domingo, 20 de octubre de 2019

MUCHOS SON LOS LLAMADOS, MÁS POCOS LOS ESCOGIDOS. San Juan Bautista de la Salle

Muchos son los llamados, más pocos los escogidos.
MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO DECIMONONO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 
San Juan Bautista de la Salle
Afirma Jesucristo en el evangelio de este día que muchos son los llamados y pocos los escogidos (1). Lo dice del cielo; pero esa verdad no es menos constante aplicada a las comunidades; pues, sin embargo de ser muchas las personas que ingresan en ellas, hay pocas, con todo, que sean fieles a la gracia de su vocación, o que adquieran y mantengan en sí el espíritu de su estado, después de haberse comprometido a ello.
Lo primero que debe hacerse cuando se ingresa en alguna comunidad, para ser elegido de Dios en ella, es aprender bien a orar y aplicarse debidamente a ello. Porque, no existiendo profesión más sujeta a las tentaciones del demonio - a causa de cierta como seguridad que de salvarse hay en ella cuando se cumplen con fidelidad las reglas por que se rige -; es allí mucha la necesidad que de fortaleza se tiene para poder resistir a los embates del tentador.
Lo segundo, esmerarse especialmente en la observancia de las Reglas; porque la regularidad es el medio principal que Dios suministra para salvarse en las comunidades; y según eso, tanto más se afianza en ellas " la vocación y elección por las buenas obras peculiares al propio estado ", según dice san Pedro (2), cuanto mejor se guarda esa virtud.
Mas, siendo pocos los que en las comunidades se sujetan exactamente a ese doble deber; síguese que se hallan muchos desprovistos de las gracias indispensables para perseverar en ellas y conservar el espíritu de su estado. De modo que, o no viven en la comunidad sino con el cuerpo, o se ponen en el trance de ser amputados de ella, como miembros dañados y capaces de contaminar a los otros.
La segunda razón de que haya pocos elegidos en las comunidades, es que son pocos en ellas los que tienen verdadera y total sumisión a los superiores.
Ahora bien, por ser la obediencia la primera virtud que debe observarse en comunidad, y la principal entre las que ayudan a mantenerse en ella; tan pronto como la obediencia falta, se siente uno dejado a si mismo, sin fuerzas ni vigor, e incapaz por ello, de producir el bien correspondiente a su peculiar estado; de donde se sigue que, o no se persevera, o que, permaneciendo en él, se vuelve uno inútil, y aun perjudicial a los otros, como rama desgajada del tronco, que es Jesucristo, de quien ya no fluye la savia necesaria para producir fruto.
No se adhiere uno a Jesucristo, como las ramas al árbol, sino en la medida en que se conserva la unión con los superiores y se procede en absoluta dependencia respecto de ellos; ya que, según dice san Pablo, " a Dios y a Jesucristo mismo se obedece cuando se les está sujeto; y también que ha de obedecérseles, no con la mira de agradar a los hombres, sino cumpliendo de buen grado la voluntad de Dios, y en cuanto miembros y siervos de Jesucristo " (3).
A su vez, tampoco tienen derecho a mandar los superiores sino porque hablan en nombre de Jesucristo y como representantes de su persona. Ni ha de obedecérseles sino porque, en expresión del mismo san Pablo, trabajan en la perfección de los santos y en la edificación del cuerpo de Jesucristo (4), que es nuestra cabeza; el cual, por la sumisión que se le presta en sus ministros, " traba y une todos los miembros de su cuerpo con justa proporción, para no formar más que un solo cuerpo " (5).
Por la virtud de la obediencia os convertiréis, pues, vosotros en verdaderos elegidos de Dios dentro de la comunidad (*).
Otra causa de que sean pocos los escogidos para vivir en comunidad es que son pocos también los que, en ella, descubren plenamente el corazón a sus superiores; sin lo cual es imposible ponerse a salvo de las perniciosas consecuencias que pueden acarrear las violentas tentaciones con que el demonio acomete a los llamados a vivir en las comunidades.
Estas tentaciones son, ordinariamente, tanto más recias cuanto más se adelanta en virtud; pues a quienes trabajan con fervor, por adquirir la perfección de su estado, el demonio los " ronda, según dice san Pedro, dando vueltas en su derredor, espiando la ocasión para hacerlos caer " (6): sabe que, si perseveran, podrán dañarle mucho, tanto con su buen ejemplo, como por las gracias que obtendrán para los otros con sus oraciones.
Por lo cual, asegura san Doroteo, que experimenta el diablo especial alegría cuando encuentra algunos que se gobiernan a si mismos y no se dejan guiar por el superior, pues sabe que caerán como las hojas de los árboles, ya que se ponen de acuerdo, dice este Santo, con el demonio y con los demás enemigos de su salvación. Llega a afirmar san Doroteo que no conoce otra causa de la caída de quienes viven en comunidad sino la con fianza que tienen en sus propias luces; y concluye que no hay cosa más detestable y más perniciosa en ellas que tal modo de proceder, ni otra senda para conseguir la salvación en ellas que la manifestación del corazón. Mas ¡ay! en cuán pocos ésta es total.
Unos dicen: " ¿qué pensará mi superior si todo se lo declaro? ". - Pero, si dejáis de declarárselo, sabrá muy pronto que sois infieles.
Otros: " no me atreveré a decírselo todo porque, luego, tendré reparo en presentarme delante de él ". Otros: " basta que diga mis faltas en confesión " - Si, pero vuestro superior está en mejores condiciones que ningún otro para facilitaros los remedios.
Otros: " es un Hermano como yo ".- Es verdad, pero tiene misión de Dios para ayudaros a conseguir la salvación.
Servíos, pues, de los medios que Dios os ofrece para salvaros; si no, pronto vendréis a menos en el espíritu de vuestro estado y, a pesar de haber sido llamados a él, no seréis del número de los elegidos de Dios.