domingo, 4 de agosto de 2019

HEMOS DE DAR CUENTAS. San Juan Bautista de la Salle



MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO OCTAVO DESPUES DE PENTECOSTÉS 
San Juan Bautista de la Salle   
Sobre la cuenta que debéis dar del modo como desempeñasteis el empleo.
Cierto mayordomo fue acusado ante su señor de haberle dilapidado los bienes. Llamóle este y le dijo: ¿que oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración (1).
Vosotros, que ejercéis el empleo santo en que Dios os ha colocado, debéis persuadiros de que tales palabras se dicen para vosotros, y pensar que, al termino de cada día y de cada ejercicio en el empleo, Dios os pide razón de como lo habéis desempeñado.
Por consiguiente, tenéis que recogeros entonces en vuestro interior, a fin de examinaros y preparar dicha cuenta. De ese modo estaréis siempre dispuestos a dar la, y a proceder de tal forma que Dios, a quien debéis rendirla, no encuentre en ella nada que argüiros. Porque si esperáis a exigirosla hasta que Dios por si mismo os la pida, es muy de temer que os halle en falta.
De dos cosas responderéis ante Dios, relativas ambas al bien espiritual que se reclama de vosotros en el empleo.
La primera concierne a la obligación en que estáis de enseñar a los niños el catecismo y las máximas del Evangelio. A ninguno de los alumnos debe faltar la instrucción religiosa, y ese es el motivo primordial de que la Iglesia os los confíe. De ahí que debáis sentiros los depositarios de la fe, para transmitirsela: ese es el capital que Dios os encomienda y del que os constituye administradores.
En la cuenta que os exija ¿no hallara Dios que muchos niños desconocen los misterios principales de la religión? Si tal ocurriere, seriáis vosotros mas dignos de condenación que ellos; pues vuestra negligencia, vendría a ser causa de la ignorancia en tales niños; ya que, según san Pablo, la fe solo se comunica por el oído, y el oido no oye sino por la palabra de Jesucristo (2).
Lo segundo de que habéis de rendir cuentas se refiere a la piedad: si ponéis empeño en inspirársela a los discípulos; si son modestos y recatados en el templo; si ruegan a Dios durante todo el tiempo que allí permanecen; si de vez en cuando no hablan y bromean en el; si todos los días, mañana y noche, se encomiendan a Dios; si al hacerlo en la escuela, rezan devotamente.
Si aborrecen los juramentos y las palabras indecorosas; si respetan a sus padres y les obedecen fielmente; si se apartan de las malas compañías.
Si les inspiráis vosotros todas estas practicas, y veláis por su conducta, en la medida que sea necesario para que las pongan por obra; si procuráis que se confiesen de cuando en cuando, y les proporcionáis algún buen confesor.
Dios os pedirá cuenta de todas esas cosas, como en cargados que estáis del bien de sus almas. ¿Os halláis preparados para darla? ¿No os remuerde la conciencia de cosa alguna a ese respecto? Porque, en este particular, sustituís a los pastores de la Iglesia y a los padres y madres de los niños.