EL ALMA HERIDA
Muchas veces estando la persona descuidada
y sin pensar en Dios, Su Majestad la despierta, a manera de una cometa que pasa
veloz, o un trueno, aunque no se oye su ruído, mas entiende muy bien el alma
que fue llamada por Dios, tan claro, que algunas veces, sobre todo las primeras
veces, la hace estremecer y aun quejar, sin que le duela nada. Siente que es
herida sabrosísimamente, mas no atina cómo ni quién la hirió; mas bien conoce
que es cosa preciosa y jamás querría curarse de aquella herida.
Quéjase con palabras de amor a su Esposo,
incluso verbalmente, sin poder hacer otra cosa, porque siente que él está
presente, mas no se quiere manifestar más de manera que permita al alma
gozarle, y es harta pena, aunque sabrosa y dulce; y aunque quiera no tenerla,
no puede; mas querría jamás no tenerla. Le satisface mucho más que el
embebecimiento sabroso, que carece de pena, de la oración de quietud (VI M 2,
1).