28 de enero
San Pedro Nolasco, confesor
Petro Nolasco, nacido de una familia noble en Recaud, cerca de Carcosona, Francia, se distinguió por una singular caridad para sus prójimos. Hubo un atisbo de esta virtud cuando, llorando como un niño en la cuna, un enjambre de abejas voló hacia él, haciendo un panal de miel a su derecha. Huérfano desde la adolescencia, para detestar la herejía del Albigense, extendida en Francia, vendió su patrimonio para irse a España, cumpliendo a la Santísima Virgen de Monserrat un voto que había hecho. Luego se fue a Barcelona, empleando cuanto tenía en redimir a los cristianos de la cautividad; solía decir que, para liberarlos, deseaba venderse a sí mismo, y cargar con sus cadenas.
Dios mostró cuán agradable para Él era el celo caritativo de Pedro: Una noche, cuando estaba orando, y su mente estaba muy ocupada en el modo de socorrer a los cristianos esclavizados, la Santísima Virgen se le apareció y le hizo comprender cuán agradable sería para su Hijo y para ella misma si, para honrarla, fundara una orden religiosa cuya misión principal fuera la de librar a los cristianos cautivos de la tiranía de los infieles. Obedeciendo esta celestial invitación, junto a San Raimundo de Peñafort y el rey Jaime I de Aragón, que habían recibido esa revelación, fundó la Orden de la Santísima Virgen de la Merced, Redentora de cautivos, obligando a sus miembros con un cuarto voto añadido a los tres esenciales de Pobreza, Castidad y Obediencia: quedarse de rehenes, si fuese necesario, para librar a los servidores de Cristo.
Hecho voto de virginidad, guardó una castidad sin mancha. Resplandeció por su paciencia, humildad, abstinencia y demás virtudes. Adornado con el don de profecía, predijo varios acontecimientos futuros; fue célebre el anuncio al rey Jaime de la victoria que obtendría sobre los moros que se habían apoderado de Valencia. Se vio consolado con apariciones del Ángel custodio y de la Madre de Dios. Llegado ya a la vejez, e indicándosele la inminencia de su muerte, le sobrevino una enfermedad; recibidos los santos sacramentos, después de haber exhortado a sus hermanos a la caridad hacia los cautivos, recitando devotísimamente el Salmo: “Os confesaré a ti, oh Señor, con todo mi corazón”, al llegar a las palabras: “El Señor envió la Redención a su pueblo”, entregó su espíritu a Dios en la noche de la Vigilia de la Natividad del Señor, del año 1256. El Papa Alejandro VII mandó que se celebrase la festividad de este santo el día 31 de enero.
Oremos.
¡Oh Dios, que para mostrar tu caridad inspiraste a San Pedro Nolasco, la fundación de una orden religiosa para redimir a los cautivos!; concédenos, por su intercesión, ser liberados de la esclavitud del pecado, y gozar en el cielo de la eterna libertad. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. R. Amén.