sábado, 8 de noviembre de 2025

9. INTENSIDAD DE LA PENA DE DAÑO. MES DE LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO

DÍA 9

Intensidad de la pena de daño.

 

MES DE NOVIEMBRE

EN SUFRAGIO DE

LAS BENDITAS ALMAS

DEL PURGATORIO

Francisco Vitali

 Por la señal…

ORACIÓN INICIAL

Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.

Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio. Amén.

 

Se lee lo propio de cada día.

DÍA 9

MEDITACIÓN

Intensidad de la pena de daño.

La pérdida de un objeto es tanto más sensible cuanto más se conoce su mérito, se aprecian sus cualidades y se le profesa mayor gratitud; estas reflexiones aumentan la pena de daño en el Paraíso. ¡Oh cuán sublime conocimiento tiene de Dios aquellas almas benditas! Le conocieron en vida con la luz de la razón, con la luz de la fe y con las ilustraciones especiales de su gracia, pero mejor le conocieron al salir de este mundo y, señaladamente, cuando en el juicio particular después de la muerte fueron presentadas a él, y él imprimió en su mente tan viva imagen de sí mismo que de ninguna otra cosa puede ocuparse ya su entendimiento sino de Dios. Y nosotros, ¡oh cristianos!, volvemos por ventura el pensamiento hacia nuestro Dios. Del conocimiento del entendimiento, nace la deliberación de la voluntad, y si el objeto contemplado por la mente es bueno, nos sentimos atraídos hacia él, se engendra en nuestro corazón el amor. Pero ¿Quién más bueno que Dios, que es la fuente de la verdadera bondad, el piélago de toda perfección? De aquí es que al dirigir sus miradas hacia él, tanto por el natural deseo, cuanto por los impulsos de la caridad, se aviva y se enciende de tal modo el amor divino en las santas almas del Purgatorio, que ya son todas y enteramente de Dios, y arden todas por Dios, pero entre tanto están allí detenidas, están privadas de la vista del amado bien. Imaginémonos, pues, las ansias y el dolor que las atormenta. ¡Ay! ¿por qué es tan frío nuestro corazón? ¿Cómo no se inflama también en el amor divino? Amemos sumamente a Dios en esta vida y entonces podremos esperar gozarle sin demorarnos largo tiempo en el Purgatorio. Dios no solamente es bueno en sí mismo, sino que es bueno también con nosotros y cada día nos colma de sus beneficios. Cuanto tenemos, todo es suyo; cuanto tendremos, lo habremos sólo de él. Sea en el alma, sea en el cuerpo, en esta vida o en la otra, él es autor de todo nuestro bien. ¿Cuánta, pues, debe ser la gratitud para con tan generoso bienhechor? Bien lo sienten las almas del Purgatorio, las cuales, en la economía de su eterna salud, reconocen una a una las gracias a ellas dispensadas por el Señor. Bien quisieran mostrar a sus pies su reconocimiento y darle las debidas gracias, pero el momento feliz no ha llegado todavía, y cuanto más se retarda, tanto más se aumenta su pena. Nosotros podemos anticipárselo con sufragios, ¿y por qué no lo hacemos?

 

 

ORACIÓN

¡Ah! Señor, vednos aquí prontos a hacerlo todo para librar del Purgatorio a aquellas almas y enviarlas felices para siempre al Cielo. Acreciéntese su luz de gracia con su luz de gloria; sáciese la llama de su puro amor con la posesión del Sumo Bien; apáguese el sentimiento de su gratitud con el anhelado desahogo a los pies de su bienhechor. Dignaos, ¡oh gran Dios!, dar cumplimiento a sus fervorosos deseos, que nosotros prometemos por ellas, humillar siempre nuestro entendimiento en obsequio de la fe, consumid nuestro corazón en un incendio de caridad, consagrad todo nuestro afecto en veneración y agradecimiento hacia vos, a quien rogamos que aceptéis nuestras humildes ofertas, en rescate de aquellas infelices almas que tanto padecen. Amén. 

 

 

JACULATORIA

Eterno Padre, por la preciosísima sangre de Jesús, misericordia.

(x3)

V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.

R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.

V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.

R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.

V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.

R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.

 

Padre nuestro… (se recita en silencio)

 

V. Libra, Señor, sus almas.

R. De las penas del infierno.

V. Descansen en paz.

R. Amén.

V. Señor, escucha nuestra oración.

R. Y llegue a ti nuestro clamor.

 

Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, especialmente por las almas de nuestros familiares, amigos y bienhechores (pueden nombrarse por su nombre  propio), para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

V. Dales, Señor, el descanso eterno.

R. Y brille para ellos luz perpetua.

V. Descansen en paz.

R. Amén.