martes, 1 de enero de 2019

COMIENCE A SER SANTA Y EDIFICANTE VUESTRA VIDA. San Juan Bautista de la Salle

 
1 de enero
PARA LA FIESTA DE LA CIRCUNCISION DEL SENOR
San Juan Bautista de la Salle 
En su Circuncisión se somete Jesucristo a la ley que ordenaba circuncidar a todos los niños varones el octavo día después de su nacimiento (1), no obstante hallarse Él exento y por encima de todas las leyes, pues era el supremo legislador.Esta ley, además, concernía exclusivamente a los pecadores y, según eso, Jesucristo no estaba de ningún modo sujeto a ella, por ser incapaz de pecado.¡Admirable humildad la de Jesús, que toma la semejanza de pecador sin serlo y que, siendo en absoluto inocente, echa sobre sus hombros la carga de nuestros pecados al entrar en el mundo, porque sólo viene a la tierra con el fin de satisfacer por ellos!Ponderemos hoy la obediencia y la humildad del Salvador en este misterio: No vino al mundo, como dice Él mismo, para destruir la Ley, sino para darle cumplimiento (2).Aprended de Jesús a someteros a quienes Dios os ha dado por superiores; a humillaros en las ocasiones que se os presenten, y a circuncidaros con la circuncisión verdadera, no hecha por mano de hombre (3), como dice san Pablo, sino consistente, añade el Apóstol, en despojarse del cuerpo carnal; o sea, de nuestros peca dos, pasiones y malas inclinaciones; pues, como enseña en otra parte el mismo santo Apóstol, la verdadera circuncisión no es la que se hace en la carne y es sólo exterior; sino la del corazón, que se hace según el espíritu (4).Por tanto, como corresponde a quienes son de Jesucristo, mortificad vuestra carne con sus pasiones y malas inclinaciones, conforme sigue amonestando el Apóstol (5), y así, Jesucristo os hará revivir con Él, no obstante la incircuncisión de vuestra carne, aboliendo total mente el decreto de vuestra condenación (6). Jesucristo ejerce en este misterio la función y cualidad de Redentor de los hombres, derramando su sangre por el amor que les profesaba. Con esta efusión de sangre manifiesta que había empezado a presentarse en la tierra como pecador, y a cargar con nuestras iniquidades: 
Lo primero, porque la circuncisión no fue establecida en la antigua Ley sino para los pecadores.
Lo segundo, porque, constituido Jesucristo en el mundo pontífice de los bienes futuros, según atestigua san Pablo, se ofreció este día Él mismo a Dios en el Templo, como víctima inmacu1ada, para purificar nuestras conciencias de las obras muertas, y para tributar, en representación de todos los hombres, el verdadero culto al Dios vivo y eterno, en calidad de mediador de la nueva Alianza (7).
¿Puede haber cosa más humillante para el Hijo de Dios que pasar por pecador, siendo la santidad misma y el justo por excelencia? Con todo, Jesucristo, aunque libre de todo pecado, padece hoy en su sagrado cuerpo la pena que los hombres, por su condición de pecadores, estaban obligados a soportar.
Nosotros, en cambio, que tanto ofendimos a Dios, nos tenemos y queremos ser tenidos por inocentes y justos; buscamos y nos creemos con derecho a buscar nuestras comodidades, y ponemos todo nuestro conato en huir del dolor y las molestias.
Despertad en vosotros sentimientos de humildad, y confundíos interiormente al ver cómo huís las ocasiones de padecer, cuando Jesucristo las ha buscado por vuestro amor. Dadle también gracias por la extraordinaria bondad de que os ha dado pruebas en su circuncisión.
El Padre Eterno avisó a la Virgen Santísima, por el ángel que le anunció el misterio de la Encarnación de su Hijo, que debía llamarle JESÚS (8); en con secuencia, Ella y san José le impusieron en este día ese Nombre, que significa salvador.
Estaba muy puesto en razón que, al mismo tiempo que Jesucristo empezaba a padecer y a derramar su sangre por nuestros pecados, se le llamara así, a fin de que comenzase a llevarle desde aquel momento; pues tan admirablemente le convenía, según el ministerio que había tomado sobre Sí, y al tiempo mismo en que se ofrecía exterior y públicamente a Dios su Padre para desempeñarlo; de modo que no pareciese llevar en vano tan adorable Nombre.
¿No lleváis en vano vosotros los nombres de " cristiano " y de " ministro de Jesucristo " en la función que ejercéis? ¿Vivís de manera que corresponda a tan gloriosas denominaciones? ¿Instruís a quienes tenéis a vuestro cargo con el celo y la aplicación que exige Dios de vosotros para tan santo empleo?
Haceos dignos por vuestra conducta irreprochable, de calidad tan gloriosa, y portaos de tal manera que, desde hoy, comience a ser santa y edificante vuestra vida, y continúe siéndolo en lo sucesivo.