Vía
Crucis
con
San Pedro
de Alcántara
Iglesia del Salvador de Toledo
ESPAÑA
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO
ROMANO
EJERCICIO DEL SANTO VIACRUCIS
Por la señal…
Acto de
contrición: Señor mío
Jesucristo
Al
principio de cada estación se puede decir:
V/.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos
R/.
Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Y
al final de cada estación:
V/. Señor, pequé.
R/. Tened piedad y misericordia de mí y
de todos los pecadores.
V/. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de nuestro Señor Jesucristo
R/. Y los Dolores de su Santísima Madre
al pie de la cruz.
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Para ganar las indulgencias del Vía Crucis es necesario levantarse y arrodillarse
en cada estación.
ESTACIÓN I
JESÚS CONDENADO A MUERTE
Oh,
buen Jesús, ¡qué maitines estos tan diferentes de los que en aquella hora te
cantarían los coros de los ángeles en el cielo! Allí dicen: «Santo, santo»;
aquí dicen: «¡Muera!, ¡muera!, ¡crucifícalo!, ¡crucifícalo!» Ángeles del
paraíso, que unas y otras voces oíais. ¿Qué sentíais viendo que Dios padecía
tales cosas por los mismos que las hacían? ¿Quién oyó jamás hablar de semejante
caridad, que padezca uno muerte por librar de la muerte al mismo que se la da?
ESTACIÓN II
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
Ya
estaba a las puertas preparada la cruz. Dada, pues, y promulgada la sentencia
cruel, añaden los enemigos una crueldad a otra, que fue cargar sobre aquellas
espaldas, tan molidas y despedazadas con los azotes pasados, el madero de la
cruz. No rehusó, con todo esto, el piadoso Señor esta carga, en la cual iban
todos nuestros pecados, sino que, al contrario, la abrazó con suma caridad y
obediencia por nuestro amor.
ESTACIÓN III
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
¿Hay
algo, acaso, que pueda causar mayor espanto que ver al Hijo de Dios tomar
imagen, no sólo de pecador, sino también de condenado? Piensa hasta dónde se
abajó el altísimo Dios por ti, pues llegó hasta el extremo de todos los males,
que es ser entregado en poder de los demonios. Y porque ésta era la pena que
merecían tus pecados, él quiso cargarla sobre sí para que tú quedases libre de
ella.
ESTACIÓN IV
JESÚS EN CUENTRA A SUMADRE
Camina
la Virgen en busca del Hijo, dándole el deseo de verlo las fuerzas que el dolor
le quitaba. Oye desde lejos el ruido de las armas y el tropel de la gente.
Encuentra en el camino el rastro de la sangre, que bastaba ya para mostrarle
los pasos del Hijo y guiarla sin otra guía. Se acerca más y más a su amado Hijo
y alarga la vista, oscurecida con el dolor y sombra de la muerte, para ver, si
pudiese, al que tanto amaba su alma. Llegada ya donde le podía ver, se miran y
atraviesan sus corazones con los ojos, y con su vista hieren sus almas
lastimadas.
ESTACIÓN V
SIMÓN EL CIRINEO AYUDA AL SEÑOR A
LLEVAR LA CRUZ
Considera
cuántos y cuán grandes han sido los bienes que nos dio el Señor con la
redención, y los males que padeció en su cuerpo y en su alma para ganarnos
estos bienes, y da gracias a Dios porque nos redimió con tantos trabajos. Y di
con el profeta David: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?»
Para esto debes ofrecerte a ti mismo por perpetuo siervo suyo, entregándote y
poniéndote en sus manos, para que haga todo lo que quisiere en el tiempo y en
la eternidad.
ESTACIÓN VI
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTO DE
JESÚS
Oh
Salvador y Redentor mío, ¿qué corazón habrá tan de piedra que no se parta de
dolor (pues en este día se partieron las piedras) considerando lo que padeces
en esta cruz? Te han cercado han, Señor, dolores de muerte, y envestido han
sobre Ti todos los vientos y olas de la mar. Atollado has en el profundo de los
abismos, y no hallas sobre qué estribar. El Padre te ha desamparado, ¿qué
esperas, Señor, de los hombres? Los enemigos te dan grita, los amigos te
quiebran el corazón, tu ánima está afligida, y no admites consuelo por mi amor.
Duros fueron, cierto, mis pecados, y tu penitencia lo declara.
ESTACIÓN VII
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
¿Quién
padece? Dios. ¿Qué padece? Los mayores tormentos y deshonras que jamás se
padecieron. ¿Por quién padece? Por criaturas infernales y abominables, y
semejantes a los mismos demonios en sus obras. ¿Por qué causa padece? No por su
provecho ni por nuestro merecimiento, sino por las entrañas de su infinita
caridad y misericordia.
ESTACIÓN
VIII
JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN
JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN
Camina,
pues, el Señor al lugar del sacrificio con aquella carga tan pesada sobre sus
hombros tan flacos, siguiéndole mucha gente y muchas piadosas mujeres, que con
sus lágrimas le acompañaban. ¿Quién no había de derramar lágrimas viendo al Rey
de los ángeles caminar paso a paso con aquella carga tan pesada, temblándole
las rodillas, el cuerpo inclinado, los ojos bajos, el rostro ensangrentado, con
aquella guirnalda en la cabeza y con aquellos tan vergonzosos clamores y
pregones que daban contra él?
