DÍA SÉPTIMO
LA SANGRE DE JESÚS NOS HA REDIMIDO DE LA ESCLAVITUD DEL DEMONIO
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN INCIAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
CONSIDERACIÓN:
LA SANGRE DE JESÚS NOS HA REDIMIDO DE LA ESCLAVITUD DEL DEMONIO
I. El gigante Goliat, alto y robusto como dos veces un hombre, revestido de bronce de pies a cabeza y armado de punta en blanco, amenazaba a los hebreos que, atemorizados, no sabían cómo librarse de él, cuando un pastorcito de cabellos rubios, llamado David, se adelantó contra él, con un bastón, cinco piedras, y agitando su honda, con una de esas lo mató. Dice San Agustín que en este hecho está figurada la victoria que Jesús crucificado obtuvo sobre el gigante infernal (Véase la lección del 2º nocturno, Oficio de la Domínica 4ª después de Pentecostés); pues Jesús, rubicundo de sangre, con el leño de la cruz y sus cinco llagas venció al demonio y nos rescató de su esclavitud. Por lo tanto cuando nos tiente, dice San Buenaventura, pensemos en Jesús crucificado y lo venceremos («El cristiano vence al diablo con el recuerdo de las Llagas de Cristo y el leño de la Cruz», S. Buenaventura, en la Circuncisión del Señor, Sermón 4º).
II. Pocos días antes de morir decía Jesús: «Ha llegado el tiempo en que el
demonio será echado del mundo» (San Juan XII, 31); es decir, con mi muerte
libraré al hombre de la esclavitud. En efecto, apenas el Salvador fue
crucificado, dice San Jerónimo, el demonio viéndose vencido, quería impedir que
el muriese, y por esto, hizo decir a los judíos: «Si eres hijo de Dios, desciende
de la cruz»; pero Jesús, despreciando tales palabras, derramó hasta la última
gota de su Sangre y consumó nuestro rescate (San Jerónimo, sobre San Mateo
XXVII, 43, lib. 4). ¡Oh amor inmenso de Jesús por nosotros! A tal
consideración, ¿quién no se sentirá arrastrado a amar a un Dios que para
redimirnos ha derramado toda su Sangre, clavado en un madero?
III. Vio San Juan gran número de bienaventurados que seguían al Verbo, el cual
llevaba su túnica salpicada en Sangre; y que por ellos era vencido el opuesto
ejército infernal (Apocalipsis XII, 11). Igualmente nosotros, para vencer las
tentaciones, debemos unirnos con Jesús ensangrentado; pues esa Sangre que nos
ha redimido de la esclavitud del demonio, nos dará la victoria contra sus
ataques.
EJEMPLO
En Santa María de la Esborra, en España, un sacerdote mientras celebraba la
Misa, fue tentado a dudar de la presencia real de Jesucristo bajo las especies
sacramentales, cuando vio de improviso en el cáliz consagrado, en vez de las
especies de vino, aparecer viva Sangre. Y ésta creció de tal manera en el
cáliz, que lo lleno todo y aun corrió por fuera, llegando a bañar el corporal.
Con tal milagro se desvaneció toda tentación en el sacerdote. Sergio IV,
entonces Papa, mandó instruir sobre ello un proceso canónico, y declaró
prodigioso el suceso por una Bula especial, el año segundo de su pontificado.
En 1868 se veía aun colorear de Sangre aquel corporal. ¡Cuántos sucumben en las
tentaciones por no valerse de la Preciosa Sangre! Aprovechemos de ella al menos
nosotros, invocándola y recibiéndola a menudo en los sacramentos, y con tal
medio, en los más tremendos asaltos del infierno, estaremos seguros de lograr
la victoria.
Se medita y se pide lo que se desea conseguir.
OBSEQUIO: Cuando seáis tentado, decid: «Jesús mío, por vuestra Sangre, ayúdame».
JACULATORIA: Por esta Sangre del
Redentor; Satán no temo tu gran furor.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA