XXI DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Comentario al Evangelio
De la Catena Aurea de santo Tomás de Aquino.
MATEO
18, 23-35
"Por eso el reino de los cielos es comparado a un
hombre rey que quiso entrar en cuentas con sus siervos. Y habiendo comenzado a
tomar las cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Y como
no tuviese con qué pagarlos, mandó su Señor que fuese vendido él, y su mujer y
sus hijos y cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo, arrojándose a
sus pies, le rogaba diciendo: Señor, espérame, que todo te lo pagaré. Y
compadecido el Señor de aquel siervo, le dejó libre, y le perdonó la deuda. Mas
luego que salió aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien
denarios: y trabando de él, le quería ahogar, diciendo: paga lo que debes. Y
arrojándose a sus pies su compañero, le rogaba diciendo: Ten un poco de
paciencia, y todo te lo pagaré. Mas él no quiso: sino que fue y le hizo poner
en la cárcel hasta que pagase lo que le debía. Y viendo los otros siervos sus
compañeros lo que pasaba, se entristecieron mucho y fueron a contar a su señor
todo lo que había pasado. Entonces le llamó su señor y le dijo: siervo malo,
toda la deuda te perdoné, porque me lo rogaste; ¿pues no debías tú también
tener compasión de tu compañero, así como yo la tuve de ti? Y enojado el señor
le hizo entregar a los atormentadores, hasta que pagase todo lo que debía. Del
mismo modo hará también con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de
vuestros corazones cada uno a su hermano". (vv. 23-35)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 61,1
El Señor
añade una parábola, a fin de que a nadie le resulte excesivo el número setenta
veces siete veces.
San Jerónimo
Era muy
común entre los sirios y sobre todo en la Palestina, el añadir una parábola a
las cosas que decían, con el objeto de que los oyentes que no podían conservar
en la memoria los preceptos dichos sencillamente los conservaran mediante
comparaciones y ejemplos. De ahí que se diga: "Por eso el Reino de los
Cielos es comparado", etc.
Orígenes, homilia 6 in Matthaeum
El Hijo de
Dios, así como es sabiduría, justicia y verdad, así también es El mismo, Reino;
pero no de alguno de aquellos que están aquí abajo, sino de todos los que están
allí arriba, en cuyos sentidos reinan la justicia y todas las demás virtudes y
que, si han sido hechos habitantes del cielo, es porque llevan la imagen del
hombre celestial. Este Reino de los Cielos, es decir, el Hijo de Dios, cuando
tomó carne, uniéndose entonces así al hombre, fue hecho semejante al hombre
rey.
Remigio
O también,
por Reino de los Cielos se puede entender muy bien la Iglesia santa en la que
opera el Señor lo que dice en esa parábola. Por la palabra hombre se designa
algunas veces al Padre, como en aquel pasaje: "El Reino de los Cielos es
semejante a un hombre rey, que trató de casar a su hijo" ( Mt 22,2); otras
veces se designa al Hijo. Aquí puede aplicarse a los dos, al Padre y al Hijo,
que son un solo Dios; y a Dios se le llama Rey porque dirige y gobierna todo lo
que creó.
Orígenes, homilia 6 in Matthaeum
Los
servidores en esta parábola son los dispensadores de la palabra, a quienes está
confiado el negociar y hacer producir los intereses del cielo.
Remigio
O también se
entiende por siervos del hombre rey a todos los hombres, a quienes creó para
que lo alabaran y a quienes dio la ley de la naturaleza y a quienes pide
cuentas cuando discute su vida, sus costumbres y sus actos, para dar a cada uno
según sus obras ( Rom 2). Por eso sigue: "Y habiendo empezado a tomar las
cuentas", etc.
Orígenes, homilia 6 in Matthaeum
El rey nos
hará rendir cuentas de nuestra vida cuando sea necesario que todos nosotros
seamos manifestados delante del tribunal de Cristo ( 2Cor 5). No queremos decir
con esto que Cristo necesite mucho tiempo para tomar esta cuenta. Porque el
Señor hará por virtud admirable -al querer poner a las claras las almas de
todos- que cada uno recuerde en poco tiempo todas sus acciones y dice: "Y
habiendo comenzado a tomar las cuentas", etc. porque dará principio a
tomar las cuentas por la casa de Dios ( 1Pe 4). De ahí es que le será
presentado al principio del juicio el hombre a quien El dio muchos talentos y
que en lugar de hacerlos fructificar presentó, a pesar de la obligación que se
le había impuesto, grandes pérdidas. Es verosímil que en estos talentos que él
perdió, estén representados los hombres que por causa suya se han perdido,
resultando de aquí el haberse hecho deudor de muchos talentos por seguir a esa
mujer, que se sienta sobre un talento de plomo y que lleva el nombre de
iniquidad.
