domingo, 6 de julio de 2025

7 DE JULIO. SAN ODÓN, OBISPO DE URGEL (+1122)

 


07 DE JULIO

SAN ODÓN

OBISPO DE URGEL (+1122)

NOS hallamos en La Seo de Urgel hacia la segunda mitad del siglo XI. En la linajuda rama de los Condes de Pallás —Don Artal y Doña Luciana— acaba de brotar una flor hermosa, que va a dar más brillo a los esclarecidos timbres de la casa que todos sus antepasados. Y eso que por sus venas corre la sangre nobilísima de los Condes de Barcelona, Gascuña y Urgel. Entre la larga serie de obispos, gobernadores, héroes y capitanes que han enaltecido y enaltecerán la familia, privará este nombre: Odón, «Sant Ot».

No son muchas, ciertamente, las noticias que poseemos acerca del ilustre vástago de los Condes de Pallás; sí las suficientes para trazar con mano segura su semblanza y demostrar que el nombre de «flor hermosa» que le hemos dado no es simplemente una bella metáfora. Está claro que sus concienzudos y sobrios biógrafos —Doménech, Villegas, Baronio— han querido darnos la línea escueta y firme, ajenos a toda pretensión literaria que pudiera entreverar los hechos. Trataremos nosotros de imitarles en esto, siguiendo muy de cerca la vida del Santo que se halla en el Breviario de Urgel.

Hijo de tan ilustre prosapia, Odón recibe desde niño una educación exquisita, digna de su rango. Y como tiene inteligencia clara y buen natural, progresa rápidamente en ciencia y virtud, halagando con su conducta las esperanzas paternas. La tradición familiar y la costumbre establecida entre la juventud aristócrata le obligan a seguir la carrera militar. A la verdad; no es la vocación castrense la que más se acomoda a sus sentimientos pacíficos y devotos; pero ha de ser así. Ya en la milicia, prueba su valor y define su personalidad y su mística: grandeza moral, carácter noble, caridad, sacrificio, dominio del dolor. Defiende con tesón los derechos de la Iglesia, de la patria, del honor y de la justicia. Sabe hermanar la vida recia del campamento con .la delicadeza de su corazón caritativo, bondadoso y magnánimo. Y en este vivir duro y disciplinado se va templando su ánimo juvenil para la lucha pacífica —menos cruenta, pero no menos heroica— que le reserva la divina Providencia: lucha contra las propias pasiones, contra los vicios sociales, contra las miserias de los menesterosos, contra los desafueros de los ricos y de los nobles...

Decididamente, Odón no ha nacido para la carrera de las armas. Las vehementes aspiraciones de su espíritu le llevan a buscar la paz y la felicidad en otro estado más perfecto. Así pues, un buen día, enfunda la espada y se consagra a Dios. Varón docto y ejemplarísimo, muy pronto es nombrado arcediano de la catedral urgelense, con lo que sus virtudes quedan expuestas a la admiración.

Ahora sus armas son las oraciones, los ayunos y las disciplinas; y a ellas junta su apostólica palabra que conmueve los corazones, rectifica las conciencias, deshace las intrigas y santifica los pueblos. Es un auténtico santo, todo dedicación y bondad.

El año 1094 cae enfermo el Obispo de Urgel. Viendo su fin cercano, renuncia a la mitra que adquiriera anticanónicamente, legando a la Iglesia —a título de descargo— todo su patrimonio. ¿Quién será el sucesor? A esta pregunta responde la voz unánime de Condes, Clero y Pueblo: «¡Odón, obispo!, ¡Odón, obispo! Su condición apacible, la pureza de sus costumbres, la entereza con que ha defendido siempre los derechos de la Iglesia y su fama de gran letrado, deciden el nombramiento. Odón, no obstante, sus humildes reparos y escrúpulos de santo, sube a la. silla episcopal de Urgel ¿Dónde encontrar persona en quien las ideas de Religión y de Patria tengan más alto exponente?

Los hechos vienen pronto a acreditar el acierto de la elección. La «solicitud paulina por todas las Iglesias» consume el corazón del nuevo Prelado y pone a prueba su temple de apóstol legítimo. Los veintiocho años de su episcopado son una serie ininterrumpida de beneficios para la grey urgelense. Incansable en la propagación de los sentimientos cristianos, reforma las costumbres, harto pervertidas por desgracia, declara guerra sin cuartel al vicio y al crimen, trabaja sin descanso por disipar las tinieblas de la ignorancia y del error, y se constituye en padre de los huérfanos, defensor de la viudez y escudo del perseguido. El celo pastoral y la vigilancia constante presiden este fecundo ministerio, que el milagro aureola.

«Al fin —dice Rivadeneira— habiendo vivido devotísimamente, fue Dios servido de librar aquella santísima alma de la cárcel del cuerpo, y llevársela a gozar de su gloria para siempre». El 7 de julio de 1122 —siendo Sumo Pontífice Calixto II, y Conde de Barcelona Don Ramón III de Berenguer— depone Odón por última vez las armas en manos de la Providencia divina y empuña la palma del triunfo eterno. Dios mismo hace el panegírico de su santa vida, obrando por su intercesión numerosos milagros; como aquel en que una luz del cielo enciende la lámpara de su sepulcro, que se venera en la Catedral.

La Seo de Urgel celebra hoy el tradicional baile «Ball Cerdá», en el que se exhiben típicos y preciosos trajes. y tapices en honor de «Sant Ot», como familiarmente llaman. los urgelenses a San Odón, su celestial Patrono.