sábado, 22 de junio de 2024

DÍA VIGÉSIMO TERCERO. MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS CON STA. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE

 


DÍA VIGÉSIMO TERCERO

 

MES  DEL

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

extractado de los escritos de la

B. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE

 

ORACIÓN PARA COMENZAR  TODOS LOS DÍAS:

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

OFRECIMIENTO AL PADRE ETERNO.

Oración de Santa Margarita María Alacoque

 

Padre eterno, permitid  que os  ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

 

DÍA VIGÉSIMO TERCERO

 

Disposiciones con que recibía la Beata las gracias de Nuestro Señor

La Beata recibía los favores divinos con los sentimientos del amor más puro. Un viernes, nos dice, habiendo recibido a mi Salvador, me acercó a la llaga de su costado y me estrechó tan fuertemente por espacio de tres o cuatro horas con delicias tan inefables, que no puedo expresarlas. Yo le decía: «¡Oh amor mío, yo renuncio con todo mi corazón a todos estos extremados placeres por amaros con el amor de Vos mismo, Dios mío!».

Cuando nuestro Señor Jesucristo quería gratificarme con alguna nueva cruz, escribe ella, me preparaba con una abundancia de placeres espirituales tan grandes, que me hubiese sido imposible sostenerlos si hubiesen durado. Le decía yo alguna vez: «¡Oh único amor mío, yo os sacrifico todos estos placeres. Guardadlos para otras almas santas que os glorificarán mejor que yo, que no quiero otra cosa que a Vos sólo, desnudo sobre la cruz, donde quiero amaros a Vos sólo con el amor de Vos mismo. Quitadme todo lo demás, para que os ame sin mezcla de interés ni de placer.

A todas las gracias, de que nuestro Señor había colmado a la Beata Margarita María, añadió la de darle un ángel especial, que la asistiese «Hija mía, le dijo, quiero darte un guarda fiel que te acompañará en todo, te asistirá en todas tus necesidades, e impedirá que tu enemigo prevalezca contra ti». Este fiel guardián de mi alma, escribe la Beata, me fortalecía con sus familiares entretenimientos. Me dijo una vez: «Quiero deciros quién soy, para que sepáis el amor que os tiene vuestro Esposo; soy uno de los que están más cerca del trono de la Divina Majestad y que participan más de los ardores del Sagrado Corazón de Jesucristo; y mi designio es comunicároslos según la capacidad que tengáis para recibirlos. Otra vez me dijo: «Guardaos bien de que ninguna caricia familiar, ni ninguna gracia de las que recibís de nuestro Dios, os haga jamás olvidar lo que Él es, y lo que sois vos; porque de lo contrario yo mismo trataré de anonadaros».

Cuando nuestro Señor me honraba con su divina presencia, no apercibía la de mi santo ángel. Habiéndole preguntado la razón, me dijo, que en este tiempo se prosternaba con un profundo respeto, para rendir homenaje a esta grandeza, humillada hasta mi pequeñez, y en efecto así era como le veía, mientras recibía las amorosas caricias de mi celestial Esposo. Se encontraba siempre pronto para asistirme en mis necesidades, sin que me haya jamás rehusado nada, de cuanto le he pedido.

 

Impresiones de la divina presencia en el alma de la Beata Margarita María

El divino Salvador, dice la Beata, habiéndome honrado en una de sus visitas, me dijo, que quería hacerme aún una nueva gracia superior a cuantas me había hecho ya y era ésta: que no le perdiese nunca de vista, teniéndole continuamente presente, favor que miro, como el colmo de cuantos he recibido hasta aquí de su misericordia infinita, puesto que desde entonces tengo a este divino Salvador íntimamente presente, Él me instruye, me sostiene, me advierte mis faltas y no cesa de hacer crecer en mi por medio de su gracia, el ardiente deseo de amarle perfectamente y de sufrir por su amor. Esta divina presencia inspira en mi tanto respeto, que cuando estoy sola, me veo obligada a postrarme contra la tierra y anonadarme, por decirlo así, en presencia de mi Salvador y mi Dios, sobre todo cuando considero lo que soy, es decir, la más indigna y miserable de sus esclavas, que seguramente no merece ni aun el nombre de sierva de Jesucristo.