San Jerónimo
No se me
oculta que hay algunos que ven al diablo en el hombre que debía los diez mil
talentos y que entienden por la mujer y los hijos vendidos (mientras continúa
él en la malicia) la necedad y los malos pensamientos. Porque así como a la
sabiduría se la llama esposa del justo, así también a la necedad se la llama
mujer del injusto y del pecador. ¿Pero cómo el Señor le perdona a él los diez
mil talentos y él no nos perdona a nosotros, que somos sus consiervos, los cien
denarios? Ni lo admiten los hombres prudentes y la interpretación eclesiástica
lo rechaza.
San Agustín, sermones, 83,6
Es preciso
decir, que como la ley es dada en diez preceptos, él debía diez mil talentos,
esto es, todos los pecados que se cometen contra la ley del Señor.
Remigio
El hombre
que peca, no puede levantarse sólo con su voluntad y consiguientemente no tiene
en sí nada para que se le pueda perdonar los pecados. De aquí lo que sigue:
"Y como no tuviese", etc. La mujer del necio es la necedad, el placer
de la carne o la ambición.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 1,25
Esto
significa que el trasgresor del Decálogo debe sufrir castigos por su ambición y
sus malas obras, representadas aquí por su mujer y sus hijos. Ese es su precio,
puesto que el precio del hombre vendido es el suplicio del hombre condenado.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 61,3
No manda
esto llevado de un sentimiento cruel sino de un afecto inefable. Porque con
esto quiere llenarle de santo temor y hacerle que suplique y no se venda.
Resultado que se deja ver por lo que añade: "Y arrojándose a sus pies el
siervo, le rogaba", etc.
Remigio
En las
palabras "Y arrojándose a sus pies" se ve la humillación y la
satisfacción del pecador y en las palabras "Ten un poco de paciencia
conmigo", la voz del pecador que pide tiempo para vivir y corregirse.
Grande es la benignidad y la clemencia del Señor para con los pecadores
conversos; siempre El está preparado para perdonar los pecados mediante el
bautismo y la penitencia. Por eso sigue: "Y compadecido el Señor", etc.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 61,3-4
Ved la
sobreabundancia del amor divino. Pide el siervo que se le prolongue el tiempo y
El le concede más de lo que le pide, perdonándole y concediéndole todas las
deudas. Incluso hizo más. El quería darle desde el principio, pero no quería
que su donativo viniese solo, sino acompañado de las súplicas del siervo, a fin
de que no se retirase éste sin mérito personal. Mas no le perdonó las deudas
antes de pedirle cuentas, para enseñarle cuántas eran las deudas que le
perdonaba y hacerle de este modo más benigno para su consiervo. Todas las cosas
hechas hasta ahora, fueron efectivamente oportunas. Confesó él sus deudas y el
Señor prometió perdonárselas; suplicó arrojándose a sus pies y comprendió la grandeza
de sus deudas; pero lo que después hizo fue indigno de lo primero. Porque
sigue: "Y habiendo salido halló a uno de sus consiervos, que le debía cien
denarios y trabando de él le quería ahogar", etcétera.
San Agustín, sermones, 83,6
Cuando se
dice, "que le debía cien denarios" ese número se refiere al número
diez, que es el de la Ley. Ciento repetido cien veces, hace el número diez mil
y diez veces diez ciento; así los números diez mil talentos y cien talentos no
se separan del número consagrado a expresar las transgresiones de la Ley. Los
dos servidores son deudores y los dos tienen necesidad de pedir perdón porque
todo hombre es deudor a Dios y tiene a su hermano por deudor.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 61,1
La
diferencia que existe entre los pecados que se cometen contra el hombre y los
que se cometen contra Dios, es tan grande como la que hay entre diez mil
talentos y cien denarios. Esto se hace aun más claro por la diferencia de
pecados y el corto número de los que pecan. Nosotros nos abstenemos y evitamos
pecar delante del hombre que nos ve, y delante de Dios, que nos está viendo, no
cesamos de pecar, obrando y hablando todo lo que nos parece sin el menor miedo.
