martes, 4 de marzo de 2025

DÍA 5. EL CORAZÓN DE SAN JOSÉ ABSORTO EN CONTINUA CONTEMPLACIÓN.

 

DÍA QUINTO

El Corazón de San José absorto en continua contemplación.

 

MES

EN HONOR

A SAN JOSÉ

Por un sacerdote

de la Congregación de la Misión

 

ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, (breve silencio)

pidiendo el auxilio de la Virgen María (breve silencio)

y del Ángel Custodio, (breve silencio)

acudamos a la presencia del Glorioso San José y supliquemos:

 

Dios te salve, José, lleno de la gracia divina.

Entre tus brazos descansó El Salvador

y ante tus ojos creció.

Bendito eres entre todos los hombres,

y bendito es Jesús,

el hijo divino de tu Virginal Esposa.

San José, padre adoptivo de Jesús,

ayúdanos en nuestras necesidades familiares,

de salud y de  trabajo,

hasta el fin de nuestros días,

y socórrenos a la hora de nuestra muerte. Amén.”

 

DÍA QUINTO

El Corazón de San José absorto en continua contemplación.

 

El evangelista san Lucas escribió sobre San José, que se llenó de admiración al oír hablar de su hijo Jesús. Con ello, el evangelista no quiso tocar de pasada alguna circunstancia particular de su vida, sino hacer un compendio de toda la historia de este santo esposo de María, encerrando en pocas palabras casi todas sus acciones. ¿Qué hacía entonces, mientras trabajaba en su taller, con el joven Jesús a su lado?

Estaba como absorto en un éxtasis continuo. ¿Qué hacía su mente en sus viajes? Contempló las infinitas perfecciones de aquel Dios hecho hombre que llevaba en sus brazos. ¿Cuáles eran sus ocupaciones durante su exilio en Egipto, lejos del trato con los hombres? Una oración continua, en la que pasó su vida no sólo mientras estaba despierto, sino también mientras dormía, según piensan algunos doctores.

Y es verdaderamente maravilloso que el ángel enviado por Dios a José para comunicarle sus disposiciones lo encontraba siempre dormido. Hay quienes dicen que el momento del sueño fue elegido a propósito por el Espíritu celestial para hacernos comprender la excelente virtud de José apareciéndosele de una manera más rara y gloriosa que a los demás santos. Hay también quienes reflexionan que el sueño de este gran Patriarca no fue un puro efecto de la naturaleza, sino de la gracia que no dejó de obrar en su alma aun cuando daba algún descanso a su cuerpo; o bien permaneció en ese silencio espiritual y en ese sueño místico donde los contemplativos descansan en Dios después de haberse unido perfectamente a Él. Sin embargo, parece más probable la opinión de quienes creen que el sueño de José fue un rapto o éxtasis que lo absorbió casi toda su vida. El sueño que tuvo san Pedro en la prisión fue muy diferente a la de nuestro santo. Para que él abriera los ojos y se despertase, fue necesario que el ángel del Señor se le apareciera, hiciera brillar sus rayos brillantes y lo sacudiera para despertarlo de su profundo sueño. Cada vez que hablaba con José, el ángel enviado por Dios se le aparecía mientras dormía. Le bastaba presentarse, anunciarle las disposiciones divinas para ser inmediatamente reconocido, respetado, escuchado y obedecido, porque este gran santo, en quien las funciones de la naturaleza no impedían en lo más mínimo las operaciones de la gracia, tenía un sueño que podría llamarse más éxtasis que sueño; por lo cual fue muy fácil para José escuchar a un ángel al mismo tiempo que su mente estaba ocupada con aquel Dios que lo enviaba, pudiendo también decir: Yo duermo, pero mi corazón está despierto. Tal debió ser, según Crisóstomo, el bienaventurado San José, y tal era en realidad, pues mientras sus sentidos externos estaban ocupados con los importantes asuntos que le habían sido confiados desde el cielo para el gobierno de la más santa familia que jamás vio la tierra, su corazón descansaba en Dios, después de haber sido elevado por el favor de la contemplación sobre toda la creación, y después de haberse liberado de todas las ideas importunas de las cosas sensibles; semejante a los ángeles que trabajan en la tierra sin perder ni el recuerdo ni el gusto por las cosas del cielo.

La ocupación del alma del gran San José en continua meditación y contemplación divina es admirable e inigualable, pero al mismo tiempo también es imitable. No puedes, oh alma devota, estar siempre ocupada con Dios a causa de la inconstancia y ligereza de tu mente: pero puedes, sin embargo, pensar en Él a menudo, y así servirte del gran medio que es la presencia de Dios; y podrás dedicarte diariamente durante cierto tiempo a la consideración de las cosas celestiales y de las verdades eternas, tan necesarias para quienes desean caminar por el camino de la perfección. Seguid pues desde lejos, si no podéis desde cerca, al glorioso José, y rogadle que os obtenga la gracia del espíritu de oración y de recogimiento, tan necesario para mantener la mente y el corazón elevados a Dios.

 

JACULATORIA

Oh San José, que antes de nacer fuiste santificado en el vientre de tu madre, ruega por nosotros.

 

AFECTOS

Si tú, oh gran Patriarca, no estuviste libre de la infección del pecado original a que fue sometida la masa de los hijos de Adán, excepto tu santísima esposa, fuiste sin embargo, por la misericordia de Dios, purificado en el seno de tu madre y santificado en cuanto a Jesucristo, de quien serías padre adoptivo, y de María su madre, de quien serías verdadero esposo. Tal privilegio también recayó en Jeremías y el Bautista; al primero porque estaba destinado Profeta de los misterios de Cristo, al segundo porque iba a ser su Precursor. ¿Cuánto más se te debía tal prerrogativa a ti que estabas destinado a comunicarte íntimamente con el Salvador del mundo y con la Virgen, su madre, y ser cabeza de tan santa familia? Me regocijo con Vos por tan hermoso privilegio, en vista del cual os ruego me consigáis la gracia de vivir siempre inmune al pecado, y de seguir purificando mi alma de los pecados cometidos con una adecuada penitencia.

 

LETANÍAS A SAN JOSÉ

Indulgencia de 5 años, cada vez que se recitan. Indulgencia plenaria si diariamente se recitan devotamente durante un mes. Pio XI, 25 de marzo de 1935

 

Señor, ten misericordia de nosotros

Cristo, ten misericordia de nosotros.

Señor, ten misericordia de nosotros.

 

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos.

 

Dios Padre celestial,

ten misericordia de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo.

Dios Espíritu Santo.

Santa Trinidad, un solo Dios.

 

Santa María,

ruega por nosotros.

San José,

ruega por nosotros.

Ilustre descendiente de David.

Luz de los Patriarcas.

Esposo de la Madre de Dios.

Casto guardián de la Virgen.

Padre nutricio del Hijo de Dios.

Celoso defensor de Cristo.

Jefe de la Sagrada Familia.

José, justísimo.

José, castísimo.

José, prudentísimo.

José, valentísimo.

José, fidelísimo.

Espejo de paciencia.

Amante de la pobreza.

Modelo de trabajadores.

Gloria de la vida doméstica.

Custodio de Vírgenes.

Sostén de las familias.

Consuelo de los desgraciados.

Esperanza de los enfermos.

Patrón de los moribundos.

Terror de los demonios.

Protector de la Santa Iglesia.

 

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

perdónanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

escúchanos, Señor,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

ten misericordia de nosotros.

 

V.- Le estableció señor de su casa.

R.- Y jefe de toda su hacienda.

 

Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

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Querido hermano: si te ha gustado esta meditación del mes de san José, compártela con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.