jueves, 26 de marzo de 2020

VIACRUCIS CON SAN PEDRO DE ALCANTARA



Vía Crucis 
con
San Pedro
de Alcántara

Iglesia del Salvador de Toledo
ESPAÑA
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO

EJERCICIO DEL SANTO VIACRUCIS
Por la señal…

Acto de contrición: Señor mío Jesucristo

Al principio de cada estación se puede decir:
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Y al final de cada estación:
V/. Señor, pequé.
R/. Tened piedad y misericordia de mí y de todos los pecadores.
V/. Bendita y alabada sea la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo
R/. Y los Dolores de su Santísima Madre al pie de la cruz.
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Para ganar las indulgencias del Vía Crucis es necesario levantarse y arrodillarse en cada estación.

ESTACIÓN I
JESÚS CONDENADO A MUERTE
Oh, buen Jesús, ¡qué maitines estos tan diferentes de los que en aquella hora te cantarían los coros de los ángeles en el cielo! Allí dicen: «Santo, santo»; aquí dicen: «¡Muera!, ¡muera!, ¡crucifícalo!, ¡crucifícalo!» Ángeles del paraíso, que unas y otras voces oíais. ¿Qué sentíais viendo que Dios padecía tales cosas por los mismos que las hacían? ¿Quién oyó jamás hablar de semejante caridad, que padezca uno muerte por librar de la muerte al mismo que se la da?

ESTACIÓN II
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
Ya estaba a las puertas preparada la cruz. Dada, pues, y promulgada la sentencia cruel, añaden los enemigos una crueldad a otra, que fue cargar sobre aquellas espaldas, tan molidas y despedazadas con los azotes pasados, el madero de la cruz. No rehusó, con todo esto, el piadoso Señor esta carga, en la cual iban todos nuestros pecados, sino que, al contrario, la abrazó con suma caridad y obediencia por nuestro amor.

ESTACIÓN III
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
¿Hay algo, acaso, que pueda causar mayor espanto que ver al Hijo de Dios tomar imagen, no sólo de pecador, sino también de condenado? Piensa hasta dónde se abajó el altísimo Dios por ti, pues llegó hasta el extremo de todos los males, que es ser entregado en poder de los demonios. Y porque ésta era la pena que merecían tus pecados, él quiso cargarla sobre sí para que tú quedases libre de ella.

ESTACIÓN IV
JESÚS EN CUENTRA A SUMADRE
Camina la Virgen en busca del Hijo, dándole el deseo de verlo las fuerzas que el dolor le quitaba. Oye desde lejos el ruido de las armas y el tropel de la gente. Encuentra en el camino el rastro de la sangre, que bastaba ya para mostrarle los pasos del Hijo y guiarla sin otra guía. Se acerca más y más a su amado Hijo y alarga la vista, oscurecida con el dolor y sombra de la muerte, para ver, si pudiese, al que tanto amaba su alma. Llegada ya donde le podía ver, se miran y atraviesan sus corazones con los ojos, y con su vista hieren sus almas lastimadas.

ESTACIÓN V
SIMÓN EL CIRINEO AYUDA AL SEÑOR A LLEVAR LA CRUZ
Considera cuántos y cuán grandes han sido los bienes que nos dio el Señor con la redención, y los males que padeció en su cuerpo y en su alma para ganarnos estos bienes, y da gracias a Dios porque nos redimió con tantos trabajos. Y di con el profeta David: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?» Para esto debes ofrecerte a ti mismo por perpetuo siervo suyo, entregándote y poniéndote en sus manos, para que haga todo lo que quisiere en el tiempo y en la eternidad.

ESTACIÓN VI
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTO DE JESÚS
Oh Salvador y Redentor mío, ¿qué corazón habrá tan de piedra que no se parta de dolor (pues en este día se partieron las piedras) considerando lo que padeces en esta cruz? Te han cercado han, Señor, dolores de muerte, y envestido han sobre Ti todos los vientos y olas de la mar. Atollado has en el profundo de los abismos, y no hallas sobre qué estribar. El Padre te ha desamparado, ¿qué esperas, Señor, de los hombres? Los enemigos te dan grita, los amigos te quiebran el corazón, tu ánima está afligida, y no admites consuelo por mi amor. Duros fueron, cierto, mis pecados, y tu penitencia lo declara.

ESTACIÓN VII
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
¿Quién padece? Dios. ¿Qué padece? Los mayores tormentos y deshonras que jamás se padecieron. ¿Por quién padece? Por criaturas infernales y abominables, y semejantes a los mismos demonios en sus obras. ¿Por qué causa padece? No por su provecho ni por nuestro merecimiento, sino por las entrañas de su infinita caridad y misericordia.

ESTACIÓN VIII
JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN
Camina, pues, el Señor al lugar del sacrificio con aquella carga tan pesada sobre sus hombros tan flacos, siguiéndole mucha gente y muchas piadosas mujeres, que con sus lágrimas le acompañaban. ¿Quién no había de derramar lágrimas viendo al Rey de los ángeles caminar paso a paso con aquella carga tan pesada, temblándole las rodillas, el cuerpo inclinado, los ojos bajos, el rostro ensangrentado, con aquella guirnalda en la cabeza y con aquellos tan vergonzosos clamores y pregones que daban contra él?

