DÍA 2 DE MAYO
[Después de recitar el santo rosario
y las letanías, se da comienzo al piadoso ejercicio del mes de mayo, con algún
canto introductorio como “Venid y vamos todos”.]
INVOCACIONES
INICIALES
A
LA VIRGEN MARÍA, REINA Y MADRE DE MISERICORDIA
Te saludamos, Virgen María, Reina clemente que, habiendo
experimentado la misericordia del Padre
de un modo único y privilegiado, acoges a todos los que en ti se
refugian y los escuchas cuando te invocan. Avemaría
y Gloria
Te saludamos, Virgen María, Madre de la misericordia, atenta
siempre a los ruegos de tus hijos, para impetrar indulgencia y obtenerles el
perdón de los pecados. Avemaría y Gloria
Te saludamos, Virgen María, dispensadora del amor divino, que ruegas incesantemente a tu Hijo por
nosotros, para que su gracia enriquezca nuestra pobreza y su poder fortalezca
nuestra debilidad. Avemaría y Gloria
DÍA 2 DE
MAYO
[Después se lee lo
propio para cada día del mes]
Lleguémonos al
trono de la gracia para encontrar misericordia en el momento oportuno. María
es, en sentir de san Antonino, ese trono desde el cual dispensa Dios todas las
gracias. Reina amabilísima, ya que tanto deseas ayudar a los pecadores, mira
aquí a un gran pecador que a ti recurre. Ayúdame con tu poder y ayúdame pronto.
Jaculatoria: ¡Refugio
único de los pecadores, apiádate de mí!
ORACIÓN PARA FINALIZAR LA VISITA
DIARIA
¡Inmaculada Virgen y Madre mía santísima! A ti, que eres la
“Madre de mi Señor”, la Reina del mundo, la abogada, la esperanza y el refugio
de los pecadores, acudo en este día yo que soy el más necesitado de todos. Te
alabo, Madre de Dios y te agradezco todas las gracias que hasta ahora me has
hecho, especialmente la de haberme librado del infierno que tantas veces he
merecido. Te amo, Señora y Madre mía, y
por el amor que te tengo te prometo servirte siempre y hacer todo lo posible
para que seas también amada de los demás. En ti pongo mi esperanza y mi eterna
salvación. Madre de misericordia,
acéptame por tu hijo y acógeme bajo tu manto, y ya que eres tan poderosa ante
Dios, líbrame de las tentaciones y dame fuerza para vencerlas hasta la muerte. Te
pido el verdadero amor a Jesucristo. De ti espero la gracia de una buena
muerte. Madre mía, por el amor que
tienes a Dios, te ruego que siempre me ayudes, pero mucho más en el último
momento de mi vida. No me desampares mientras no me veas a tu lado en el cielo,
bendiciéndote y cantando tus misericordias por toda la eternidad. Amén. [Se puede terminar con alguna oración popular a la Virgen como
la Salve, Oh Señora mía, Bendita sea tu pureza, etc, o un canto apropiado.]