miércoles, 24 de julio de 2024

25 de julio. EL PEQUEÑO NÁUFRAGO. MES DE JULIO EN HONOR A LA VIRGEN DEL CARMEN

 


25 de julio

EL PEQUEÑO NÁUFRAGO

“Prodigios del Escapulario” del P. Rafael María López-Melús.

 

MES DE JULIO EN HONOR

A LA VIRGEN DEL CARMEN

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en este ejercicio consagrado a vuestra devoción, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo:

3 Avemarías

A continuación se lee el relato tomado de la obra “Prodigios del Escapulario” del P. Rafael María López-Melús.

 

25 de julio

EL PEQUEÑO NÁUFRAGO

“Prodigios del Escapulario” del P. Rafael María López-Melús.

 

El hecho sucedió en Villarreal, espléndida ciudad de la provincia de Castellón de la Plana. Era el 29 de agosto de 1928. Un cielo claro y el sol, propio de la estación estival, inundaba de luz la fértil campiña villarrealense, que la mano del hombre supo transformar en delicioso jardín, aromado con los efluvios del azahar.

Una señora, con su familia, salió al campo para pasar unas horas de solaz en una alquería, casita de campo de su propiedad, por cuya vera pasa la Acequia Mayor, que toma su crecido caudal del río Mijares.

Dicha señora ordenó a una niñera que tenía a su servicio saliese de la alquería para quebrar almendras. Tras la niñera siguió el pequeño hijo del ama, llamado Miguel Cantavella Pitarch, que hacía días había cumplido tres años de edad.

Transcurrido un rato de absoluto silencio, la señora ni oía la voz del hijo ni la de la niñera, ni el ruido que ésta debía hacer cumpliendo con la faena que se le había encomendado. Ignoraba que la joven criada se había alejado de la alquería, dejando al niño Miguel solo, al borde de la caudalosa acequia. Con todo, salió para dar un vistazo, buscó con la mirada anhelante y angustiosa a su Miguelín, le voceó... ¿Dónde estaría el niño? Al dirigir su vista a la corriente de agua de la acequia, vio a su pequeño hijo que flotaba en la superficie como una boya, sin hundirse, sin ser arrastrado por la corriente.

Nótese que la acequia tiene de profundidad algo más que la alzada de un hombre de buena talla; su anchura oscila entre cuatro y cinco metros; la masa del agua que llevaba a la sazón alcanzaba la altura de un metro aproximadamente, y el desnivel del álveo determinaba en el punto del suceso un movimiento progresivo casi impetuoso.

Y recuérdese lo que se ha dicho: que, a pesar de todo, el niño de tres años aparecía en la superficie, flotando como una boya.

A poco que la angustiada madre hubiera reflexionado habríase convencido de que su hijo, que no había perecido, tampoco perecería: hubiera podido ver allí una mano oculta, un prodigio patente. Pero el instinto de salvar al hijo no le permitió un segundo de serena reflexión. Faltóle tiempo para arrojarse al agua con una niña de pecho que llevaba en brazos.

Cuando la madre hubo sacado sano y salvo al niño, repuesta de la mortal congoja, trató de indagar la causa de un prodigio tan patente como inexplicable para ella. El pequeño náufrago, con la sencillez y lenguaje propios de su edad, pero como si fuera una persona mayor que terminaba de bañarse en agua de rosas, dijo a su madre:

-"La Mare de Déu me tenía aixina". (La Madre de Dios me tenía así).

Y mientras decía estas palabras, reveladoras del gran prodigio, que luego repetía muchas veces, juntaba los codos a la cintura y extendía los antebrazos y las manos en actitud de sostener algo, el cuerpecito de un niño, en nuestro caso.

La afortunada madre acababa de comprender que la Virgen del Carmen había salvado a su hijo de una muerte inevitable; entendió perfectamente que el no sumergirse su niño, de tres años, en tanto caudal de agua y el no ser arrastrado por la corriente era un milagro del Escapulario del Carmen, que dos días antes le había hecho imponer y que llevaba pendiente del cuello, en el acto del trágico percance, "el pequeño náufrago".

 

 

Oración final para todos los días

Infinitas gracias os damos, soberana Princesa, por los favores que todos los días recibimos de vuestra benéfica mano; dignaos, Señora, tenernos ahora y siempre bajo vuestra protección y amparo; y para más obligaros, os saludamos con una Salve:

 

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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Querido hermano comparte esta devoción con tus familiares y amigos para que muchos conozcan y amen a la Virgen.

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Nuestra Señora del Carmen, ruega por nosotros.

Ave María Purísima, sin pecado concebida.