Homilía de maitines
OCTAVA DE LA
NATIVIDAD DEL SEÑOR
Forma Extraordinaria
del Rito Romano
Homilía de San Ambrosio,
Obispo.
El
Niño, es circuncidado, ¿Quién es este niño, sino aquel del cual fue dicho: “El
Niño ha nacido para nosotros y el Hijo nos ha sido dado”? Se constituyó debajo
de la ley para ganar a los que estaban sujetos a la ley. “Para que le
presentaran al Señor”. Qué significa ser presentado al Señor en Jerusalén, lo
explicaría, sino lo hubiera ya hecho en los comentarios de Isaías. Al que esta
circuncidado de todo vicio, se le juzga digno de ser mirado por el Señor, ya
que los ojos del Señor están sobre los justos. Con esto puedes ver cómo toda la
serie de la ley antigua es figura de lo venidero, pues la circuncisión
significa purificación de los delitos.
Mas
como cierta propensión al pecado, la debilidad de la carne y mente humana se
ven envueltas en multitud de vicios, por eso el día octavo es la figura del tiempo
de la resurrección y de nuestra futura liberación de todo pecado. A esto se
refiere lo que esta escrito: “Todo varón al nacer será ofrecido al Señor”. Y a
la verdad, por las palabras de la ley, se anunciaba el parto de la Virgen cuyo
fruto fue verdaderamente santo, porque fue inmaculado. Que él fue designado por
la ley, lo declaran las palabras del Ángel: “El que nacerá de, dice, Santo,
será llamado Hijo de Dios”
Pues de los nacidos de
mujer, sólo es santo en todo Jesús, quien en aquel parto inmaculado no
experimento los contagios de la terrena corrupción, sino que los apartó con su
majestad celestial. Y a la verdad, si seguimos lo que indica la letra: ¿cómo
podremos tener por santo a todo varón, cuando no ignoramos que muchos fueron en
gran manera malvados? ¿Acaso fue Santo Acab? ¿Acaso fueron santos aquellos
profetas que por la preces de Elías fueron consumidos por el fuego divino?.
Peor lo es verdaderamente aquel a quien, en representación del misterio futuro,
prefiguraban las piadosas prescripciones de la ley divina, ya que él solo había
de comunicar la santidad de una inmaculada fecundidad a la santa Iglesia, para
engendrar a los pueblos de Dios.