LECTIO DIVINA
Reflexión diaria acerca de la Palabra de Dios.
La lectio divina es verdaderamente capaz de
abrir al fiel no sólo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el
encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente». ¿Cuáles son los pasos
fundamentales?
1). Se comienza con la lectura (lectio) del
texto, que suscita la cuestión sobre el conocimiento de su contenido auténtico:
¿Qué dice el texto bíblico en sí mismo? Sin este momento, se corre el
riesgo de que el texto se convierta sólo en un pretexto para no salir nunca de
nuestros pensamientos.
2.) Sigue después la meditación (meditatio) en
la que la cuestión es: ¿Qué nos dice el texto bíblico a nosotros? Aquí,
cada uno personalmente, pero también comunitariamente, debe dejarse interpelar
y examinar, pues no se trata ya de considerar palabras pronunciadas en el
pasado, sino en el presente.
3.) Se llega sucesivamente al momento de la oración (oratio),
que supone la pregunta: ¿Qué decimos nosotros al Señor como respuesta a su
Palabra? La oración como petición, intercesión, agradecimiento y alabanza,
es el primer modo con el que la Palabra nos cambia.
4.) concluye con la contemplación (contemplatio),
durante la cual aceptamos como don de Dios su propia mirada al juzgar la
realidad, y nos preguntamos: ¿Qué conversión de la mente, del corazón y de
la vida nos pide el Señor? La contemplación tiende a crear en nosotros una
visión sapiencial, según Dios, de la realidad y a formar en nosotros «la mente
de Cristo». La Palabra de Dios se presenta aquí como criterio de
discernimiento.
5.) la lectio divina no termina su proceso
hasta que no se llega a la acción (actio), que mueve la vida del
creyente a convertirse en don para los demás por la caridad.
La Madre de Dios es el Modelo para todos los fieles de
acogida dócil de la divina Palabra, Ella «conservaba todas estas cosas, meditándolas
en su corazón». Sabía encontrar el lazo profundo que une en el gran designio de
Dios acontecimientos, acciones y detalles aparentemente desunidos.
La lectura personal de la Escritura obtiene
indulgencias, tanto para sí como para los difuntos.
La lectura de la Palabra de Dios nos ayuda en el
camino de penitencia y conversión, nos permite profundizar en el sentido de la
pertenencia eclesial y nos sustenta en una familiaridad más grande con Dios.
Como dice San Ambrosio, cuando tomamos con fe las Sagradas Escrituras en
nuestras manos, y las leemos con la Iglesia, el hombre vuelve a pasear con Dios
en el paraíso.
Cfr.
Verbum Domini, 87