viernes, 3 de enero de 2025

4. JESÚS EN EL SENO DE MARÍA. SAN Enrique de Ossó

Meditación IV

Jesús en el seno de María

 

VIVA JESÚS!

Ó SEA

MEDITACIONES

SOBRE

LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO

San Enrique de Ossó, presbítero

 

Oración preparatoria

para antes de la meditación.

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.

 

Composición de lugar.

Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.

 

***

Meditación IV

Jesús en el seno de María

 

Punto primero. Jesús mientras estuvo en el seno de María por espacio de nueve meses, mucho había de sufrir… Estrechado en tan angosta y oscura cárcel, Jesús no era como los otros niños, porque Él tenía perfecto uso de razón y conocía su estado de humillación. ¿Qué sentirías tú, hija o hijo mío, si ahora que tienes conocimiento, por espacio de nueve meses hubieses de estar encerrado en cárcel tan estrecha, sin ver, ni oír, ni moverte? Pues Jesús tenía ojos y no veía, manos y no podía moverlas, pies y no podía andar…, y todo esto lo sufría voluntariamente… por tu amor… ¿Has agradecido a Jesús esta fineza?... ¿Has meditado lo que te enseña Jesús con este ejemplo raro de virtud?... Pues te enseña a cumplir la voluntad de Dios, cueste lo que cueste; a ser fiel a Dios en todas las cosas por desabridas que sean a tu amor propio. Imítale.

 

Punto segundo. Pregunta a Jesús, hija o hijo mío, ¿qué os ha obligado a encerraros vivo en ese sepulcro del seno purísimo de María? Y te dirá que es para encadenar tu libre albedrío a su servicio y amor… Jesús te ha dado pies y manos, cuerpo y alma, potencias y sentidos; pero exige de ti que estén atados a su ley santa, y de ellos no hagas uso sino para darle gusto… ¡Oh hija o hijo mío!, ¡tan amante que eres de tus caprichos, de hacer siempre tu voluntad, de salir siempre con la tuya a pesar de la ley de Jesús y de lo que mandan tus padres y superiores! ¡Cómo debes confundirte con el ejemplo de Jesús!... Podía romper aquella prisión, o anticipar el tiempo de su salida, porque era Dios que todo lo puede, mas no quiso, para darte ejemplo y aparecer a tus ojos como un hombre sin ayuda, libre entre los muertos. Exclama, pues, conmigo:

¡Oh libre albedrío, tan esclavo de tu libertad, si no vives enclavado con el temor y amor de quien te crió! ¡Oh cuándo será aquel dichoso día que te has de ver ahogado en aquel mar infinito de la suma Verdad, donde ya no serás libre para pecar, ni lo querrás ser, porque estarás seguro de toda miseria, naturalizado con la vida de tu Dios! Entonces, alma mía, entrarás en tu descanso cuando te entrañares en este sumo Bien, y entendieres lo que entiende, y amares lo que ama, y gozares lo que goza… No me desampares, Jesús mío, átame en tu seno amoroso con fuertes grillos y cadenas de tus beneficios, porque deseo verme hecho prisionero de tu amor, e inhabilitado para soltarme. En ti espero ser libre; ¿pues cómo puede ser libre el que del sumo Bien estuviere ajeno? ¿Qué mayor ni más miserable cautiverio, que estar el alma suelta de la mano de su Criador? Muera ya este yo, y viva en mí otro que es más que yo, y para mí mejor que yo, para que yo le pueda servir: Jesús viva y me dé vida; Jesús reine y sea yo cautiva, que no quiere mi alma otra libertad. Sírvate yo siempre, Jesús mío, y haz de mí lo que quisieres. Amén.

 

Fruto. Mortificaré mis sentidos y los afectos de mi corazón, no consintiéndoles cosa alguna que no sea conforme a la ley de Dios. Obedeceré siempre y en todas las cosas a mis superiores, no siendo ofensa de Dios, por más que me repugne, por amor a Jesús. Todo por Jesús.

 

Padre nuestro y la oración final.

 

Oración final para todos los días.

Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos!

*

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

4 DE ENERO. BEATA ÁNGELA FOLIGNO, TERCIARIA FRANCISCANA (1248-1309)

 


04 DE ENERO

BEATA ÁNGELA FOLIGNO

TERCIARIA FRANCISCANA (1248-1309)

HAY vidas que Dios hace brotar sobre la tierra para que resplandezcan en ellas las maravillas de su gracia: María Magdalena, Pablo de Tarso, Margarita de Cortona, Tais, la pecadora... La de Ángela de Foligno es también una de estas vidas locas y adorables, desdobladas en el cruce de un toque sobrenatural.

A lo largo de este libro, verá el pío lector que no siempre la infancia de los Santos está rodeada de signos extraordinarios, ni siquiera de ejemplos de virtud, como acontece con nuestra Beata. El franciscano Fray Arnaldo, su confesor y biógrafo, dice que sus padres eran «más ricos que virtuosos».

