MEDITACIÓN PARA EL MARTES DE
PENTECOSTÉS.
San Juan Bautista de la Salle
Sobre el segundo efecto
producido por el Espíritu Santo en el alma, que es moverla a vivir y obrar por
la gracia
Jesucristo afirma en el
evangelio de hoy que vino al mundo para que los suyos tengan vida y la tengan
en mayor abundancia (1).
Eso mismo debe decirse del
Espíritu Santo: que no viene al alma sino para comunicarle la vida de la gracia
o para moverla a obrar por la gracia.
Como es necesario vivir para
obrar, el primer efecto que el Espíritu de Dios ha de producir en los corazones
que hace suyos, es infundirles la vida de la gracia. Por esa razón le llama san
Pablo Espíritu de vida y asegura que, " gracias a este Espíritu, se ha
visto él libre de la ley del pecado y de la muerte " (2).
Vosotros debisteis redimiros de
tan vergonzosa ley al dejar el mundo y haceros libres por la " libertad de
los hijos de Dios " (3), con la que os ha honrado Jesucristo.
Vivid, pues, sobre aviso para
conservar la gracia que recibisteis y que Jesucristo os conquistó tan a su
costa.
Y no os reduzcáis de nuevo al
yugo de la servidumbre del pecado (4); eso seria afrentar a Jesús que, os
mereció la gracia al precio de tantos dolores; y contristar al Espíritu Santo,
que con indecible bondad os la comunicó.
No les basta con vivir de la
gracia a las personas que dejaron el mundo: necesitan, además, resistir a todo
cuanto pudiera hacérsela perder. Ése es otro de los frutos que el Espíritu Santo
produce en ellas.
La carne, dice san Pablo,
milita con sus apetitos contra el espíritu, y el espíritu contra la carne (5),
pues son contrarios entre sí. Por eso añade el mismo Apóstol: Si mediante el
espíritu - es decir, por el Espíritu de Dios que mora en vosotros - mortificáis
las obras de la carne, viviréis (6).
De donde se sigue que no podéis
conservar la vida de la gracia, sino mortificando en vosotros las inclinaciones
de la naturaleza corrompida, que a eso llama carne san Pablo; y, en la medida en
que las resistáis, se fortalecerá en vosotros la vida de la gracia.
Ése será también el medio único
de conseguir que pertenezcáis vosotros de todo en todo a Jesucristo, pues según
dice el mismo san Pablo, los que son de Jesucristo han crucificado la carne con
sus pasiones y concupiscencias (7).
Mortificad, pues, vuestros
miembros (8), añade, y de ese modo os abstendréis de seguir los deseos de la
carne, y consolidaréis la gracia en vosotros.
Tampoco es suficiente para
vivir en vuestra profesión, según el espíritu de vuestro estado, manteneros en
su santa gracia, aun cuando esto sea ya particularísimo efecto de la bondad de
Dios.
Debéis, además, obrar en él a
impulso de la gracia, y poner de manifiesto que os dejáis conducir por el
influjo del Espíritu de Dios. Así probaréis, según san Pablo, que perseveráis
en la gracia de Dios: Si vivís, dice, por el Espíritu, obrad también por el
Espíritu (9).
Es menester, por consiguiente,
que procedáis con suma vigilancia sobre vosotros mismos, de modo que la
naturaleza no entre a la parte en lo que hacéis; antes, nada se dé en vuestras
obras que no sea producido por la gracia.
¿No hacéis muchas cosas por
motivos meramente humanos o naturales, y por sentiros inclinados a ejecutarlas?
Hacedlo todo como quien está delante de Dios, es de Dios y no tiene que agradar
más que a Dios.