viernes, 18 de abril de 2025

19. EL LLANTO DE NUESTRA SEÑORA Y OFICIO DE LA SEPULTURA. SAN PEDRO DE ALCÁNTARA

 

19

EL LLANTO DE NUESTRA SEÑORA

Y OFICIO DE LA SEPULTURA

 

MEDITACIONES

SOBRE LAS VERDADES ETERNAS

Y LA PASIÓN DEL SEÑOR

PARA PEDIR EL AMOR DE DIOS 

San Pedro de Alcántara

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

  

 “Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorosísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos.

    Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”

 

Se meditan los puntos dispuestos para cada día.

19

EL LLANTO DE NUESTRA SEÑORA

Y OFICIO DE LA SEPULTURA

Del tratado de la oración y meditación

de san Pedro de Alcántara

 

Pues cuando la Virgen le tuvo en sus brazos, ¿qué lengua podrá explicar lo que sintió? ¡Oh ángeles de la paz, llorad con esta Sagrada Virgen; llorad, cielos; llorad, estrellas del cielo, y todas las criaturas del mundo acompañad el llanto de María! Abrázase la Madre con el cuerpo despedazado, apriétalo fuertemente en sus pechos (para sólo esto le quedaban fuerzas), mete su cara entre las espinas de la sagrada cabeza, júntase rostro con rostro, tíñese la cara de la sacratísima Madre con la sangre del Hijo, y riégase la del Hijo con lágrimas de la Madre. ¡Oh dulce Madre! ¿Es ése, por ventura, vuestro dulcísimo Hijo? ¿Es ése el que concebiste con tanta gloria y pariste con tanta alegría? ¿Pues qué se hicieron vuestros gozos pasados? ¿Dónde se fueron vuestras alegrías antiguas? ¿Dónde está aquel espejo de hermosura en que os mirábades?

Lloraban todos los que presentes estaban; lloraban aquellas santas mujeres, aquellos nobles varones; lloraba el cielo y la tierra y todas las criaturas acompañaban las lágrimas de la Virgen. Lloraba otrosí el Santo Evangelista, y, abrazado con el Cuerpo de su Maestro, decía: ¡Oh buen Maestro y Señor mío!, ¿quién me enseñará ya de aquí en adelante? ¿A quién iré con mis dudas? ¿En cuyos pechos descansaré? ¿Quién me dará parte de los secretos del cielo? ¿Qué mudanza ha sido ésta tan extraña? ¿Anteanoche me tuviste en tus sagrados pechos dándome alegría de vida, y ahora te pago aquel tan grande beneficio teniéndote en los míos muerto? ¿Este es el rostro que yo vi transfigurado en el monte Tabor? ¿Ésta es aquella figura más clara que el sol de medio día? Lloraba también aquella santa pecadora, y abrazada con los pies del Salvador decía: ¡Oh lumbre de mis ojos y remedio de mi ánima!, si me viera fatigada de los pecados, ¿quién me recibirá? ¿Quién curará mis llagas? ¿Quién responderá por mí? ¿Quién me defenderá de los fariseos? ¡Oh cuán de otra manera tuve yo estos pies y los lavé cuando en ellos me recibiste! ¡Oh amado de mis entrañas, ¿quién me diese ahora que yo muriese contigo? ¡Oh vida de mi ánima!, ¿cómo puedo decir que te amo, pues estoy viva teniéndote delante de mis ojos muerto?

De esta manera lloraban y lamentaban toda aquella santa compañía, regando y lavando con lágrimas el Cuerpo sagrado. Llegaba, pues, ya la hora de la sepultura, envuelven el santo Cuerpo en una sábana limpia, atan su rostro con un sudario y, puesto encima de un lecho, caminan con Él al lugar del monumento, y allí depositan aquel precioso tesoro. El sepulcro se cubrió con una losa y el corazón de la Madre con una oscura niebla de tristeza. Allí se despide otra vez de su Hijo; allí comienza de nuevo a sentir su soledad; allí se ve ya desposeída de todo su bien; allí se le queda el corazón sepultado donde quedaba su tesoro.

 

ORACIÓN PARA FINALIZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

PETICIÓN ESPECIAL DEL AMOR DE DIOS. San Pedro de Alcántara