De aquí es, que la gravedad de estos pecados proviene no solamente porque los
cometemos contra Dios, sino también porque los cometemos abusando de los
beneficios con que El nos ha llenado. Porque El nos ha dado la existencia y
todo lo ha creado por nosotros. Inspiró en nosotros un alma racional, nos mandó
a su Hijo, nos abrió el cielo y nos hizo hijos suyos. ¿Le recompensaríamos
nosotros dignamente aunque muriéramos todos los días por El? De ninguna manera,
esto redundaría principalmente en utilidad nuestra y a pesar de esto,
infringimos sus leyes.
Remigio
Así, en el
deudor de diez mil talentos están simbolizados aquellos que cometen los mayores
crímenes y en el de cien denarios los que cometen los menores.
San Jerónimo
Para que
esto se comprenda mejor, es preciso explicarlo con algunos ejemplos. Si alguno
de vosotros cometiere un adulterio, un homicidio o un sacrilegio -crímenes
horrorosos- estos diez mil talentos le serán perdonados cuando lo suplique y
perdone los males menores que otro ha cometido contra él.
San Agustín, sermones, 83,6
Pero aquel
siervo malo, ingrato, inicuo, no quiso perdonar lo que a él, que no lo merecía,
se le perdonó. Sigue el pasaje: "Y trabando de él, le quería ahogar
diciendo: "Paga lo que debes".
Remigio
Esto es,
insistía con energía para que le pagase lo que le debía.
Orígenes, homilia 6 in Matthaeum
Según mi
opinión, lo quería ahogar porque había salido de la presencia del rey. Porque
delante del rey no hubiera tratado de ahogarlo.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Cuando se
dice que salió, no se entiende que fue después de pasado mucho tiempo, sino
inmediatamente, resonando aun en sus oídos las palabras del beneficio, abusó
maliciosamente del perdón que le dio su Señor. Lo que después hizo, se ve por
lo que sigue: "Y arrojándose su compañero a sus pies, le rogaba diciendo:
Ten un poco de paciencia", etc.
Orígenes, homilia 6 in Matthaeum
Observad la
finura de la Escritura, que nos presenta al siervo que debía mucho arrojado a
los pies del Señor y en actitud de adorarle y al que debía cien denarios,
arrojado, pero sin actitud de adorar, sino de suplicar a su consiervo,
diciendo: "Ten un poco de paciencia".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Pero el
ingrato siervo no respetó las palabras que lo salvaron. Porque sigue: "Mas
él no quiso".
San Agustín, quaestiones evangeliroum, 1,25
Es decir,
tuvo tan mala voluntad, que trató de que castigaran a un compañero, pero él se
marchó.
Remigio
Esto es, de
tal manera se encendió en cólera, que llegó al punto de querer ser vengado y le
mandó a la cárcel hasta que le pagase la deuda; es decir, que después de
prender a su hermano se vengó de él.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Ved la
caridad del Señor y la crueldad del siervo. El primero perdona diez mil
talentos y el segundo no quiso perdonar cien denarios; el siervo pide a su
Señor y obtiene el perdón completo de toda la deuda y al siervo su compañero le
suplica que le deje tiempo para poder ganarlo y ni aun esto le concede. Se movieron
a compasión los que no debían y por eso sigue: "Y viendo los otros siervos
sus compañeros lo que pasaba, se entristecieron mucho".
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,25
Se entiende
por consiervos a la Iglesia, que liga a unos y desliga a otros.
Remigio
También
pueden entenderse por consiervos a los ángeles, los predicadores de la santa
Iglesia, o cualquier fiel, que al ver que a un hermano suyo, que ha conseguido
el perdón, no quiere compadecerse de su consiervo, se entristece a causa de su
perdición. Sigue: "Y fueron a contar a su Señor todo lo que había
pasado", etc. Ciertamente vienen, pero no con el cuerpo sino con el
corazón, a contar a su Señor su dolor y a manifestarle sus tristezas. Sigue:
"Entonces le llamó su Señor", etc.; le llama ciertamente por la
sentencia de muerte y le manda dejar este mundo diciéndole: "Siervo malo,
te perdoné toda la deuda porque me lo rogaste".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Y a decir
verdad no lo llamó siervo malo cuando debía diez mil talentos, ni tampoco le
injurió, sino que se compadeció de él. Por el contrario, cuando correspondió
con ingratitud, entonces es cuando le dice siervo malo. Esto es lo que
significan las palabras: "¿pues no debías tú también tener
compasión?", etc.