Dando cuenta de los sentimientos más íntimos de su alma, la Beata se expresa así: Todo me aflige y atormenta, es causa de que no puedo amar puramente a mi único amor, el cual me gratifica continuamente con su amorosa presencia. Esto es, como si un poderoso monarca, ansioso de ejercer su caridad, fijase su vista en todos sus súbditos, para elegir el más pobre, miserable y destituido de todo bien, y habiéndole encontrado, le enriqueciese con profusión, con sus liberalidades y favores, de los cuales el mayor sería, si este poderoso monarca quisiese rebajarse hasta caminar siempre al lado de este pobre miserable, llevando una linterna y todo Él resplandeciente y revestido de su púrpura real; y después de haberse dejado ver de esta suerte, ocultase su luz en la oscuridad de la noche, para dar más confianza a este pobre de acercarse a Él y hablarle confidencialmente. Y si a pesar de todo esto esta pobre criatura llegase a apartarse de su bienhechor y a serle infiel, y que él, para castigarla, no usase más medio, que hacer de nuevo aparecer la luz que tenía oculta, para hacerle ver lo que es él y lo que es ella, Él todo resplandeciente en belleza, y ella toda cubierta de lodo, de llagas y de miseria, y que viese al mismo tiempo la grandeza de su ingratitud y malicia tan opuesta a la bondad de este Soberano. He aquí próximamente la manera de obrar de nuestro Soberano con su indigna esclava.

Es verdad que esta divina presencia causa en mí, divinas impresiones. Algunas veces, me eleva al colmo de todo bien, cuyo gozo, sobrepasa a toda expresión, no encontrando más palabras que estas: ¡Mi amor, mi vida y mi todo! ¡Vos sois todo para mí y yo soy toda para Vos! Otras veces me abisma hasta el centro de mi nada, donde padezco raras confusiones, viendo este abismo de toda grandeza y perfección. Otras veces se agrava en mí de una manera tal, que me parece no me queda ya más ser, que Él mismo, lo cual es alguna vez de una manera tan dolorosa, que me hace exclamar incesantemente: Quiero sufrirlo todo sin quejarme; puesto que el puro amor me impide temer nada.

Otras veces me parece ser un agua tranquila, donde el Sol encuentra placer en mirarse. Dios es un abismo incomprensible de todo bien. Toda mi gloria debe consistir, según me ha dicho, en mirarme como un juguete de las complacencias de su adorable Corazón, que es todo mi tesoro, puesto que no tengo más que mi Señor Jesucristo. Por esto me dice algunas veces: «¿Qué harías sin mí? ¡Cuán pobre serias!

Las demás gracias y favores que recibo de su liberal bondad, confieso que son bien grandes, pero el dador vale más que todos sus dones y mi corazón no puede amar ni pegarse más que a Él sólo. Todo lo restante es para mí nada, y no sirve frecuentemente más que, para impedir la pureza del amor, y ser como un intermedio entre el alma y su Bien amado, que quiere ser amado sin mezcla y sin interés

 

Efusiones de reconocimiento y humildad de la Beata

¡Ay, cuán bueno y misericordioso es Dios conmigo! Es para mí como mi Padre, lleno de la más amorosa ternura para su pequeño hijo.

Nunca se ha mostrado mi Dios tan bueno conmigo, no se aparta de mí, no obstante, mis grandes infidelidades; así es que no tengo más recurso que su adorable Corazón, que se ha hecho mi fiador y defensor.

¡Oh cuán grandes son sus liberalidades! Muchas veces no me permiten más que esta expresión.

 

 

PARA FINALIZAR

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

 

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.