DÍA VIGÉSIMO NOVENO
Las delicias de las almas enamoradas del divino Corazón de Jesús.
MES DE JUNIO
EN HONOR AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
CON SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE
ORACIÓN PARA COMENZAR
TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
OFRECIMIENTO AL PADRE ETERNO.
Oración de Santa Margarita María Alacoque
Padre eterno, permitid que os ofrezca el Corazón de Jesucristo, vuestro Hijo muy amado, como se ofrece Él mismo, a Vos en sacrificio. Recibid esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos y actos de este Sagrado Corazón. Todos son míos, pues Él se inmola por mí, y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.
Se meditan los textos dispuestos para cada día.
DÍA VIGÉSIMO NOVENO
Las delicias de las almas enamoradas del divino Corazón de Jesús.
MEDITACIÓN
Punto Primero. Los goces y la suavidad divina, procedentes del Corazón deífico de Jesús son tan levantados sobre todo lo terrestre, tan purificados y ennoblecidos por su divinidad, que sólo pueden compararse, aunque como reflejo e imagen, con aquella eterna ventura, que dará al alma la vista de Dios. En efecto ¿de qué consuelo y paz no goza la calma en ese paraíso de delicias? Sin embargo, conviene reparar, en la diferencia que existe, entre este gozo purísimo, y casi puede decirse infinito, y aquél de la bienaventuranza eterna, cuyo reflejo y semejanza es. Esta diferencia, se funda en que el carácter y como el ser del primero, consiste en el padecer, y si cesara este, dejaría por ahí mismo, de existir aquel; puesto que es como su prueba; y el segundo, en el gozo sin trabajo, ni pena alguna por toda una eternidad. Que extraño es, después de esto, que las almas, que, como la Beata Margarita María, han penetrado tan adentro en este Corazón divino, exclamen en los trasportes de su amorosa locura de la cruz: «Nada es capaz de consolarme en este mundo, sino la cruz de mi divino Maestro, pero esta cruz ha da ser semejante a la suya, es decir, pesada, ignominiosa, sin dulzura, consuelo, ni alivio alguno». Estas son las delicias de las almas enamoradas del divino Corazón de Jesús.
¡Ojalá, que sean también las tuyas! ¡Ojalá, que sólo te consideres dichoso, cuando el amoroso Jesús te enclave fuertemente en su Cruz!
Punto Segundo. La señal más evidente del amor, que nos tiene el deifico Corazón de Jesús, es asemejarnos a su dolorido y contristado Corazón. Fiel testigo de esta verdad es la Beata Margarita María. Escuchemos de su misma boca el presente que le hizo su divino Esposo, como prenda de su acendrado amor: «Yendo un día a comulgar, dice, se me representó, la sagrada forma, resplandeciente como un sol, cuyos rayos me ofuscaban. Nuestro Señor estaba en medio de ella, teniendo en sus manos sagradas una corona de espinas, y colocándomela sobre la cabeza, me dijo: «Recibe, hija mía, esta corona, como señal de la que pronto te ofreceré, para hacerte más semejante a mí». No comprendí al pronto la significación de todo aquello, pero dos terribles golpes, que recibí poco después en la cabeza, me lo dieron a entender; desde entonces tengo la cabeza, como rodeada de punzantes espinas, llenándome de consuelo, el que sólo con la vida, cesará el dolor que me causan. Confieso, que tengo mayor reconocimiento a mi divino Salvador por esta gracia, que si me hubiera dado las diademas de los mayores monarcas de la tierra». Y cómo no puesto que el Rey de los cielos no escogió otra, sino la de los dolores y afrentas el día de su gran victoria Alma cristiana, ¿participas tú también de esas delicias purísimas, que ofrece a los suyos el Corazón Sagrado? ¿O eres acaso de aquellas, que a semejanza del pueblo infiel, exclamen: Dura es esta doctrina, y ni hay quien pueda seguirla?
¡Oh, Corazón divino de Jesús! corona de rosas, rodeada de espinas sí, pero cuyas picaduras dulcificas con el bálsamo precioso de tu sangre: en contraposición a las coronas y rosas emponzoñadas, que al parecer sin espinas ofrece el mundo ¡Oh, Jesús! corona por corona, escojo la tuya de espinas, pues no ignoro, que ellas se trasformarán en rosas, que nunca se han de marchitar.
Jaculatoria. Corazón amante de Jesús, haced que sólo descanse el mío, cuando os posea a Vos, que sois su centro, su amor, y su felicidad.
Oración al herido Corazón de Jesucristo
¡Oh amoroso Corazón de nuestro Señor Jesucristo! ¡Oh Corazón, que ablandáis los corazones más duros que la piedra; ¡que abrasáis los espíritus más fríos que el hielo, y enternecéis las entrañas más impenetrables que el diamante! Herid, pues, amable Salvador mío, herid mi corazón con vuestras. sagradas llagas, y embriagad mi alma con vuestra sangre, de tal suerte, que de cualquier lado que me vuelva, no pueda ver más que a mi divino Crucificado, y que cuanto mire, lo vea todo teñido con vuestra preciosa sangre ¡Oh mi buen Jesús! no halle reposo, hasta haberos encontrado a Vos, que sois mi centro, mi amor, mi felicidad.
¡Oh Corazón divino! que nos habéis probado vuestro amor sobre la cruz hasta el exceso, y vuestra misericordia, dejando abriesen vuestro Corazón para dar entrada a los nuestros, recibidlos ahora, abrazadlos con los lazos de vuestra ardiente caridad, para que se consuman por la vehemencia de vuestro amor.
PARA FINALIZAR
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.