ESTACIÓN IX
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Considera primeramente cuán grande
merced de Dios fue hacerte cristiano, y llamarte a la fe por medio del bautismo
y hacerte también participante de los otros sacramentos. Y si después de este
llamamiento, perdida ya la inocencia, te sacó de pecado, y volvió a su gracia,
y te puso en estado de salud, ¿cómo te podrás alabar por este beneficio? ¡Qué
tan grande misericordia fue aguardarte tanto tiempo y sufrirte tantos pecados,
y enviarte tantas inspiraciones, y no cortarte el hilo de la vida como se cortó
a otros en ese mismo estado; y, finalmente, llamarte con tan poderosa gracia
que resucitases de muerte a vida y abrieses los ojos a la luz!
¡Qué
misericordia fue, después de ya convertido, darte gracia para no volver al
pecado, y vencer al enemigo y perseverar en lo bueno! Éstos son los beneficios
públicos y conocidos: otros hay secretos, que no los conoce sino el que los ha
recibido, y aun otros hay tan secretos, que el mismo que los recibió no los
conoce, sino sólo aquel que los hizo. ¡Cuántas veces habrás en este mundo
merecido por tu soberbia, o negligencia, o desagradecimiento, que Dios te
desamparase, como habrá desamparado a otros muchos por alguna de estas causas,
y no lo ha hecho! ¡Cuántos males, y ocasiones de males, habrá prevenido el
Señor con su providencia deshaciendo las redes del enemigo, y acortándole los
pasos, y no dando lugar a sus tratos y consejos! ¡Cuántas veces habrá hecho con
cada uno de nosotros aquello que él dijo a San Pedro: Mira que Satanás andaba
muy negociado para aventaros a todos como a trigo, mas yo he rogado por ti, que
no desfallezca tu fe! Pues, ¿quién podrá saber esos secretos sino Dios?
ESTACIÓN X
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS
VESTIDURAS
Mira cómo, llegado ya el Salvador al lugar, lo desnudan de todas sus vestiduras hasta la túnica interior, que era toda tejida sin costura alguna. Mira con cuánta mansedumbre se deja desollar sin abrir la boca, ni hablar palabra contra los que así lo trataban. Y como la túnica estaba pegada por las llagas de los azotes, el santo cuerpo quedó hecho una gran llaga. Considera, pues, la grandeza de la divina bondad y misericordia que en este misterio tan claramente resplandece.
Mira cómo, llegado ya el Salvador al lugar, lo desnudan de todas sus vestiduras hasta la túnica interior, que era toda tejida sin costura alguna. Mira con cuánta mansedumbre se deja desollar sin abrir la boca, ni hablar palabra contra los que así lo trataban. Y como la túnica estaba pegada por las llagas de los azotes, el santo cuerpo quedó hecho una gran llaga. Considera, pues, la grandeza de la divina bondad y misericordia que en este misterio tan claramente resplandece.
ESTACIÓN
XI
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Considera
cómo el Señor fue clavado en la cruz, y el dolor que padecería cuando aquellos
clavos gruesos y esquinados entraban por el más bendito de todos los cuerpos.
Mira cómo luego levantaron la cruz en alto y la fueron a hincar en un hoyo que
para esto tenían hecho, y así se estremecería todo aquel santo cuerpo, que
sería cosa de intolerable dolor. ¡Oh Salvador y Redentor mío! ¿Qué corazón
habrá tan de piedra que no se parta de dolor? Duros fueron, ciertamente, mis
pecados y tu penitencia lo declara.
ESTACIÓN XII
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Considera
las siete palabras que el Señor dijo en la cruz. Mira con cuánta caridad
encomendó a sus enemigos al Padre; con cuánta misericordia recibió al ladrón
que le confesaba; con qué entrañas encomendó la Madre al discípulo amado; con
cuánta sed y ardor mostró que deseaba la salvación de los hombres; con cuán
dolorosa voz derramó su oración y pronunció su tribulación ante el acatamiento
divino; cómo llevó hasta el fin tan perfectamente la obediencia del Padre, y
cómo, finalmente, le encomendó su espíritu y se entregó todo en sus manos.
ESTACIÓN XIII
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
Considera
cómo habiendo expirado ya el Salvador, llega el soldado con la lanza, y
atraviesa el pecho del Señor. Y salió agua y sangre, con que se sanan los
pecados del mundo. Después de esto considera cómo aquel mismo día llegaron José
de Ari-matea y Nicodemo, y bajaron en brazos el cuerpo del Salvador. Cuando la
Virgen vio que llegaba el sagrado cuerpo a tierra, se dispuso para darle puerto
seguro en su pecho, y recibirlo de los brazos de la cruz en los suyos. Lloraban
todos los presentes, y todas las criaturas acompañaban las lágrimas de la Virgen
regando y lavando con lágrimas el cuerpo sagrado.
ESTACIÓN
XIV
JESUS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
JESUS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
Llegada
la hora de la sepultura, envuelven el santo cuerpo en una sábana limpia, atan
su rostro con un sudario y, puesto encima de un lecho, caminan al lugar del
monumento, y allí depositan aquél precioso tesoro. El sepulcro se cubrió con
una losa y el corazón de la Madre con una oscura niebla de tristeza. Allí se
despide otra vez de su Hijo; allí comienza de nuevo a sentir su soledad; allí
se ve ya desposeída de todo su bien; allí se le queda el corazón sepultado
donde quedaba su tesoro. Pero ¿qué sentiría cuando viese ante sí a su Hijo vivo
y glorioso?
Para
ganar la indulgencia concedida al rezo del Viacrucis, por las intenciones del
Papa. Padrenuestro, Avemaría y Gloria