miércoles, 30 de abril de 2025

1 DE MAYO. SAN JOSÉ OBRERO

 


01 DE MAYO

SAN JOSÉ OBRERO

A instauración de la festividad en honor de San José Obrero es una reivindicación de la ley santa del trabajo, impuesta por Dios al hombre como medio de ganar el sustento del cuerpo y lograr la santificación del alma. La nueva fiesta en honor del Santo Patriarca es un himno grandioso al trabajo fielmente cumplido.

Sabemos que el trabajo, cuando se realiza coa cristiana resignación, es fuente de bienestar. Lleva sello de redención, no de maldición, como proclaman los enemigos de la Iglesia. El trabajo es ley impuesta por Dios al hombre como medio de conseguir la patria feliz que perdió por el pecado. Pío XI, de feliz memoria, en su inmortal encíclica Quadragésimo Anno dice: «Según la doctrina cristiana, el hombre, dotado de naturaleza social, ha sido puesto en la Tierra para que, viviendo en sociedad y bajo una autoridad ordenada por Dios, cultive y desarrolle plenamente sus facultades a gloria y alabanza de su Criador; y cumpliendo fielmente los deberes de su profesión o de su vocación, sea cual fuere, logre la felicidad temporal y la eterna».

Considerado el trabajo a través del prisma de estas palabras luminosas del gran Pío XI, cuán fácil y hacedero resulta; pero, desgraciadamente, una inmensa muchedumbre de hombres, aun cristianos, ofuscados por las perversas doctrinas del comunismo ateo, sin esperanza consoladora en un trasmundo, y viendo en el patrono sólo al amo cruel y déspota, maldice del trabajo, se sustrae a él, rompiendo la armonía del sublime himno que la Creación entera eleva al Creador.

El trabajo, merced a la predicación de nefarias doctrinas, ha dejado de ser para la inmensa mayoría de los obreros medio de redención y bienestar. Resulta para ellos una carga impuesta por la Sociedad injusta y despiadada. De ahí el odio y sed de venganza que respiran en su corazón. A tan triste estado los han conducido los nuevos redentores de la paz social. Con sus doctrinas del más grosero materialismo han matado en las almas de las masas proletarias la fe en una vida ultraterrena, han inoculado en su corazón un odio feroz contra quien siembra la luz de la verdad: la Iglesia, amparadora —según ellos— de los capitalistas y despreciadora de las clases sin fortuna. Las doctrinas del judío Marx y de los sin dios, han levantado una muralla de odios entre el patrón y el obrero.

La Iglesia, Madre de todos, sin distinción -de clases ni de razas, ha clamado por la paz y concordia, ha propuesto las fórmulas que pueden solucionar el grave conflicto. Ahí están, por ejemplo, las luminosas consignas de León XIII en su nunca bastante ponderada encíclica Rerum Novarum, la no menos memorable de Pío XI, Quadragésimo Anno, y los discursos y mensajes de Pío XII propugnando por la inteligencia y armonía de las clases sociales, por el cese de odios, y por la unión fraterna cual conviene a quienes son hijos de un mismo Padre.

Memorable fue en este sentido de concordia social, el discurso que el Papa pronunció el primero de mayo de 1955 ante ciento cincuenta mil trabajadores congregados en la plaza de San Pedro. De aquel importantísimo discurso son las siguientes palabras: «Aquí, en este día 1.0 de mayo, que el mundo del trabajo se ha adjudicado como fiesta propia, Nos, Vicario de Jesucristo, queremos afirmar de nuevo solemnemente este deber y compromiso con la intención de que todos reconozcan la dignidad del trabajo, y que ella inspire la vida social y las leyes fundadas sobre la equitativa repartición de derechos y deberes». Y añade el Papa:

«Tomado en este sentido por los obreros cristianos, el uno de mayo recibirá así, en cierto modo, su consagración cristiana, y lejos de ser fomento de discordias, de odios y de violencias, es y será una invitación constante a la sociedad moderna a completar lo que aún falta a la paz social. Fiesta cristiana, por tanto, es decir, día de júbilo para el triunfo concreto y progresivo de los ideales cristianos de la gran familia del trabajo.

»Y a fin de que os quede grabado este significado, y en cierta manera para corresponder inmediatamente a los numerosos dones que Nos habéis traído de todas las regiones de Italia, Nos place anunciaros nuestra determinación de instituir, como de hecho lo hacemos, la fiesta litúrgica de San José Obrero, señalando para ella precisamente el 1.0 de mayo, porque el humilde obrero de Nazaret no sólo encarna delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sino que es también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias».

Ya tienen, pues, los obreros el ejemplar magnífico en que aprender a sobrellevar con resignación y amor la dura ley del trabajo. En el humilde carpintero de Nazaret se les ofrece un perfectísimo modelo de laboriosidad, de resignación, de conformidad con la voluntad de Dios, de todo. San José fue obrero, y obrero pobre, y más pobre que muchos obreros que maldicen de su suerte. San José —«varón justo»— trabaja por necesidad todo el día; pequeña era su casa, frugal el sustento, modestas pero limpias sus ropas, tosco el calzado, incómodo el lecho para las breves horas del descanso. Y en medio de tantas privaciones y austeridades, jamás perdió el sosiego de su alma. Siempre tranquilo y resignado con la voluntad santa de Dios...