lunes, 24 de septiembre de 2018

La santa misa del Padre Pio. Primer día (1) Homilía




Triduo del Padre Pio 2018
La santa misa del Padre Pio. Primer día (1)
Queridos hermanos,
La liturgia, y muy particularmente el sacramento de la eucaristía, es fuente y culmen de la vida de la Iglesia. 
Como una fuente de gracia continua y perenne, a ella tenemos que acudir para renovar nuestra vida cristiana y para en ella ofrecernos a Dios, Señor y Dueño de nuestra vida.
La santa misa nos renueva porque se nos da la gracia, el alimento espiritual, la iluminación de nuestra inteligencia… en definitiva, porque nos acercamos a Dios, fuente de vida… Que bién lo supo expresar la iglesia al poner al principio de la celebración el salmo 42: Introibo ad altare Dei, ad Deum qui laetificat iuventutem meam.  
La santa misa es culmen porque a ella venimos cargados con todo lo que somos y tenemos. Nuestra vida es un ofertorio y sacrificio: todo por Dios, todo para Dios, todo por amor, todo para amar. 
Esta afirmación acerca de la centralidad de la santa misa en la vida de la Iglesia se da de un formo totalmente manifiesto en la vida de nuestro querido Padre Pío: La santa misa era el centro y la fuente de toda su espiritualidad.
Al celebrar la santa misa, Padre Pío se sumergía intensamente en el misterio celebrado y participaba de una forma del todo singular en los sufrimientos del Salvador. Su rostro se veía enteramente concentrado en Dios y lleno de lágrimas. Un éxtasis de amor y de dolor.
Todos los fieles que asistían quedaban admirados.
 ¿Cómo era esta participación que el Padre Pío tenía en la santa misa?
Hay formas de participar erróneas:
La de aquellos que asisten solamente, están presentes de cuerpo, pero totalmente ausentes, distraídos, o con una participación pasiva.
La de aquellos que piensan que participar es responder o hacer cosas…
 La de aquellos que confunden participación con sentimiento, con entretenimiento, diversión…
¿Cómo debe ser La verdadera participación? ¿Cómo participaba Padre Pio? Nos lo enseña el Apóstol San Pablo en la carta a los Romanos (12): “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.”
Fijaos en las palabras empleadas por el apóstol: ofrecer, víctimas, culto….
Comprendemos por tanto qué es la santa misa: un verdadero sacrificio. La renovación incruenta –sin derramamiento de sangre- del mismo sacrificio de la cruz de forma sacramental bajo las apariencias sacramentales del pan y del vino.
Con el ejemplo del Padre Pío, se disipan las errores de algunos que quieren hacer de la misa la renovación de ultima cena, o una reiteración de la pascua judía, o una simple reunión de fraternidad, o un momento de oración comunitario, cuando no se convierte la celebración de la Eucaristía en el lugar donde sacerdotes y fieles expresan sus ideas más extravagantes y búsquedas de protagonismo.
La misa no es eso. Y lo vemos en los santos, y los vemos en el Padre Pío.
Él lloraba, gemía de dolor, intensamente sumergido en el misterio.
San Pablo en su carta a los corintios tuvo que corregir los abusos que se daban en la celebración de la santa misa en aquella comunidad: se reunían para estar divididos en partidos, para comer glotonamente, en definitiva, para buscar su propia condenación al no saber discernir el misterio del Cuerpo y la Sangre del Señor.
Ante ello, les recuerda: “Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.”
Nosotros también hemos recibido esta tradición, con esta forma litúrgica hermosísima interna y externamente como obra inspirada por el Espíritu Santo a la Iglesia codificada en este misa de 1962, llamada misa tridentina, tradicional o forma extraordinaria del Rito Romano. Hemos de acudir a ella, alimentarnos de ella, vivir de ella… Hemos de adentrarnos en el misterio… para que también sea la santa misa, la Eucaristía, se el centro y culmen de nuestra vida como lo fue en la vida del Padre Pío.