Meditación IV
Jesús en el seno de María
VIVA JESÚS!
Ó SEA
MEDITACIONES
SOBRE
LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO
San Enrique de Ossó, presbítero
Oración preparatoria
para antes de la meditación.
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.
Composición de lugar.
Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.
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Meditación IV
Jesús en el seno de María
Punto primero. Jesús mientras estuvo en el seno de María por espacio de nueve meses, mucho había de sufrir… Estrechado en tan angosta y oscura cárcel, Jesús no era como los otros niños, porque Él tenía perfecto uso de razón y conocía su estado de humillación. ¿Qué sentirías tú, hija o hijo mío, si ahora que tienes conocimiento, por espacio de nueve meses hubieses de estar encerrado en cárcel tan estrecha, sin ver, ni oír, ni moverte? Pues Jesús tenía ojos y no veía, manos y no podía moverlas, pies y no podía andar…, y todo esto lo sufría voluntariamente… por tu amor… ¿Has agradecido a Jesús esta fineza?... ¿Has meditado lo que te enseña Jesús con este ejemplo raro de virtud?... Pues te enseña a cumplir la voluntad de Dios, cueste lo que cueste; a ser fiel a Dios en todas las cosas por desabridas que sean a tu amor propio. Imítale.
Punto segundo. Pregunta a Jesús, hija o hijo mío, ¿qué os ha obligado a encerraros vivo en ese sepulcro del seno purísimo de María? Y te dirá que es para encadenar tu libre albedrío a su servicio y amor… Jesús te ha dado pies y manos, cuerpo y alma, potencias y sentidos; pero exige de ti que estén atados a su ley santa, y de ellos no hagas uso sino para darle gusto… ¡Oh hija o hijo mío!, ¡tan amante que eres de tus caprichos, de hacer siempre tu voluntad, de salir siempre con la tuya a pesar de la ley de Jesús y de lo que mandan tus padres y superiores! ¡Cómo debes confundirte con el ejemplo de Jesús!... Podía romper aquella prisión, o anticipar el tiempo de su salida, porque era Dios que todo lo puede, mas no quiso, para darte ejemplo y aparecer a tus ojos como un hombre sin ayuda, libre entre los muertos. Exclama, pues, conmigo:
¡Oh libre albedrío, tan esclavo de tu libertad, si no vives enclavado con el temor y amor de quien te crió! ¡Oh cuándo será aquel dichoso día que te has de ver ahogado en aquel mar infinito de la suma Verdad, donde ya no serás libre para pecar, ni lo querrás ser, porque estarás seguro de toda miseria, naturalizado con la vida de tu Dios! Entonces, alma mía, entrarás en tu descanso cuando te entrañares en este sumo Bien, y entendieres lo que entiende, y amares lo que ama, y gozares lo que goza… No me desampares, Jesús mío, átame en tu seno amoroso con fuertes grillos y cadenas de tus beneficios, porque deseo verme hecho prisionero de tu amor, e inhabilitado para soltarme. En ti espero ser libre; ¿pues cómo puede ser libre el que del sumo Bien estuviere ajeno? ¿Qué mayor ni más miserable cautiverio, que estar el alma suelta de la mano de su Criador? Muera ya este yo, y viva en mí otro que es más que yo, y para mí mejor que yo, para que yo le pueda servir: Jesús viva y me dé vida; Jesús reine y sea yo cautiva, que no quiere mi alma otra libertad. Sírvate yo siempre, Jesús mío, y haz de mí lo que quisieres. Amén.
Fruto. Mortificaré mis sentidos y los afectos de mi corazón, no consintiéndoles cosa alguna que no sea conforme a la ley de Dios. Obedeceré siempre y en todas las cosas a mis superiores, no siendo ofensa de Dios, por más que me repugne, por amor a Jesús. Todo por Jesús.
Padre nuestro y la oración final.
Oración final para todos los días.
Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.