11 DE SEPTIEMBRE
SANTA MARÍA DE LA CABEZA
ESPOSA DE SAN ISIDRO (SIGLO XII)
LA segunda mitad del siglo XI español fue toda para el Cid. Y la primera del XII, también, porque siguió ganando batallas después de muerto. Decirnos para el Cid, como diríamos para la epopeya nacional. Época de efervescencia política, de sones bélicos, de exaltación patriótica, de vislumbres grandiosos, de increíbles «fazañas» ... ¿Quién pudo entonces parar mientes en el episodio vulgarísimo de una vida tan intrascendente como la de aquel oscuro jornalero de los ribazos del Manzanares, que se llamó Isidro, y la de su esposa, María Torribia? Y, sin embargo, aquel humilde hogar —prototipo del hogar cristiano y español— ha pasado a la historia envuelto en mística aureola, magnificado con los fulgores de la santidad...
¡Vida incolora, ciertamente, a los ojos de los hombres, pero rica, luminosa, espléndida, a los ojos de Dios!
Nacen el uno para el otro. Isidro, en Madrid; María, en Uceda. La pobreza y la honradez presiden ambos nacimientos. Sus vidas crecen separadas y desconocidas —aunque en virtud caminan a la par—, hasta que Dios los une en matrimonio, desposando sus cuerpos y sus almas para siempre en la tierra y en el cielo, en la santidad y en la gloria.
Su encuentro es, en verdad, providencial. Cuando Alí —rey de los almorávides— vence a Alfonso VI el Bravo, avanza por tierras castellanas con un formidable ejército y se apodera de Madrid, Isidro —jornalero al servicio del caballero Vera— se refugia en Torrelaguna. Es joven y santo. Tan santo, que la tierra por él cultivada «estrellas produjera entonces bellas, si nacieran sembradas las estrellas». Si en Madrid gastaba sus horas en la oración y el trabajo —que también es oración— y hacía su peregrinación cotidiana a nueve iglesias, en Torrelaguna lleva la misma vida: practicando sin respetos humanos sus devociones y visitando los templos de la Villa y de la comarca, de Caraquiz. Aquí, probablemente, es donde Isidro ve y habla por primera vez a María Torribia, doncella, como él, peregrina y santa. Atraídas por sus mutuas virtudes, sus almas se comprenden desde el primer momento y se aman con el amor más puro...
La elección de estado es siempre un negocio que entraña graves consecuencias. Isidro y María son en esto modelos de fe y discreción. ¡Qué ejemplo tan aleccionador en los tiempos que corremos! Antes de acercarse al altar, redoblan sus fervores, se mortifican con ayunos y vigilias, piden luz a los pies de la Virgen. «¡Qué extraño —comenta Calpena» que un matrimonio así abrazado, preparado con la penitencia y la oración, realizado con los fines santos que deben perseguirse al recibir el sacramento grande — como le llama el Apóstol —, fuese modelo de matrimonios, nido de paz y de venturas, hogar bendecido por Dios y admirado de los hombres!». La boda se celebra en la iglesia de Santa María Magdalena de Torrelaguna por el año 1120. El Señor les concede un hijo «bueno», porque,
Vos nos lo disteis, y Vos,
¿qué podéis dar que no sea
como de mano de Dios?
Los jóvenes esposos han fijado ahora su residencia en la granja de Caraquiz, donde María posee una pequeña heredad. ¡Vida angélica la suya! El amor divino rige todos sus actos. «Aman a Dios y cumplen sus deberes; aman a Dios y son castos, conservando la pureza del corazón; aman a Dios y saben sufrir sus penalidades y trabajos; aman a Dios y se adornan de virtudes; aman a Dios y aman también por Dios al prójimo, al cual socorren en sus necesidades, consuelan en sus aflicciones y tienden una mano caritativa en su desgracia» Hogar pobre, dulce, armonioso, que Lope de Vega pintará en esta décima ingenua y bellísima:
Mesa pobre y pobres sillas
sin espalda y de costillas,
su vasar limpio y bizarro
más seguro, aunque de barro,
que las doradas vajillas.
Así vive Isidro ufano,
y regala a su María
de la pobreza que había;
que el amor es cortesano
y la virtud cortesía.
María profesa tierna devoción a la Reina del Cielo y la visita a menudo en su ermita, a cuyo aseo y ornato atiende con piedad filial. La Virgen no se deja vencer en generosidad: pues salva a su hijo, caído a un pozo, y a ella misma le permite pasar a pie enjuto el Jarama desbordado, para patentizar su pureza y desvanecer los. celos con que lenguas diabólicas han turbado el alma de su fidelísimo esposo.
De Caraquiz a Madrid. Y en Madrid la misma vida sencilla, alegre y confiada: vida de quien nada tiene y todo lo espera de la Providencia. Isidro trabaja a jornal en casa de Iván de Vargas. María —encarnación de la mujer fuerte de la Biblia— hermana santamente la vida hacendosa del hogar con el fondo íntimo de la vida cristiana, que es oración y contemplación. Dios lo aureola todo con el milagro.
Y de Madrid al cielo. Que este pudo ser el origen del dicho popular. Isidro partió un día 10 de mayo de 1170. A María vino a buscarla la Virgen en las postrimerías del siglo XIII.
La Iglesia confirmó su santidad en el año 1697. Desde entonces, y a causa de la venerada reliquia que se guardó en la ermita de la Virgen de la Piedad, se la conoce por el nombre de Santa María de la Cabeza.