domingo, 20 de abril de 2025

21. LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. SAN PEDRO DE ALCÁNTARA

 

21

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

 

MEDITACIONES

SOBRE LAS VERDADES ETERNAS

Y LA PASIÓN DEL SEÑOR

PARA PEDIR EL AMOR DE DIOS 

San Pedro de Alcántara

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

  

 “Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorosísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos.

    Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”

 

Se meditan los puntos dispuestos para cada día.

 

21

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Del tratado de la oración y meditación

de san Pedro de Alcántara 

Acerca del misterio de la Ascensión considera primeramente cómo dilató el Señor esta subida a los cielos por espacio de cuarenta días, en los cuales apareció muchas veces a sus discípulos y. los enseñaba y platicaba con ellos del Reino de Dios (Act.1,3). De manera que no quiso subir a los cielos, ni apartarse de ellos, hasta que los dejó tales que pudiesen con el espíritu subir al cielo con Él. Donde verás, que a aquellos desampara muchas veces la presencia corporal de Cristo (esto es, la consolación sensible de la devoción), que pueden ya con el espíritu volar a lo alto y estar más seguros del peligro. En lo cual maravillosamente resplandece la providencia de Dios y la manera que tiene en tratar a los suyos en diversos tiempos: cómo regala los flacos y ejercita los fuertes; da leche a los pequeñuelos y desteta a los grandes; consuela los unos y prueba los otros, y así trata a cada uno según el grado de su aprovechamiento. Por donde ni el regalado tiene por qué presumir, pues el regalo es argumento de flaqueza; ni el desconsolado por qué desmayar, pues esto es muchas veces indicio de fortaleza.

En presencia de los discípulos, y viéndolo ellos (Act.1,3), subió al cielo, porque ellos habían de ser testigos de estos misterios, y ninguno es mejor testigo de las obras de Dios que el que las sabe por experiencia. Si quieres saber de veras cuán bueno es Dios, cuán dulce y cuán suave para con los suyos, cuánta sea la virtud y eficacia de su gracia, de su amor, de su providencia y de sus consolaciones, pregúntalo a los que lo han probado; que éstos te darán de ello suficientísimo testimonio. Quiso también que le viesen subir a los cielos, para que le siguiesen con los ojos y con el espíritu, para que sintiesen su partida, para que les hiciese soledad su ausencia, porque éste era el más conveniente aparejo para recibir su gracia. Pidió Elíseo a Elías su espíritu, y respondióle el buen Maestro (Reg.2,10): Si vieres cuándo me parto de ti, será lo que pediste. Pues aquellos serán herederos del Espíritu de Cristo, a quien el amor hiciere sentir la partida de Cristo, los que sintieren su ausencia y quedaren en este destierro suspirando siempre por su presencia. Así lo sentía aquel santo varón que decía: Fuiste consolador mío, y no te despediste de mí; yendo por tu camino bendijiste los tuyos, y no lo vi. Los ángeles prometieron volverías, y no lo oí, etc.

Pues, ¿cuál sería la soledad, el sentimiento, las voces y las lágrimas de la sacratísima Virgen, del amado discípulo y de la santa Magdalena y de todos los Apóstoles, cuando viesen írseles y desaparecer de sus ojos aquel que tan robados tenía sus corazones? Y con todo esto, se dice que volvieron a Jerusalén con grande gozo por lo mucho que le amaban. Porque el mismo amor que les hacía sentir tanto su partida, por otra parte les hacía gozarse de su gloria, porque el verdadero amor no se busca a sí, sino al que ama.

Resta considerar con cuánta gloria, con qué alegría y con qué voces y alabanzas sería recibido aquel noble triunfador en la ciudad soberana, cuál sería la fiesta y el recibimiento que le harían, qué sería ver ayuntados en uno hombres y ángeles y todos a una caminar a aquella noble ciudad, y poblar aquellas sillas desiertas de tantos años, y subir sobre todos aquella sacratísima humanidad, y asentarse a la diestra del Padre. Todo es mucho de considerar para que se vea cuán bien empleados son los trabajos por amor de Dios, y cómo el que se humilló y padeció más que todas las criaturas es aquí engrandecido y levantado sobre todas ellas, para que por aquí entiendan los amadores de la verdadera gloria el camino que han de llevar para alcanzarla, que es descender para subir y ponerse debajo de todos para ser levantados sobre todos.

 

 

ORACIÓN PARA FINALIZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

PETICIÓN ESPECIAL DEL AMOR DE DIOS. San Pedro de Alcántara