Remigio
Y es digno
de saberse que no se lee que aquel siervo diese a su Señor respuesta alguna; en
esto se manifiesta que cesará toda clase de excusa en el día del juicio y en
seguida después de esta vida.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Y puesto que
no se hizo mejor por el beneficio, se le deja la pena para que se corrija. Por
eso sigue: "Y enojado su Señor le hizo entregar a los
atormentadores", etc. Y no dijo simplemente: "le entregó", sino
"enojado", palabra que no empleó cuando mandó que fuese vendido y que
es más bien propia de un amor que quiere corregir, que no de un desahogo de la
cólera; mas aquí es la sentencia de un suplicio y de un castigo.
Remigio
Se dice que
se enoja el Señor cuando se enfurece contra los pecadores. Los atormentadores
son los demonios que siempre están preparados para recibir las almas perdidas y
para atormentarlas con los castigos de una condenación eterna. ¿Mas por ventura
el que ha sido arrojado a la condenación eterna, podrá hallar espacio para
corregirse, o puerta para salirse? No; la palabra "hasta que"
significa lo infinito. De manera que forma el siguiente sentido: siempre estará
pagando, pero jamás satisfacerá completamente y siempre por lo mismo sufrirá la
pena.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 61,4
Todo esto
nos manifiesta que será continuamente, esto es, eternamente castigado y que
jamás habrá pagado. Aunque son irrevocables los dones y las vocaciones de Dios,
sin embargo, la malicia ha llegado a tal punto, que parece destruye esta misma
ley.
San Agustín, sermones, 83,7
Dice el
Señor: "Perdonad y os será perdonado" ( Lc 6,37); pero yo os he
perdonado primero, perdonad vosotros al menos después. Porque si no
perdonareis, os volveré a llamar y os reclamaré cuanto os haya perdonado. No
engaña ni es engañado Cristo, que ha dicho estas palabras: "Del mismo modo
hará también con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de vuestros
corazones cada uno a su hermano". Mejor es que claméis con la boca y
perdonéis con el corazón, que el que seáis dulces en las palabras y crueles en
el corazón. Dice el Señor: "De vuestros corazones" a fin de que,
cuando imponéis una penitencia por caridad, no abandone la mansedumbre a
vuestro corazón. ¿Qué cosa hay tan caritativa como el médico que maneja el
instrumento de hierro? Centra su atención en la herida para curar al hombre.
Porque si no hace más que tocarla, se pierde el hombre.
San Jerónimo
Añade el
Señor: "De vuestros corazones" para que nos alejemos de toda paz
basada en la hipocresía y en la ficción y manda a Pedro bajo la comparación del
rey Señor y el siervo, que así como el deudor de diez mil talentos ha
conseguido, suplicando a su Señor, que se le perdone toda la deuda, así también
Pedro debe perdonar a sus consiervos, que cometen pecados menores.
Orígenes, homilia 6 in Matthaeum
También
quiere enseñarnos que seamos fáciles en perdonar a los que nos han hecho algún
daño, especialmente si reparan sus faltas y nos suplican que los perdonemos.
Rábano
En sentido alegórico, el siervo que debía diez mil talentos es el pueblo judío, sometido al decálogo de la Ley, a quien perdonó muchas veces el Señor las deudas, cuando en sus apuros y haciendo penitencia, imploraban su misericordia. Pero una vez que salían bien de sus aflicciones, no tenían compasión con nadie y exigían con rigor cruel todo lo que se les debía; no cesaba de maltratar al pueblo gentil, como si le estuviera sometido, le exigía la circuncisión y las ceremonias de la Ley como si fuese deudor suyo y atormentaba cruelmente a los profetas y a los apóstoles, que les traían la palabra de la reconciliación. Por esta perversa conducta los entregó el Señor en manos de los romanos, para que demolieran hasta los cimientos de su ciudad, o en manos de los espíritus malignos, para que los castigaran con tormentos eternos.