Desde 1248 a 1309, transcurren los setenta y un años de esta llama, que en la ciudad umbra de Foligno se encendió y se apagó. Adolescencia frívola, juventud alegre, madurez desgarrada. Aquí no hay nada que presagie a la Santa. Nada que cincele una estatua para los altares. La Gracia tendrá que meter en puntos, enlenzar, anatomizar, estilizar... Tendrá que hacerlo todo.

Ángela era una joven elegante, de envidiable posición; pero desaprensiva y casquivana y con un corazón a flor de piel. Vio que el mundo la mimaba, que se rendía a sus caprichos, y, sin el freno del hogar, se arrojó alocadamente en el torbellino del placer, pródiga de su riqueza y de su hermosura. Fue el escándalo de Foligno. En toda Umbría —Patria de Santos— se habló de sus mundanerías y liviandades, ya soltera, ya esposa, ya madre.

Se necesitaba un milagro de la gracia, y el milagro llegó, porque Dios tenía muy altos designios sobre esta alma descarriada. Ángela no conocía más que el lado alegre y bello de la vida, cuando el Señor se la volcó, echándosela encima con toda su imponente y descarnada realidad. La muerte hundió uno tras otro en la eternidad a sus padres, a su esposo, a todos sus hijos, dejándola sola con sus desengaños y remordimientos.

Andaba ya por los cuarenta, cuando, por primera vez, miró al pasado. «Comencé a pensar seriamente en mi conducta. Dios me dio conocimiento claro de mis pecados, y concebí gran temor de condenarme». Desde aquel día, «donde abundó la culpa, sobreabundó la gracia». Fue una transmutación completa, asombrosa. Con brío gallardo y conmovedor levantó el puente que la unía al mundo y se refugió en el Corazón Divino, sagrario de amor, «lugar sin mentira, tabernáculo de la verdad». GY Cristo me llamó, invitándome a colocar mi boca sobre la llaga de su costado. Parecióme que apoyaba los labios y que bebía sangre, y comprendí que, en aquella sangre, todavía caliente, quedaba purificada. Sentí por primera vez un gran consuelo. mezclado a una gran tristeza, porque tenía la Pasión delante de mis ojos».

¡Drama sublime de penitencias y dolores, enjugados en místicas dulzuras!

Asida a la cruz con recio abrazo, Ángela se convierte en llama viva. «Yo vi sus ojos ardientes como lámparas del altar —dice Fray Arnaldo — yo vi su rostro. semejante a una rosa de púrpura. Su cabeza tenía a veces una riqueza, una plenitud de vida, un esplendor, una magnificencia angélicos. Entonces se olvidaba de comer y de beber: hubiérase dicho un espíritu sin cuerpo; y, sin embargo, aquel cuerpo deslumbraba los ojos» El experto y santo Director espiritual se ve obligado a atemperar los arrebatos amorosos, que le inspiran penitencias exorbitadas, deseos de mendigar y de humillarse públicamente; muy heroicos, sin duda, pero poco convenientes.

Hacia el 1291 ingresa en la Orden Tercera de San Francisco y recibe, entre otras grandes consolaciones y gracias, la visita de toda la Trinidad. Es una estratagema del divino Forjador de almas, que muy pronto cambia de táctica, para introducirla por los áridos caminos de la «noche oscura». ¡Largos años de congoja y paroxismo, de fieros combates con el demonio, de terribles tentaciones de concupiscencia y de desconfianza! Pero su amor y su fe son ya roca inconmovible, cimentada sobre la penitencia y sostenida por una fuerza superior. Firme en su dolor —seco, oscuro, infernal— la Vidente redobla sus devociones, caridades y sacrificios, hasta el extremo de sorber el agua con que lavara a un leproso. Desde este punto, su existencia, suspendida entre dos abismos inmensos —de altura y de hondura—, entra en el campo de lo incomprensible, pues al mismo tiempo que la Pasión le revela terribles confidencias, la delectación del Espíritu torna su carne en brasa. Estado «transcendental y deiforme», admirablemente reflejado en sus profundas y desgarradoras revelaciones a Fray Arnaldo. Durante treinta años de meditación sobre la Pasión, de vida oscura, sin acontecimientos, su unión con Jesús toca el límite de lo inefable: «¡Tú eres Yo y Yo soy tú!» —le dice un día el Amado— Y ella exclama: «Ni ver, ni oír, ni sentir la criatura. ¡Silencio, silencio!»... Ángela de Foligno abre paso a los grandes místicos: Teresa de Jesús, Francisco de Sales, Catalina de Sena, Juan de la Cruz...

Murió el 4 de enero de 1309, entre deliquios divinos. Su postrera enseñanza tiene eco angélico: «Oíd la palabra suprema y la oración de despedida. Sed humildes y dulces. Vuestro amor. se extienda a todas las naciones. Os dejo en testamento todo lo que poseo: la pobreza, el oprobio, el dolor, la vida de Jesús... Que la mano que fue extendida en la cruz os bendiga».

¡Siempre el grito alborozado, desgarrado, del amor!

jueves, 2 de enero de 2025

3. JESÚS ES DIGNO DE TODO NUESTRO AMOR. San Enrique de Ossó

Meditación III

Jesús es digno de todo nuestro amor.

 

VIVA JESÚS!

Ó SEA

MEDITACIONES

SOBRE

LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO

San Enrique de Ossó, presbítero

 

Oración preparatoria

para antes de la meditación.

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.

 

Composición de lugar.

Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.

 

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Meditación III

Jesús es digno de todo nuestro amor.

 

Punto primero. No puedes vivir sin amar, hija o hijo mío. Así como es natural al fuego el calentar, así al corazón el amar. Además es tu corazón de condición tan noble, que no puede amar sino lo bueno y hermoso… ¡Mas ¡ay! que por falta de reflexión amas cosas que solo en la apariencia son buenas…! Y eso te perderá. No tienes cosa más preciosa que el amor… Ama, pues, hija o hijo mío, pero cuidado con lo que ames. Yo quiero mostrarte un objeto digno de todo tu amor, y este es Jesús, Hijo de Dios e hijo de María. Como Hijo de Dios tiene todas las perfecciones infinitas. Es infinitamente bueno…, hermoso…, justo…, compasivo; en una palabra, hay en Él todos los tesoros de la sabiduría y riqueza del Padre. ¿No le amarás, pues, con todo tu amor?... El Padre eterno tiene todas sus complacencias en su Hijo Jesús; ¿será más exigente tu corazón?, ¿no se contentará con lo que se contenta Dios? Ama, pues, a Jesús con todo tu corazón.

 

Punto segundo. Mas como sabe el Señor, Dios de tu corazón, que te roban el amor las cosas sensibles, quiso también revertirse de nuestra naturaleza y presentarse a tus ojos como un objeto digno de todo tu amor. Él es Jesús, el más hermoso y agraciado de todos los hijos de los hombres. Sus ojos piadosos y hermosos con su mirada robaban los más distraídos corazones. Su voz dulcísima conmovía y alegraba a las almas…; su trato delicadísimo, su Corazón compasivo cautivaba a los pecadores…, y en su rostro divino y en toda su persona bullía el fuego del divino amor que enardecía las voluntades y arrastraba en pos de sí todo el pueblo, forzándose a exclamar: Jesús todo lo ha hecho bien. ¿No amarás a tan bondadoso Señor? ¿Para todos tendrás amor menos para Jesús? No es posible. Es el que más merece tu amor.

Punto tercero. Además, solo Jesús es en verdad todo tuyo. No hallarás un solo latido de su Corazón, ni una sola potencia de su alma, ni un sentido de su cuerpo que no haya trabajado y padecido para probarte su amor. Naciendo se te dio por compañero, en el Sacramento del altar se te da por alimento, muriendo fue tu precio y rescate, y en el cielo será tu premio. Y para que no le pudieses negar tu amor por ningún pretexto, se presenta, ya bajo la forma agraciada de niño inocente, ya de adolescente o joven gallardo. Como le deseas le hallarás. Todo amable siempre, todo deseable. Si hallas en este mundo, hija o hijo mío, persona más amable y más bienhechora para ti que Jesús, ya te doy permiso para que le ames más que a Él… Mas, ¡ay! no le hallarás, no te canses, no; no es posible. Por esto la caridad de Jesús nos estrecha, nos fuerza, nos oprime. ¿Quién dejará de amar a tan amante Señor?... Nadie que tenga un poco de juicio y de buen gusto… Solo los que desean ser infelices en el tiempo y por toda la eternidad dejan de amarle… ¡Oh hija o hijo mío!, ama a Jesús, vive por Jesús, trabaja por Jesús y tu corazón tendrá contentamiento y hartura, felicidad y paz. Donde reina el amor de Jesús, allí está el cielo; donde no reina, no hay más que muerte o infierno. ¡Oh mi amado Jesús! Vos solo seréis en adelante el objeto de mi amor. Solo amaré a las criaturas en Jesús y por Jesús, y en cuanto me inflamen más en su amor. Quiero ser toda de Jesús, el más amable de los amantes, el Dios de mi corazón ahora y siempre. Amén.

 

Fruto. Cuando se me presente algún objeto que solicite mi amor, exclamaré siempre: Soy de Jesús, todo por Jesús. Os amo, Jesús mío, sobre todas las cosas; aumentad mi amor hacia Vos. Viva Jesús, mi amor.

 

Padre nuestro y oración final.

Oración final para todos los días.

Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.

 

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos!

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.