ESTACIÓN IX
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Considera primeramente cuán grande merced de Dios fue hacerte cristiano, y llamarte a la fe por medio del bautismo y hacerte también participante de los otros sacramentos. Y si después de este llamamiento, perdida ya la inocencia, te sacó de pecado, y volvió a su gracia, y te puso en estado de salud, ¿cómo te podrás alabar por este beneficio? ¡Qué tan grande misericordia fue aguardarte tanto tiempo y sufrirte tantos pecados, y enviarte tantas inspiraciones, y no cortarte el hilo de la vida como se cortó a otros en ese mismo estado; y, finalmente, llamarte con tan poderosa gracia que resucitases de muerte a vida y abrieses los ojos a la luz!

¡Qué misericordia fue, después de ya convertido, darte gracia para no volver al pecado, y vencer al enemigo y perseverar en lo bueno! Éstos son los beneficios públicos y conocidos: otros hay secretos, que no los conoce sino el que los ha recibido, y aun otros hay tan secretos, que el mismo que los recibió no los conoce, sino sólo aquel que los hizo. ¡Cuántas veces habrás en este mundo merecido por tu soberbia, o negligencia, o desagradecimiento, que Dios te desamparase, como habrá desamparado a otros muchos por alguna de estas causas, y no lo ha hecho! ¡Cuántos males, y ocasiones de males, habrá prevenido el Señor con su providencia deshaciendo las redes del enemigo, y acortándole los pasos, y no dando lugar a sus tratos y consejos! ¡Cuántas veces habrá hecho con cada uno de nosotros aquello que él dijo a San Pedro: Mira que Satanás andaba muy negociado para aventaros a todos como a trigo, mas yo he rogado por ti, que no desfallezca tu fe! Pues, ¿quién podrá saber esos secretos sino Dios?




ESTACIÓN X
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Mira cómo, llegado ya el Salvador al lugar, lo desnudan de todas sus vestiduras hasta la túnica interior, que era toda tejida sin costura alguna. Mira con cuánta mansedumbre se deja desollar sin abrir la boca, ni hablar palabra contra los que así lo trataban. Y como la túnica estaba pegada por las llagas de los azotes, el santo cuerpo quedó hecho una gran llaga. Considera, pues, la grandeza de la divina bondad y misericordia que en este misterio tan claramente resplandece.

ESTACIÓN XI
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Considera cómo el Señor fue clavado en la cruz, y el dolor que padecería cuando aquellos clavos gruesos y esquinados entraban por el más bendito de todos los cuerpos. Mira cómo luego levantaron la cruz en alto y la fueron a hincar en un hoyo que para esto tenían hecho, y así se estremecería todo aquel santo cuerpo, que sería cosa de intolerable dolor. ¡Oh Salvador y Redentor mío! ¿Qué corazón habrá tan de piedra que no se parta de dolor? Duros fueron, ciertamente, mis pecados y tu penitencia lo declara.
ESTACIÓN XII
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Considera las siete palabras que el Señor dijo en la cruz. Mira con cuánta caridad encomendó a sus enemigos al Padre; con cuánta misericordia recibió al ladrón que le confesaba; con qué entrañas encomendó la Madre al discípulo amado; con cuánta sed y ardor mostró que deseaba la salvación de los hombres; con cuán dolorosa voz derramó su oración y pronunció su tribulación ante el acatamiento divino; cómo llevó hasta el fin tan perfectamente la obediencia del Padre, y cómo, finalmente, le encomendó su espíritu y se entregó todo en sus manos.

ESTACIÓN XIII
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
Considera cómo habiendo expirado ya el Salvador, llega el soldado con la lanza, y atraviesa el pecho del Señor. Y salió agua y sangre, con que se sanan los pecados del mundo. Después de esto considera cómo aquel mismo día llegaron José de Ari-matea y Nicodemo, y bajaron en brazos el cuerpo del Salvador. Cuando la Virgen vio que llegaba el sagrado cuerpo a tierra, se dispuso para darle puerto seguro en su pecho, y recibirlo de los brazos de la cruz en los suyos. Lloraban todos los presentes, y todas las criaturas acompañaban las lágrimas de la Virgen regando y lavando con lágrimas el cuerpo sagrado.

ESTACIÓN XIV
JESUS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
Llegada la hora de la sepultura, envuelven el santo cuerpo en una sábana limpia, atan su rostro con un sudario y, puesto encima de un lecho, caminan al lugar del monumento, y allí depositan aquél precioso tesoro. El sepulcro se cubrió con una losa y el corazón de la Madre con una oscura niebla de tristeza. Allí se despide otra vez de su Hijo; allí comienza de nuevo a sentir su soledad; allí se ve ya desposeída de todo su bien; allí se le queda el corazón sepultado donde quedaba su tesoro. Pero ¿qué sentiría cuando viese ante sí a su Hijo vivo y glorioso?

Para ganar la indulgencia concedida al rezo del Viacrucis, por las intenciones del Papa. Padrenuestro, Avemaría y Gloria