confiada en Dios

Llevad siempre el corazón y el espíritu fijos en vuestro bondadoso padre y Salvador. Cuando vuela uno repara tan sólo en las alturas. No siempre puede el sentimiento procurarnos la felicidad; pero sí nos la puede dar siempre nuestra voluntad unida a la de Dios.

Vuestra alma no ha de descansar en los éxitos obtenidos en el servicio de Dios, y menos todavía en el sentimiento del bien; todo ello es muy variable y no es tampoco la verdadera santidad; fundad vuestra paz en la confianza de Dios, en su bondad, en su amor paternal.

Por lo tanto, confiad vivamente en la providencia, que cada momento vela por vosotros.

Todo lo que nos acontece viene a cumplir en nosotros la misión que Dios le señala; recibid, por tanto, todas las cosas como a mensajeras divinas.

Colocad toda vuestra confianza en la santa y amable voluntad de Dios, porque lo que Él quiere es lo más perfecto para vosotros y lo más glorioso para su servicio.

Servid a Dios con fidelidad siempre constante en todos los estados de vuestra alma, de vuestro cuerpo y de vuestras obligaciones.

Trabajad siempre y en todo por Dios. Cantad sin cesar el cántico del amor, ya que Dios os ama tanto y asimismo vosotros anheláis amarle en progresión continua.

Confiad en el amor que Dios os tiene, tan grande, tan constante, tan paternal.

 

Sed de Dios en todos los momentos

Este santo abandono en el amor de Dios produce en el alma el mismo efecto que el amor de un niño para con su madre: ella lo sostiene, ella vela, y el niño duerme tranquilo en medio de los mayores peligros: nada tiene que temer. Haced vosotros otro tanto.

Tened siempre esta confianza de niño en vuestro padre celestial; pertenecedle en todos los momentos y depended de Él en todas las cosas.

Dios no tiene pasado ni futuro: su existencia es eterna. Pues bien: vivid en su amor y en su actual Providencia divina y confiadle el cuidado del pasado y del futuro. Dejad que la bondad divina os conduzca cual niños pequeños.

Estad indiferentes a todo; no améis más que lo que Dios ama, ni escojáis sino lo que a Él le agrada.

Harto tranquilo se duerme en el regazo de la divina providencia y harto feliz se viaja transportado en sus amorosas alas.

Entregaos a nuestro Señor, a su paternal providencia. Nada os faltará, singularmente en la vida espiritual, si estáis unida a vuestro divino esposo. El esposo ha de alimentar, cuidar, defender y hacer más perfecta a su esposa.

 

El calor de los rayos del amor divino

No os alejéis nunca del buen Jesús de vuestro corazón; a pesar de todas las variaciones de vuestra vida, sed siempre suyos. En todo momento es feliz quien vive al calor de los rayos del amor divino.

Después de todo, ¿qué más da ser del agrado de nuestro Señor por la enfermedad o salud, por un estado de sensibilidad, de fervor o de obediencia, o por nuestras prácticas piadosas, dado que esté Él contento de cuanto hagamos? Lo que importa es fundamentarnos en la confianza en Dios, alimentarnos de su bondad, sacrificarnos por su gloria con nuestro más intenso amor, amándole en todo, en todas partes y por encima de todo

Ateneos a esta norma: No queráis más que lo que Dios quiera, como Él lo quiera y cuando lo quiera.

El santo abandono es el amor más puro y el más intenso.

Que el amor sea el fondo y el alma de todo; y cuando ese sentimiento domine en vosotros, dejad todo lo demás: los medios son inútiles cuando se ha conseguido el fin.

Pero no olvidéis que el amor de Dios es insaciable y exigente como el fuego y que os hará sufrir al abrasar en vosotros cuanto le sea extraño.

 

Dejad que el divino maestro se posesione de vosotros

Para poder prestar atención y ser fieles a los movimientos interiores del Espíritu Santo, guardad en paz vuestra alma.

Tendréis paz en vuestra alma si la disponéis a padecerlo todo generosamente y a sacrificar todos sus intereses; en una palabra, si vencéis vuestra voluntad siempre que la de Dios lo exija.

Lo que nos hace perder la paz y la calma es nuestra desdichada voluntad que quiere lo suyo a toda costa, o bien el sentimiento de nuestra libertad, que teme con exceso la santa esclavitud de la cruz.

Marchad a impulsos del soplo de la gracia actual; éste es el único movimiento que vuestra alma puede recibir de lo alto. La gracia es siempre paz y sacrificio, amor y generosidad, donación y felicidad.

Dejad que el divino maestro os tome de la mano y os lleve a donde quiera y por donde le plazca: ello será lo mejor para vosotros, aunque alguna vez desconozcáis cuál haya de ser vuestro paradero.

Tened siempre unido vuestro corazón al corazón divino de nuestro Señor para que su amor llegue a ser la vida, el principio de vuestras acciones y el centro de vuestro descanso.

Marchad por doquier con alegría cuando ésa sea la voluntad de Dios; en todas partes se halla el sagrario, el cielo, Dios, nuestro amor.

 

Siempre dispuestos a cumplir la voluntad de Dios

El saludo de nuestro Señor a los apóstoles era: “La paz sea con vosotros”.

De todo corazón os deseo esta paz, esta paz confiada que se abandona filialmente a Dios y que se confía a su bondad y a su misericordia; esa paz de conciencia que se basa en la humildad, para tratarse como miserable, y que se fundamenta en una obediencia sin doblez para obrar en espíritu de fe.

No lograréis la paz del corazón turbando vuestro interior ni atormentando vuestro espíritu, sino que la alcanzaréis tan sólo si os confiáis a la bondad y misericordia divinas.

Llegad al divino maestro como el niño que sin poseer nada, ni tener fuerzas, se acerca al corazón de su madre: un acto de sumisión y generosa entrega es más perfecto que todo cuando podáis hacer; vuestro lugar preferido ha de ser junto al divino maestro para verle, escucharle y sentiros cerca de Él.

Vivid de Dios, de nuestro Señor eucarístico, porque de otro modo no podréis ser una víctima constante de su amor.

Prestad toda vuestra atención a lo que la providencia disponga de vosotros.

Dios lo hace todo, lo organiza todo, lo prevé todo para llevaros a sí; olvidad el pasado y el futuro; pero estad siempre dispuestos a abrazar la voluntad presente del buen maestro. El os llevará de la mano en medio de todas las dificultades hasta que consigáis la gracia de la perfección de su amor.

Considerad que el arroyo, el río de nuestra vida, se acerca al mar de la eternidad; nuestra pobre navecilla sigue su curso engalanada con el pabellón del cielo.